Thursday, December 13, 2012

Bikram hablando de Muros

Tuve la oportunidad de escuchar a Bikram Choudhury (creador de la secuencia de Bikram Yoga que vengo dictando hace cinco años) en una charla en Santiago de Chile. Le puso nombre al cáncer que enferma a toda la humanidad: 

M-U-R-O 
(Traduciendo wall...)

Nos dijo que entre todos nos odiamos. Nos separamos. Nos aislamos como islas. Negro-blanco. Hombre-mujer. Niño-adulto. Pobre-rico. Divisiones. Etiquetas. Tú-yo. Aquí-allá. No te entiendo. No te aguanto. No te acerques. Me construyo un fortín dentro del cual creo que estoy bien. Los ladrillos posiblemente están hechos de miedo. Y sobre todo, de un sentimiento que nace dentro de nosotros mismos.

Porque en nuestro interior, nos relacionamos de la misma manera. Nuestros pulmones odian a nuestro corazón (no saben trabajar juntos... por eso nos agitamos). Nuestra espalda odia nuestro abdomen (el abdomen no la protege). Nuestras manos odian nuestros pies (porque no llegan a tocarlos). Nuestros ojos odian lo que ven en el espejo. Un sin fin de fragmentaciones dentro de un sólo cuerpo. Muchos muros. Muchas particiones. Poco trabajo en equipo.

De repente empieza la clase de yoga. Las respiración comienza a fluir. Los muros, ladrillo a ladrillo, van debilitándose (si practicas Bikram Yoga, probablemente se derritan). Dejas de saber dónde termina tu espalda y dónde comienzan tus piernas. Los límites entre emoción y estiramiento se borran. Pensamientos y movimientos son lo mismo. Te miras a los ojos y realmente te miras a los ojos. Te perdonas. Te aceptas. Te paras derecho, tus pies firmes sobre el piso. Decides cambiar lo que no te gusta. Se siente bien ser tú mismo. Ser uno. Serlo todo dentro de ti.

Dicen que el amor es la goma que lo une todo. Yoga es unión y es amor. Rompe muros. Y romper muros es un trabajo duro. Cuesta mucho tumbar lo nos da aparente seguridad. Cuesta mirarse en el espejo y aceptarse como perfecto. Es trabajo de luchador, de guerrero, de terco, de arqueólogo y de hormiga.

Si aprendemos a romper muros internos, desaparecen muros externos. Ya no vemos niños o adultos, mujeres o hombres, flacos o gordos. Vemos más allá de esos cuerpos. Nos vemos a nosotros mismos.

Gracias Bikram por recordarnos que ¨El fuego está hecho para quemar, el hielo está hecho para helar y el hombre está hecho para amar

Wednesday, November 7, 2012

Mmm... yeee... ups!

Cierras los ojos y miras hacia adentro. Muy adentro. Más allá de tu cuerpo.
Miras adentro. Más allá de tus pensamientos.
Hay algo. Algunos le llaman alma. Otros ser. Otros no le ponen nombre. Yo sólo sé que ese algo es un espacio dentro de uno lleno de silencio. Un silencio muy puro. Que te llena. Que te calma. Que te recuerda que a pesar de lo que pase, de lo que suceda o no suceda, de lo que venga o no venga, TU sigues ahí.

Le pregunté a esa misma persona que me habló del caracol, cómo reconoces la voz que viene de ese espacio. La mente, con sus negatividades y juegos, no es tan difícil de escuchar. Sin embargo, muchas veces la mente también se alegra, se ilusiona, sigue construyendo castillos de cristal pero de los bonitos. Bonitos o feos, todo lo que construye, hay que observarlo con cuidado.

Esa persona me dijo que mirara la palabra sentimiento. Senti-miento. No sé si será casualidad, pero es cierto que muchos de los sentimientos que vienen y se van son efímeros, fugaces, y por lo tanto, podrían considerarse no del todo legítimos. No se quedan. Cambian todo el tiempo. No van al ritmo de ese espacio interior del que hablo.

Y ese espacio interior, el ser, el alma, tu yo, también habla.
Pero no conoce las palabras. Las palabras, también son construcciones mentales.

Mi amiga del caracol me dijo...
El ser no siente. El ser, se emociona.
Hace wow, yeee, mmm... No tiene códigos que puedes explicar en palabras.
Eso me llevó un paso más cerca a mi propio lenguaje interno.

Gracias amiga caracol.

Tuesday, October 30, 2012

Lecciones de un caracol

Ayer escuché a alguien hablar de un caracol de una manera distinta. Sus palabras se hicieron lupa para hacer zoom en un personaje mucho más interesante de lo aparente. Una vez más compruebo que lo sutil esconde algo especial. Dios se esconde en los detalles (doy gracias a una amiga arquitecta recordármelo).

El caracol tiene cuatro ojos. Pensamos que son antenas. Bueno, los ojos son antenas si ven más allá de lo evidente. (Lo esencial es invisible a los ojos, como nos enseñó el Principito). Cuatro miradas. Cuatro maneras de ver el mundo: una misma cabeza. Poder separar lo positivo, de lo negativo, lo real, de lo inventado. O aislar los colores para ver de un sólo color la misma realidad. Tal vez leer lo físico, lo emocional, lo espiritual y el vacío. Tal vez, ver sólo personas, sólo naturaleza, sólo aire, sólo agua. Tal vez aislar los sentidos. Poder ver todo desde cuatro ángulos que se unen para formar el kaleidoscopio con el que al final miramos un mundo integrado hecho de muchas partesitas. Podría ser una manera mucho más saludable de entendernos a nosotros mismos.

