Monday, August 30, 2010

alex vargas

En una noche de lunes con sabor a domingo, me encuentro en un momento-espacio que no visitaba hace tiempo. Sentada sobre mi cama, con música de Amelie de fondo (mi roomate está viendo la película afuera) una serie de acontecimientos del día, y un libro que se cruzó por mi camino, generaron en mí un pequeño picazón en los dedos que empiezo a rascar con la ayuda de estas teclas que me extranaban tanto como yo a ellas.

A veces, vamos acumulando pensamientos, los apuntamos en la libreta de nuestra memoria, y si no los plasmamos en alguna superficie física, o virtual, se van, para regresar sólo muy pocas veces. O tal vez, soy yo la que le tiene una fobia terrible al olvido de respuestas que encuentro por ahí, mientras camino por la calle, tomo un cafe o entro a una clinica...

Sí, hoy estuve en una, y una parte de mí sigue ahí, esperando una llamada que no quiero esperar. No fue feo entrar, e incluso me sentí cómoda dándole la mano a un tío muy enfermo que sentí viejo desde que lo conocí, de niña, sin saber que estaba viendo su juventud de recién casado a los sesenta años. Hoy nos reímos mientras ayudaba a darle de comer. En su cuarto gris por todos lados, tan pálido como su cara y la de su esposa, imaginé alguna chispa de color que pudiera alegrar ese ambiente, y mi hermano y yo nos prometimos conseguir una radio. Sin embargo, al salir, es cuando las reflexiones se sientan a tu lado para acompanarte de una manera un tanto recriminante. SI fuera un día soleado, mi sombra sería más grande.

Cómo no sentirte mal ante situaciones así. Uno cree hacer un favor por aparecer un rato, pero en realidad, el favor nos lo hacen aquellos sentados en una cama que al visitar por un par de horas, calman nuestra ingrata conciencia. Mientras yo me siento sobre mi cama bajo una luz cálida, hay una esposa que todavía espera ahí, al lado de su esposo, cosas que no pasarán. Es inevitable, así quisiera no podría estar en la clínica a esta hora. Pero es simplemente ese sentimiento de impotencia, mezclado con un poco de apatía y otro poco de ganas de salvar el mundo que dejan pensando en una noche como la de hoy. No quiero ser dura, pero no puedo evitar serlo, porque tal vez debería estar ahi ahorita, tal vez debí llamar mas seguido, tal vez, deberia haberlo alegrado cuando estaba realmente conciente... pero esas recriminaciones no tienen sentido si uno mira para atrás. Creo que lo importante es ver en la cara de gente enferma, personas que conocemos que todavía no lo están... no hay que esperar camas y batas blancas, pasadizos frios y bandejas metalicas para empezar a mirar a alguien a los ojos y hacerle carino sobre la cabeza. ¿Por qué unos mueren tan rápido, y otros tan lento? ¿Qué muerte me esperará a mí? (no me da miedo pensarlo, más una simple curiosidad)

No ando triste, tan solo pensativa...

Y un libro, de esos que saltan de los estantes de una libreria, me acompaña. Me gusta aun mas porque se que el autor es peruano: Alex Alejandro Vargas, se llama el poeta que escribe como cartero.

No he llegado ni a la mitad del libro, y podría citar varias frases que me gustaría memorizar. Empiezo con una sobre la muerte, no por pesimista, sino porque me gustó el optimismo detrás de un acontemiento temporal que tiende a marcarnos para siempre:


la muerte no nos quita la vida
nos da vida en la de todos
y nos obsequia el don de la omniprescencia,
un espacio mas grande donde expresarla.

la muerte es vivir en las estrellas,
en los arboles que nacen y en los que mueren.
Morir es ser las noches y las mananas,
el viento que acaricia las flores,
y el aliento de la nostalgia.

La muerte encierra secretos
que debemos decifrar en vida.
Y ello nos obsequia tranquilidad y alivio,
el regocijo de un paraiso extraviado
en nosotros mismos

La muerte es ser las hojas y las nubes
y, en esencia, ser
todos y todo a la vez.


Bonito, no? y aquí va otro que relaciono porque despierta en mí mis ganas, sobre todo últimamente, de hacerme ligera, de ocupar poco espacio en el mundo, de caminar con pasos suaves y no cargar mochilas. En otras palabras, de ser humilde, de ser pluma, casi invisible. Este si me lo aprendi de memoria.


no quiero ser algo o alguien,
quiero ser el rocio de las flores
o el viento que enrumba las nubes.
quiero ser sin ser alguien
y quedarme asi por el resto de los tiempos.



... En esas anda mi cabeza hoy y sentí las ganas de compartirlo y la ilusión de encontrar por ahí algún cómplice que entienda mis incohrencias. Lo hago también como quien agradece silenciosamente al universo por su conspiración, y al cartero por haber dejado este libro-carta bajo mi almohada.

Termino citando dos frases más que siento haber escuchado en mí antes, sin haber tenido la habilidad de hacerlas música:

Escribo para no morir, y para no seguir muriendo, no me detengo al escribir.
(A. Vargas, del Camino, el amor y un cartero).


"aqui descansan los apuntes de un cartero
extraviado en si mismo".(A. Vargas)


y aqui descansan las notas de un silencio que tuvo la suerte de haberlas encontrado.

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