Thursday, April 21, 2011

somos agua - pero cuál?

El 90% del cuerpo humano es agua.

La pregunta está en observar qué tipo de agua somos...

Hay agua en charcos que salpican por todo, que ante cualquier pisotón dejan ver su fondo.

Hay agua en piletas decorativas que mantienen un mismo tipo de agua circulando de arriba para abajo, con una bella monotonía que no respira vida.

Hay ríos que todo el tiempo fluyen, que chocan con troncos y botes y siguen fluyendo, con mayor o menor fuerza siguen fluyendo. Persistencia admirable, pero me pregunto si saben lo que significa parar, o si sólo esperan que algo muy grande los frene?

Hay piletas con superficies que cualquier pescado o piedrita puede alterar.

También hay agua que nos cae por los ojos. Agua de ríos, lagos, piletas, riachuelos...

Tal vez no haya contenedor más grande de agua que el océano. Es ahí donde desembocan todos los ríos, las lágrimas, los pescados, los barcos, los vientos... una gran masa de agua que lo carga todo, que lo aguanta todo, pero que siempre mantiene cierta estabilidad, siempre va y viene, siempre tiene fondo, siempre llega a una orilla y regresa a su centro... Es un tipo de agua que cuando realmente lo necesita explota, pero incluso esa explosión es lo que le permite mantenerse en paz la mayor parte del tiempo.

Hace semanas que me gusta mucho la idea del océano como un estado mental. En Autobiografía de un Yogi Paramahansa Yogananda llama al camino de la meditación como la búsqueda de una mente océanica. La respiración del que medita suena a mar.

La mente del que medita se convierte, aunque sea por un instante, en una mente océanica.

Si comprendemos que en realida esto no es sólo una metáfora (es una realidad que somos agua) podría tener aún más sentido el yoga, la conexiòn entre el cuerpo y la mente. En cuerpo tranquilo, mente tranquila, y en mente tranquila, uno se mantiene a flote y disfruta del paseo...

Ya me dio sed.

Saturday, April 16, 2011

Lamentablemente la creatividad no nos viene programada con alarma. No tiene horas, es engreída, no le gusta la presión ni los momentos ideales para aparecer. Le encantan las servilletas, las bocinas de los carros, los retazos de tiempos y las noches largas. Viene por la puerta trasera, y tal vez decida irse en medio del brindis de honor. No le gustan los lápices recién tajados, la luz perfecta, la música tranquila ni el sonido de pájaros entrando por la ventana. Por lo menos, la mía, es tan incierta, pero a la vez tan tangible. Cuando entra por esa puerta, su presencia llena el cuarto y todo lo demás desaparece.

Frustra cuando uno espera una idea que nunca viene. Me imagino que es algo parecido al enamoramiento y la famosísima frase que dice que llega cuando uno menos lo espera. Sí, sí, como la mariposa que se posa sobre nuestros hombros, como lo que sucede cuando menos lo imaginas... Sin embargo, todos esperamos, amor, cretividad, y todo eso que aparece de manera sorpresiva. Resulta hasta gracioso sentarse a esperar lo inesperado. Pero lo hacemos... una y otra vez me sorprendo estática esperando que las cosas me sorprendan. Probablemente, mientras lo hago, hay todo un mundo de sorpresas afuera de mi ventana esperando a que salga.

Por eso, a veces, la mejor solución, es salir a caminar... sin rumbo, sin reloj, sin celular y tal vez con un lapicero en la mano. Las ideas las lleva uno en la cabeza. Es mejor mantener la bolsa ligera y con poca plata. Tal vez se puede llevar un cuadernito como cinturón de seguridad y las llaves de la casa por si es necesario regresar corriendo. Es esencial dejar las expectativas bajo la alfombra si es que no pueden barrerse de verdad.

Hora de una caminata. Y gracias al amigo que me hizo recordar que ésa es siempre una buena alternativa cuando la piel se encoge y sentimos que no podemos estirarnos de aquí hasta la luna.

Monday, April 11, 2011

trabajo de hormiga

Acaso cuando nuestra casa está sucia, sacamos un trapito y limpiamos la casa del vecino? Podría funcionar si las acciones siempre fueran recíprocas. El famosísimo hoy por ti mañana por mí es llamado a la corte para someterlo a un serio interrogatorio. Posiblemente si alguna monja del villa leyera este post, me sugeriría alistar un sleeping bag para el purgatorio.

Yo recibo lo que le doy al otro. Yo lavo tu carro porque sé que lavarás el mío. Una idea importada a la que no le damos la vuelta.

Pero no sería más práctico que cada uno camine dentro de sus propios zapatos?

Varias veces he discutido con otros esta idea de encargarse de uno mismo. Siempre rebotan a la superficie palabras como empatía, solidaridad, autosuficiencia y el famosísimo e infaltable egoísmo. Cómo le gusta al egoísmo estar donde revientan los cuetes para llevarse toda la atención. El sombrero de egoísta sí que cuesta sacártelo de encima. Te hace bajar la cabeza y cargar las mochilas de otras personas mientras arrastras tu propia cartera. Ni qué decir del sentido de culpa.

Para mí, todo esto tiene cada vez más sentido, porque esto de sacar trapitos para limpiar las ventanas de los demás no fucniona del todo. Se me viene a la mente la imagen de esos niños en las esquinas que con una necedad impresionante te limpian la luna del carro a pesar de que les insistes que no tienes una sola moneda contigo. Me pregunto cuántas veces he hecho -y probablemente seguiré haciendo lo mismo. Es una costumbre completamente enraízada que no sé si quiero arrancar del todo. Sin embargo, es bueno reconocer cuándo uno sale corriendo por la puerta falsa en busca de un gracias y reconocimiento.

Un consejo pedido es otra cosa. Ayudar al que viene a buscarte no encaja entre estas líneas. Tampoco hablo de apatía e indiferencia, sino más bien de respeto hacia otros, de confiar en su capacidad de resolver sus vidas y de crecer en orden y con prioridades. Si vemos que otros pueden hacerlo solos, nosotros tambíén. De repente cada uno camina por su propio camino y nos saludamos mientras avanzamos. Desaparecen las metidas de cabe, los rompemuelles, los peajes que nos cobran y cobramos inconscientemente.

Definitivamente, la mejor manera de olvidarse de uno mismo es ayudar a los demás. Repartir consejos no pedidos por todos lados. Es eso caridad o escape? No se hace de manera conciente, pero muchas veces buscamos la buena acción que nos saque de nosotros mismos. La acción desinteresada no siempre tiene ese tono, pero muchas veces, la acción solidaria no es desinteresada, porque nos abre una puerta a dejar lo pendiente para más tarde.

Creo que para ayudar a los demás, uno tiene que comenzar por uno mismo. Si lo lleváramos a un punto extremo, si todos sacaramos nuestra propia basura, nuestro planeta interno estaría limpio. Sólo habría que renunciar a los agradecimientos y trabajar como una hormiga, en silencio.

Mejor dejo de hablar y sigo trabajando.