El caracol siempre lleva su casa consigo y habita en el universo. Donde sea que está, está en casa. Qué bonita idea. Qué bonito es sentirse en el lugar adecuado siempre. Optar por ser, disfrutar el estar... dejando el hacer en el fondo. Hacer no deja de ser importante, pero no es esencial. Aprender a ser, y poder disfrutar de ser, aunque sea unos segundos al día, te conecta con el presente que es lo que te contiene. El caracol sabe que el presente es su hogar. Siempre está dentro de él mismo.

Avanza lento. Para algunos, demasiado lento. De repente, te das cuenta que está subiendo una pared. Que puede llegar a estar hasta de cabeza. Y no creo haber visto un caracol retroceder.

Deja transparencia por donde va.

Y yo que los veía feitos. Sólo espero poder tener la suerte de cruzarme a alguno por ahí para darle las gracias por ser una lección de vida.

Friday, October 26, 2012

La fórmula de la paciencia

No creo haberla descubierto. Tal vez, sea tan secreta y tan complicada como la de la Coca-Cola. Tal vez, tea tan simple que no existe en ingredientes, porque detrás de ella misma sólo está el tiempo y cuando uno se pone en manos del tiempo y sus tiempos, es paciencia pura.

Sin embargo, esperar, esperar y esperar hasta que el cielo se abra y sucedan cosas inéditas es una paciencia que podría caer en indiferencia, en apatía, en un estado de " todo me da lo mismo". No actúa la voluntad de intermediaria. Es esperar a que "algo" pase.

Y la paciencia que desarrollas para no desesperar frente a las actitudes de otros... Esa creo que parte del amor hacia uno mismo, porque si algo no aguantas en otro, es porque no lo has resuelto dentro tuyo.

Me gustaría pensar un poquito más la paciencia que necesitamos para caminar tranquilos hacia donde nos dirigimos sin tener la necesidad de saber si faltan dos cuadras, cincos días, o siete países para llegar. La paciencia como el aprender a esperar SIN tirar la toalla. De confiar que las cosas se van a dar en el momento que se tienen que dar. En la conciencia de que hay leyes del universo que escuchan nuestros anhelos y más profundos sueños, pero no nuestros caprichos. Creo que la paciencia va de la mano de la plena confianza que todo es perfecto y que sólo nos llegan las cosas cuando estamos listos para recibirlas.

La práctica del yoga es una práctica constante de la paciencia. El cuerpo no cambia al ritmo que queremos. Cambia cuando está listo. En realidad, cambia todo el tiempo, pero de a poquitos, dando dos pasos para atrás antes de dar tres para adelante, milimétricamente porque quiere que lo vean con lupa y le gusta celebrar victorias pequeñas entre amigos en vez de recibir los pompos y platillos de quien recibe un Oscar. El cuerpo sólo te pide que lo escuches, que le prestes atención, que confíes y que le tengas paciencia. Cuando lo dejas trabajar, el cuerpo responde. Cuando lo presionas, entra en guerra, no cede, se asusta, se cansa, te regaña y deja de trabajar contigo. Y la vida, hace exactamente lo mismo.

Hay tan sólo una manera de hacer las cosas de la manera correcta. Hay muchas maneras de hacer las cosas a medias, casi bien, un poquito mal, cortar camino no cambia el big picture, ¿O sí? Por supuesto que sí, y el cuerpo lo sabe. Uno mismo lo sabe. Nosotros sabemos cuándo estamos haciendo las cosas de la manera que se deben hacer. Y esa manera es probablemente la que más demora en la superficie. En realidad, si hay sólo una manera de hacer las cosas bien, no hay caminos más rápidos y por lo tanto, los procesos no se acortan o se alargan porque sólo tienen su propio ritmo orgánico. Lo único que podemos hacer, es mantenernos en el camino que nos hace bien, que se siente bien, que necesitamos. Sin correr, sin parar, sin poner plazos pero siempre mirando una meta.

¿Y la paciencia? Creo que está muy relacionada a la disciplina, al auto-control y a la confianza. Es no cortar camino porque crees que nunca vas a llegar. Es no doblar tu pierna para que llegue más arriba cuñado sabes que tu cuerpo sólo sana si la estiras. Es mantenerte fiel a lo que tu cuerpo, tu mente y tu ser necesitan a pesar de que no te provoque hacerlo siempre porque lo que sí te provoca, es ver cambios, ver progreso, sanar y estar más feliz dentro de ti.

No creo haber descubierto la fórmula de la Coca-Cola, pero me ha servido mucho descubrir que la paciencia tiene la disciplina como ingrediente secreto. Creo también que en esa receta, está hecha de muy aire puro que entra y sale de tus pulmones lentamente, absorbiendo el tiempo real y soltando la necesidad de controlarlo todo.

Monday, September 10, 2012

Pescados y ballenas

Los dejo con una buena frase para cerrar el día... para soltar esos pensamientos que salpican y hacen turbulencia y terminar el día con una noche tranquila, oceánica, que nos recuerda que todo está bien si así queremos verlo. Respirar profundo es sentir el mar que llevamos adentro. Somos agua. Y somos nosotros los que dejamos o no dejamos que la marea suba.

¨In shallow men the fish of little thoughts cause much commotion. In oceanic minds the whales of inspiration make hardly a ruffle.¨

- Autobiography of a yogi, Paramahansa Yogananda

(¨En hombres superficiales los peces de pequeños pensamientos causan mucha conmoción. En mentes oceánicas, las ballenas de inspiración difícilmente generan turbulencia.¨)

Thursday, September 6, 2012

Tan sólo una línea

Cuando pienso en coherencia inmediatamente pienso en una línea recta: simple, derecha, que continúa al infinito.
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Lo que cuesta es construirla. Somos seres tri-cuadri-infinitamente-dimensionales. Piezas de origami. Una línea es una secuencia infinita de puntos.

Siento que ser coherente tiene mucha relación con alinear lo que uno siente, piensa, dice y hace. Y cuando eso sucede, la vida fluye de manera natural, fácil. Las alternativas ya no son tantas y posiblemente sólo exista un camino para hacer las cosas.

En la práctica de yoga (uno no hace yoga, sólo lo practica), cuesta también alinearse y ser coherente. El balance no se consigue de la misma manera en que corres para atrapar algo... tan sólo se da cuando todo está en su lugar adecuado.Sucede cuando nuestro cuerpo quiere hacer algo, nuestra mente se lo permite y nuestro corazón confía y pierde el miedo a caer. No se suele hablar durante una clase, pero todo ese proceso se convierte en posturas que construyen un lenguaje, un discurso muy sano, muy limpio, que sólo se observa en silencio. Un silencio coherente. Y es ahí, alineados, que estar en el presente no sólo se convierte en el ejercicio de enfocarnos en lo que hacemos en cada instante. No se trata tan sólo de las tareas que hacemos o dejamos de hacer. Tampoco de dejar el celular en el bolsillo para disfrutar el almuerzo. Tampoco es sólo mirar a la gente a los ojos. El presente es también un espacio que habitamos. Es un vacío que nos contiene todo el tiempo. Que nos cuida. Que nos acoge si confiamos.

Ese presente somos nosotros mismos. Y eso sólo lo percibimos cuando nuestras palabras, movimientos, pensamientos y sentimientos caminan en una línea. Es ahí, cuando avanzamos.

Las líneas pueden ser difíciles de dibujar pero cómo simplifican la vida. Los atajos, los recovecos, muchas veces nos llevan a calles sin salida. Hay demasiados. Yo creo que prefiero la ruta de la combi que avanza lento, por avenidas anchas, rectas y simples. Demoran más pero sabes que tarde o temprano llegas.

Sunday, September 2, 2012

Libertad liberada

Generalmente asociamos la libertad con esa sensación de no tener ataduras, de poder tomar decisiones sin preocuparnos por factores externos, de tener el poder de hacernos sordos frente a opiniones de terceros. Hago lo que me da la gana y punto. Me banco las consecuencias.

Todos buscamos ser libres. No nos gusta la sensación de estar entre rejas. Toda sensación de perfecta seguridad llega a asfixiarnos y eventualmente regresamos a buscar la puerta de salida y el timón para pilotear nuestra propia vida. Una y otra vez regresan las ganas de salir corriendo para entrar dentro de otro yo menos acartonado.

Asociamos la libertad con el momento de tomar una decisión. Se ha convertido en un discurso propio,  un ¨statement¨, en la herramienta bajo la que dibujaba el sí o el no, el voy o el no voy, el soy o el no soy. Una libertad que actúa en un instante y se se esfuma, que usas y luego descartas.

Quiero creer que existe un estado de libertad que va más allá de el sí o el no que se esfuma en un instante.

Sentirnos dueños de nuestros deseos y decidir libremente es la parte fácil. Pero, ahí la ecuación no está completa: no todo lo que hacemos de la manera que queremos nos lleva a sentirnos más libres y hay muchas decisiones que tomamos sin querer hacerlo que generan en nosotros una deliciosa sensación de ligereza muy cercana a lo que se podría llamar libertad. Bingo.

¿Cómo liberarnos de lo que nos amarra por dentro? Flojera, inseguridad, miedo, duda, desconfianza, amargura, rencor.... ¿No son ésas tijeras corta-alas y no es ésa la razón por el que a muchos nos costaría mucho bailar un martes a las tres de la tarde en la mitad de la Plaza San Martín con los brazos abiertos? 

Tal vez hemos contenido la noción de libertad en el presente y la asociamos con la habilidad de poder actuar sin ataduras en un instante. Decimos que la persona libre no tiene miedo de decir lo que piensa, hacer lo que quiere o pensar como lo considera correcto. Verdad incompleta.

Buscar libertad a futuro puede ser mucho más útil en el momento de tomar decisiones. Hay decisiones sofocantes que a mediano o largo plazo se convierten en llaves que abren muchas puertas. Optar por lo que no queremos en un instante puede ser tan liberante como la sensación de bailar en el medio de la Plaza San Martín. Hay decisiones pesadas que nos hacen ligeros y hay decisiones ligeras que fácilmente nos pueden hacer los pies de plomo.

Con el yoga, por ejemplo, uno aprende a tomar buenas decisiones una y otra vez. Cada asana (postura) es una decisión. Cada vez que decidimos hacerla, y hacerla de la mejor manera posible, nos hacemos más libres de ese yo que cree no poder y que se esconde detrás de la excusa de que por ser libre puede hacer lo que le provoque.

Una cosa es decidir libremente y otra muy distinta es optar por lo que nos hace libres.

¨You alone are responsible for yourself... until you are a master of yourself, able to command yourself to do the things that you should do but may not want to do, you are not a free soul.¨
- Paramahansa Yogananda

Tuesday, August 28, 2012

Carrera

Tuvieron que pasar siete años estudiando "una carrera" para cuestionar la palabra que define ese proceso en el que supuestamente, nos hacemos profesionales para algo. No tengo interés en reflexionar sobre temas de vocación o analizar los sistemas educativos que hacen el intento por formarnos para el éxito. Sólo quiero parar un segundo a preguntarme sobre la palabra carrera.

Algo existe cuando tiene nombre (así lo dice Syzlo). Y efectivamente, ese proceso de estudiar algo viene generalmente acompañado de un punto de partida, de una meta, de un día a día que se hace largo, de plazos demasiado cortos, de querer correr, de velocidad, de números que creen tener el poder de calificarnos. Siempre pensando en futuro. Siempre queriendo dejarla en el pasado. Carrera. Los que hemos llegado al final de ese proceso descubrimos que era de humo y que lo que uno sí que no deja de aprender durante su "carrera" es a sobrevivir a retos, trepar muros, cruzar charcos y reírse de uno mismo.

Sería interesante preguntar de dónde nace la palabra carrera y por qué le ganó el puesto a otra mucho más bonita:
p - r - o - c - e - s - o.
Se hubiera podido ahorrar mucha tinta en la historia de la humanidad si los títulos universitarios sólo llevaran nuestro propio nombre. 

Carrera: ¿Hacia qué corremos? ¿Por qué corremos? ¿Y a qué le corremos tanto que necesitamos que alguien más diga que somos buenos para algo?

Sé que el tema es mucho más complejo. Tiene mucho de positivo estudiar algo, estudiarlo todo. Pero sigo sin entender por qué se asocia la velocidad a algo que dura toda la vida y por qué la universidad te regala un diploma plano en vez de un espejo.

¿Saldrá algo en Wikipedia?

No estás aburrido, estás distraído

Lo único constante en nuestra vida, es el cambio.

Comparto un  video de música sutil y de una simple línea negra que siendo línea se transforma, cambia, se adapta, se estira y se achica, se reinventa todo el tiempo... al igual que cada una de nuestras vidas, cada uno de nuestros días, cada uno de nuestros sentimientos.

http://www.youtube.com/watch?v=mEA4N8t8Nac

Julio Ramón Ribeyro supo explicarlo en palabras:

"Dentro de nosotros mismos hay como una oficina meteorológica que emite cada mañana su parte sentimental: estaremos contentos, sufriremos cólera al mediodía, etc. Y hacia esa predicción avanzamos temerosos o confiados, oficina falaz, tan volandera como la que profetiza el clima: la tarde de la que esperábamos tanto júbilo se cubre de pronto de una insoportable tristeza. Pero también cómo alumbra esa noche auguralmente lúgubre la sonrisa de la desconocida.¨

Sunday, August 19, 2012

Domingo Despacio

Los domingos tienden a ser días en los que el cuerpo se mueve despacio... Pero la mente salta de atrás para adelante, anticipa a la semana, planifica, quiere hacer mucho y no llega a hacer nada. En honor al domingo que puede ser un día para hacerlo todo y no hacer nada, un día híbrido, camaleónico, montaña-rúsico y hasta cierto punto cómico por ser bizarra mente familiar y solitario... Los dejo con uno de mis textos favoritos de los últimos meses. Y doy gracias a este espacio porque tipearlo me ayuda a recordarlo... despacio.

Despacio 

"Una propuesta para nuestros tiempos rápidos es ir despacio. Despacio, poco a poco, constantemente. Porque no tener tiempo es como no tener nada. Y porque ir despacio no significa no llegar, sino llegar de la mejor manera posible, elegir hacer pocas cosas, que es una buena manera de hacer alguna de verdad. Hacer despacio lleva a olvidar los pasos que anticipan las conductas, los caminos de la memoria, para habitar lugares intermedios llenos de vida y de sorpresas. Cuando se sienten estos lugares, hay que detenerse, llenar(se) de sensaciones y emociones, para no convertirse en un robot animado sólo de eficacia. 

Aprender despacio significa aprender hacia adentro, reconocerse en los demás y en lo que te rodea, como algo tuyo, que permanece. Por eso, la emoción es un momento de vida compartida, donde tú eres el otro o lo otro, donde tu cuerpo queda suspendido en el tiempo. Moverse despacio lleva a pensar(se) despacio. Y cuando piensas despacio, todo es nuevo, todo aparece por primera vez, nace y muere ene el instante, que es lo único a lo que perteneces. Aparecen, entonces, los sentidos, aparece el cuerpo, la vida, escuchas a los hombres y a los pájaros, a los árboles y los colores. 

Despacio no quiere decir lento. Es más bien el límite entre lo rápido y lo lento. Un lugar donde puedes estar sin estar del todo. Donde puedes sentir las energías de los lugares y los dioses que habitan en ellos. Despacio, la vista fija atención en los matices, en lo que no se ve si no se mira, que es lo que más importa. Se puede, a la vez, escuchar, oler, sentir los cambios de temperatura o la caricia del viento. Despacio como el calor que proyecta el sol durante su movimiento, despacio. 

Ir despacio. Hacer despacio. Aprender despacio. Moverse despacio. Pensar despacio. Escuchar despacio. Sentir despacio. Proyectar despacio... Ser arquitecto es mi manera de estar solo, despacio."

Muchas gracias a Alberto Morell, arquitecto.

Friday, August 17, 2012

Namaste

Somos muchos cuerpos en un sólo cuerpo y muchas personas dentro de una misma.

Los roles que jugamos en el día a día... El yo que llevamos a la oficina, el que sentamos a comer con la familia, el que ríe con los amigos y se apoya en su pareja, el que metemos a la ducha o acostamos sobre la almohada. El que sueña. El que aterriza.

Más allá de nuestra identidad (aunque no creo que exista tal etiqueta como algo rígido y estático) todo el tiempo asumimos roles en el entorno en el que estamos. Es algo así como los zapatos que decidimos usar por donde vamos. Somos una superposición de cuerpos físicos, emocionales, espirituales que tejen nuestra complejidad como seres humanos.

Cuando uno se convierte en su propio observador llega a ver detrás de esa lupa de inspector que no siempre habitamos el mismo cuerpo. A lo largo del día, hay momentos en los que andamos más en nuestra mente, o en nuestro cuerpo, o nos perdemos en nuestras emociones... Saltamos de un cuerpo a otro como quien salta de un a balsa dentro de muchas otras balsas sobre un mismo río. Y es muchas veces de ese saltar de balsa a balsa, de ese ir y venir de un cuerpo al otro de donde nace el conflicto porque las cosas dentro de nosotros mismos no fluyen en una misma dirección. Y si dejamos un pie en cada balsa éstas pueden alejarse tanto que caemos al agua.

¿Algún eco en lo que digo?

"Mi cuerpo quiere algo y mi mente no lo permite. No entiendo por qué siento lo que siento. Mis puños se ponen duros porque no puedo controlar las lágrimas. Odio mi trabajo pero no puedo dejarlo. De repente... me río sin saber por qué."

Cuerpo mental fluye hacia un lado, cuerpo físico hacia otro, cuerpo emocional salta y nos paralizamos, nos quedamos estáticos, porque no sabemos qué queremos, quienes somos. Uno entra en trompo. Nos cuesta fluir porque cuando uno fluye, fluye en cuerpo, en mente, en espíritu en una sola dirección y de repente todas esas etiquetas y fragmentaciones de lo que somos, lo que otros creen que somos, lo que queremos ser y lo que los otros quieren que seamos... desaparecen. (Leer "Flow. The Psychology of Optimal Experience" de Mihaly Csikszentmihalyi)

Pasamos mucho tiempo del día, o muchas vidas, viviendo en desorden interno sin percibirlo. Intentamos avanzar en entropía. No s'ólo avanzar, sino correr. Nos apresuramos a tomar decisiones, decir si, o no, sacar conclusiones. Las buenas decisiones toman como premisa el silencio, la unidad. Todas las demás se desarman rápido porque el mismo desorden que las construye, las destruye. No se sostienen porque sus cimientos no nacen de un solo suelo.

Para mí, el principal rol que cumple el yoga es alinear todos nuestros cuerpos (yoga significa unión). Es un medio para poner orden y simplificarnos. No es fácil meditar (yoga es meditación en movimiento) porque tenemos una naturaleza acostumbrada al desbalance y en desorden interno. Cambiar hábitos es una chamba de hormiga. Los retos siempre asustan. Alcanzarlos, aunque sea por un segundo, empodera.

Cuando uno cierra los ojos para meditar, o comienza a fluir de una postura de yoga a otra, puede observar cómo de repente, de pensar en tu rodilla comienzas a pensar en algún recuerdo. Una inhalación y saltas al pasado, una exhalación y viajas al futuro.... cómo cuesta mantenerse presente en un solo lugar. Uno se enfrenta a su propia fragmentación. El yoga se convierte en tu propio espejo.


Se asocia la meditación (el yoga es meditación en movimiento) con poner la mente en blanco. Prefiero verlo como una distancia que permite mirar todas esas nuestras partecitas para recomponerlas, reinventarnos y vivir más cómodamente dentro de nuestros propios zapatos. No es un proceso fácil. Hay días en los que uno llega a sentirse dentro de una batalla en contra de su personalidad y su cuerpo. Todo lo contrario: es una batalla por nuestra personalidad.

Uno se esfuerzas porque el resultado te acerca a ti. A tu yo que es sólo uno. Regresas a hacer vasija que lo sostiene todo. La mejor versión de ti mismo. De repente te haces al mismo tiempo emoción, músculos, neuronas, flor, agua, tus padres, tu niñez, tus amigos, aire y fuego. Aparece un yo como un universo completo y balanceado en donde entra también todo el universo donde ese yo vive.

Muchas clases de yoga terminan con la expresión Namaste. Muchos creen piensan que es un hola, un chau, un buenos días, un que estés bien... Namaste significa "Yo conozco lo divino en ti, en mí y en el universo, y es por eso que todos somos uno."

Namaste hace referencia a ese sentimiento de estar en casa. Y una vez que uno encuentra su hogar dentro de uno mismo, siempre anhela regresar. Es por eso que algunos intentamos meditar o practicar yoga a diario. Para hacernos uno... y como uno solo, poder caminar en paz dentro de un mundo ya fragmentado que busca fragmentarnos. Eso debilita, cansa, aturde, aburre, estresa y nos enferma.

"When you are aligned, you become effortlessly powerful." 

Wednesday, August 15, 2012

Atención - Intención - No Tensión

Tres palabras que no sólo riman... sino que se acompañan, se complementan, se jalan la una a la otra en conflicto hasta alcanzar un balance. A veces caminamos y caminamos en círculos dispersos. Caminamos por las calles de la ciudad, por los espacios de nuestra casa, por los rincones de nuestra mente. Caminamos sin saber qué buscamos. A veces, ni siquiera sabemos si estamos buscando. Es un ir y venir que se conecta con parte de nuestra esencia nómade o tal vez con ese estado inconsciente nuestro que deja de estar con los pies sobre esta tierra y simplemente se pierde entre pensamientos, pasado, futuro, nubes de ideas, recuerdos de personas, sueños. A mí me pasa mucho. De repente, pasaron unos minutos, a veces unas horas y estuve por algún lado haciendo algo que no recuerdo o tal vez que no era ¨importante¨ (lo pongo entre comillas porque si me pongo a definir lo que considero que es importante comenzaría a vagabundear y caer en esos pasos dispersos que acabo de describir).

Creo que esos movimientos del cuerpo y la mente entrópicos, desordenados, son saludables. No siempre podemos estar enfocados. No siempre podemos saber lo que estamos buscando. Inclusive, muchas veces son esos momentos o esas etapas en las que nos sentimos sin rumbo las que nos llevan a una puerta.

Atención. De repente, algo me interesa. Algo causa en mí curiosidad. Algo me impulsa a acercarme. Mis pensamientos y mis pasos comienzan a tener un sentido más claro. Veo un camino que quiero explorar. Me empuja la curiosidad, la intuición, tal vez el aburrimiento o la necesidad de llenar un vacío. De repente, siento el paso del tiempo. Observo, me pregunto, observo, me pregunto... será esto lo que quiero?

Intención. Respondo sí. Esto es lo que quiero. Pongo los ojos en un punto fijo. Alineo mis pasos, levanto la mirada y camino. Al caminar descubro. Los miedos me frenan, las dudas me pueden hacer perder el balance, los recuerdos de lo que queda atrás y las expectativas de lo que debería venir por delante te llevan a puntos estáticos. Yo mismo convierto ideas en piedras en un zapato del que sólo yo soy responsable porque sólo en mi cabeza existe. Algunos opinan, pero en realidad, somos nosotros mismos los que cargamos la mochila, el cuello, los músculos de la cara y comenzamos a correr hacia una meta que nosotros mismos pusimos creyendo que se nos escapa.

No tensión. Respira. eso es falso. Falso. Lo verdadero, lo que realmente anhelas y amas, prevalece. Nada va demasiado rápido ni demasiado lento. Todo tiene su ritmo. Aligero mis pasos sin dejar de sentir el suelo y el aire. Sin dejar de respirar. Sin poner el cuerpo tieso como un pedazo de madera. Balance es mitad fuerza y mitad flexibilidad. Cada músculo mío que trabaja hace que otro opuesto se relaje. Cada palabra de yo si puedo viene acompañada de un quédate tranquila. Mitad enfoque y mitad desenfoque.

Tener una intención sin poner tensión, siempre prestando atención. Qué bonito suena. Puede ser simple si lo manejamos con precisión de cirujano. Y ese trío trabaja en cada postura de yoga que uno practica y en cada reto que uno asume como propio. Hay una línea muy delgada entre la determinación y la tensión. Cuando queremos controlar todo, no podemos controlarnos ni a nosotros mismos. Cuando soltamos demasiado, perdemos oportunidades. Cuando le ponemos ganas a lo que hacemos y confiamos, las cosas pasan de la manera que debe darse. Atenta. Intento. Confío y suelto una cometa amarilla al cielo.

Tuesday, July 17, 2012

Mente y Conciencia

Encontrar esta imagen fue para mí una foto de ese diálogo -a veces lucha, a veces juego, a veces relación de amigos, y otras veces relación de víctima y victimario o de complicidad- entre dos voces que llevamos dentro, mente y conciencia. Prefiero no decir cuál creo que es cuál, porque incluso entre ellas cambian roles. Eso sí, la conciencia a veces se esconde, pero nunca se disfraza porque ella misma es luz y la luz no tiene formas.
... y si no se entiende nada de lo que digo, por lo menos los dejo con una bonita foto.

Tuesday, June 12, 2012

El paradigma de romper paradigmas

A veces hay cosas que no sabemos que sabemos hasta que algo, una imagen, un momento, nos revela un conocimiento interior. A mí me pasó eso hoy con una flor. Se le llama chabelita.

De lejos, siempre había visto estas flores como fuertes porque crecen en todos lados. Andan en grupo aglomeradas en macetas o arbustos. Nunca había tratado de arrancar una. Le pedí disculpas a una, a la que estaba junto a ella y a otra más allá y fui armando un ramito de flores recursero para la casa.

Me sorprendió darme cuenta que para cada flor habían muchas hojas - demasiadas hojas. Sólo de cerca uno se da cuenta de la fragilidad de la flor que cuelga de un tallito delgadísimo acompañado de muchas hojas.

El brote de algo bonito está acompañado de mucho trabajo, de buenos cimientos, de un proceso que en algún momento, algún día, algún año o alguna vida da frutos o flores. ¿Adónde está la relación entre una flor y un paradigma?

En palabras simples, para mí, un paradigma es una idea construida y preconcebida de cómo deberían ser las cosas. Es un molde que quiere ser llenado. Es expectativa -muchas veces hererada, otras veces construida- que queremos convertir en realidad. No me opongo a los paradigmas, pero creo que las letritas que dicen ¿por qué? en la última página del manual (porque hay manuales para ser un buen profesional, un buen padre, un buen hijo, una buena pareja, un profesional exitoso... etc) nuestra sociedad las ha borrado. 

Y dentro de tantos paradigmas, existe el famoso y muy de moda paradigma de romper paradigmas: lo dejas todo para irte al Tibet, renuncias a tu trabajo tirando la puerta al salir, sales del closet o decides mudarte a otro país repentinamente... pero esos cambios son sólo el primer paso para romper un paradigma. Si un paradigma crece adentro nuestro en el tiempo, con las conversaciones, con la cultura y la influencia de nuestro entorno no puede desaparecer tan rápido. Romperlo es un trabajo de arqueólogo, hormiga, ciego y sordo porque siempre regresa la duda a pisarnos los talones y cuestionar si realmente queríamos ir al Tibet, si la chamba era tan mala o si el lugar dónde estaba antes era tan malo.

Y comienza la destrucción del paradigma y la construcción de una identidad propia, única, irreplicable. Un producto del que sólo nosotros poseemos los derechos de autor. Que nadie más puede comprender del todo porque el barco se va armando mientras lo navegamos por olas grandes, chiquitas, lagos y charcos hasta llegar a la tina de nuestra cada en donde nos bañábamos cuando éramos niños. Los paradigmas nos envejecen. Madurar es regresar a nuestra esencia de niños.

Paradigma y dogma tienen sonidos parecidos. El paradigma está cargado de imágenes que hemos ido colgando en la pared de nuestro corazón y nuestra imaginación. Sacar esos cuadros a veces puede ser doloroso. Pero luego aparece la pared blanca y limpia.... y sonríes. Detrás de un paradigma que elegimos importar hay anhelos y deseos propios que no queremos dejar del todo. Por eso, rechazarlo por completo resulta también una opción fácil.

Aceptar al 100% es lo mismo que descartar al 100%. Ambas opciones son absolutas. Lo fascinante de los seres humanos es su individualidad, sus incoherencias, sus relativos, y todo aquello que los hace personas de carne y hueso reales y no encajonados como estatuas para ser colgados en alguna pared de retratos importantes. Realmente creo que los mejores retratistas del mundo son los niños. Ellos sí que reflejan lo que somos más allá de nuestros huesos, piel y pies.

 Uno no rompe un paradigma... lo va dejando atrás. Y mientras más vivimos creyendo en un paradigma o en una imagen construida de quiénes debemos ser, más frágil es el nuevo camino que seguimos lejos de él. Como el tallo de esa flor que fácilmente se desprende si no se le trata con cuidado. Una verdad profunda que descubrimos en nosotros es algo que tenemos que proteger con muchas fuerzas de vientos y opiniones externas que hablan desde sus propios paradigmas. Muchas veces, la luz de una vela necesita que la tapemos con las manos.

Creo que ayuda comprender que lo que hacemos no es lo que nos define. Nosotros ya estamos definidos desde que pusimos un pie en el mundo como seres perfectos y llenos de potencial. Lo que hacemos o dejamos de hacer es tan sólo aprendizaje. Nuestros logros y nuestros errores son el mismo tipo de aprendizaje que no nos da ni nos quita valor agregado, porque no hay nada dentro nuestro que falte o que sobre. Todo está ahí y lo ha estado siempre. Llegamos a este mundo libres y estamos hechos para ser libres.

¿Y qué paso con la chabelita? Ya ni sé, pero de todas formas, le doy las gracias por haber aparecido en mi martes.

Thursday, April 26, 2012

Turismo necrológico interior

Una noticia en el Comercio de hoy me dejó pensando..

El estudio de un análisis de comportamiento colectivo es el mismo que el de uno mismo. Nunca he entendido por qué y en qué momento desarrollamos un gusto por el sufrimiento. Por recordarlo, por recrearlo en nuestra cabeza. ¿Por qué se hace uno adicto al drama? ¿Por qué el héroe siempre sufre? Aquí explican el turismo a lugares donde se recuerda el sufrimiento.

http://elcomercio.pe/turismo/1406931/noticia-turismo-necrologico-extrana-fascinacion-visitar-lugares-tragicos

 Si uno presta atención a su día, puede ver que hacemos por lo menos un par de estos viajes internamente. ¿Para qué? Si resulta igual de fácil, treparse al avión de la imaginación y los recuerdos y volar a algo bonito? Tenemos que volver a entrenar al piloto y hacerlo conciente que vuela en dirección equivocada. Un giro de 180 grados por favor!

Tuesday, April 24, 2012

Alerta Amarilla

No puedo poner alerta roja porque la advertencia de la que me provocó escribir no es nada tan grave como una alerta de tsunami mental. Tampoco quiero caer en pesimismos. Sólo me descubrí sacando los pies de la realidad una, dos y ocho veces seguidas y decidí ponerlo en palabras para poner señal de alerta y frenar un poco esos pensamientos que nunca están conformes con el presente.

La mente tiende a pensar en negativo. Ve los peros, los errores, las fallas, la línea chueca, el vaso mitad vacío. Si la entrenamos podemos formar patrones de pensar en positivo, pero no creo que me equivoco si afirmo que si la dejamos a su libre albedrío, va a tender a mirar el punto negro dentro de un maravilloso cuadro de puntos de colores. ¿Por qué? Buena pregunta. Sólo sé que a algún científico loco le escuché decir que para cada 10 pensamientos que tenemos, 9 son negativos. Estadística alarmante. Pero ese 1 puede ser poderoso porque un equipo de fútbol sólo necesita un gol para ganar un partido.

Pero hoy quería escribir sobre esas olas de pensamientos positivos que también pueden resultar peligrosos.

Cuando algo bueno pasa, ¿por qué nos cuesta tanto estar satisfechos? ¿Por qué uno tiende a querer un poquito más? Si prestas atención, vas a darte cuenta que pocas veces nuestras ganas de que algo bueno pase quedan totalmente satisfechas. Pocas veces cerramos la oración con un gracias como punto final. Uno da gracias por la buena noticia, por el nuevo trabajo, por los nuevos amigos o por la sorpresa del día e inmediatamente, espera un poco más. El problema está cuando construímos castillos de cristal sobre las cosas buenas que nos suceden. Inmediatamente, la mente sale disparada y usa esa misma estrategia de crear realidades. Frente a realidades positivas, nos dejamos llevar, soñamos un rato, y otro más, y otro más, y los deseos se vuelven fantasías y las fantasías, realidades en nuestra cabeza que nunca llegarán a ser tal y como las imaginábamos. Y de repente, hemos escrito la crónica de una muerte anunciada. Lo imaginado se convierte en expectativa, la realidad deja de ser maravillosa y dejamos de dar las gracias por lo que tenemos aquí y ahora, con nosotros.

 ¿Por qué nos cuesta tanto estar presentes? ¿Por qué si queremos un cuadrado, y el universo nos lo regala, de repende queremos meterlo dentro de un triángulo? Leí por ahí que los deseos son como pedazos de paja sobre los ojos. A veces, incluso en esos días buenos en los que todo va bien, no hace mal hacer dos puñitos y sobarlos sobre los ojos para despertar, para ser y estar, sin ninguna otra palabra que le sigue a esos dos estados. Yo soy. Yo estoy. Esas dos oraciones ya están completas. La linguística se equivoca al creer que se necesita alguna otra palabra que complemente el ser y el estar. Yo soy. Yo estoy. Alerta con andar construyendo casas de cartas. Cualquier soplido las tumba.

Friday, March 23, 2012

Un NO Bueno

Hace unos días, alguien me soltó una frase que se me ha quedado dando vueltas por la cabeza: "El no construye la individualidad." Sonó interesante.

Tengo un sobrino de 2 años y medio. Para los niños, el descubrimiento del no es como una puerta nueva a la liberación, a la voz propia. Cuando lo aprenden, lo usan todo el tiempo, bajo cualquier circunstancia, frente a cualquier pregunta. ¿Tienes hambre? No. ¿Quieres jugar? No. ¿Me quieres? No. No importa qué les digas. La respuesta es siempre no (seguida de un silencioso si como para que no lo escuchen... porque sí quieren jugar, si quieren comer y sí te quieren.) Pero es como si de repente, el niño descubriera que rechazar le da poder, le da carácter, le da voz. Pasan años, y se les quita la moda. El no empieza a manejarse mejor, y pasa ser una respuesta contraria al sí. Sin embargo, al pobre no etiquetado de malo y negativo lo metemos a un clóset, le bajamos el volumen y de repente a todo le decimos sí y perdemos una vía a nosotros mismos.

No es fácil saber qué quieres hacer, con quién quieres estar, qué quieres comer, quién eres. Sin embargo, mientras uno gana más confianza en un mismo, uno va descubriendo de qué cosas no prefiere formar parte, a qué lugares prefiere no ir, qué cosas prefiere no comer, qué cosas no quiere estudiar.

Tal vez es por descarte que construimos nuestra identidad. Creo que es mucho más difícil descubrir lo que uno quiere que lo que uno no quiere. No todo lo que uno rechaza es malo, sino simplemente, no adecuado para el momento. Inclusive esos no-s equivocados nos enseñan a ver lo que perdemos. Y los acertados son gratificantes porque nos permiten escuchar nuestra propia voz. Soltar un NO yo creo que es mucho más difícil que recibirlo.

Un NO es un descarte, y todo descarte es la despedida a una posiblidad. Un NO -recordando lo que diría Rosa Montero en "La Loca de la Casa" acerca del miedo a la muerte de las ideas- es una muerte. Mueren puertas, posibilidades y caminos. Pero se construye el camino a uno mismo. Al final, no podemos abrir los brazos a todo. Pero hay tantas posiblidades, tantas cosas bonitas por explorar, o tantas vidas que uno quiere vivir dentro de un mismo cuerpo, que si no es posible definir lo que uno es, uno puede comenzar por reconocer lo que no es, o lo que no quiere ser. Me sorprende descubrir que un NO puede ser una herramienta que te da libertad y alas.

¿O no?

Y pensando en las personas que más respeto, en las que más me apoyo, a las que más busco, son aquellas que tiene muy claros sus no-s. No siempre son no-s que comparto, pero eso es lo de menos. Lo que me gusta es la libertad con la que dicen no sin culpa, sin duda, sin miedo a perder. Son no-s con cabeza y con los pies bien plantados en el piso. No-s que no buscan probar nada porque ya están suficientemente convencidos de lo que quieren y lo que son. Son no-s que esconden un SI.

Gracias no, por existir en nuestro lenguaje, en todos los lenguajes, sobre todo en el de los niños.

Monday, March 5, 2012

Hilos Invisibles

Me gusta imaginar a una bruja buena sentada encima de las nubes tejiendo con hilos transparentes mi vida, la tuya, la de todos y la del universo. Me gusta creer que hay hilos que nos unen y nos separan, que nos llevan por caminos distintos que corren paralelos y que todo forma parte de un sistema interconectado de tejidos con motivos, explicaciones y sentidos que sólo se comprenden con el paso del tiempo. Es difícil comprender las cosas cuando uno forma parte de ellas. Me gusta imaginarnos como una familia infinita de marionetas con libertad de hacer y deshacer, pero siempre unidos a esa maraña de hilos sutiles perfectamente equilibrados que en realidad son un sólo cordón muy largo que se transforma en relaciones y situaciones, en días y noches. Cuando uno mira atrás, siempre puede comprender con claridad el por qué de las huellas, los errores, las sonrisas y las lágrimas. Uno puede ver los hilos. Por eso me gusta creer que todo es perfecto: porque con el tiempo siempre he comprobado que todo tiene un sentido. Somos parte de un sistema perfecto y justo que nos enguye tanto que no siempre podemos percibirlo como un todo. Por eso sólo nos queda confiar y agradecer lo que trae el día de luz y también el gris. Es bueno recordar que existe tiempo y gravedad. Y eventualmente la vida encaja, y se desencaja, y vuelve a encajar y se vuelve a desencajar, al ritmo de una incertidumbre casi musical de subidas y bajadas demasiado creativas para imaginarlas. Porque unos hilos tienen que moverse para que otros armen flores, y muchas flores tienen que tejerse para poder formar un jardín, tenemos que dejar trabajar a esa bruja buena que sentada sobre una nube, lo único que busca es tejer las cosas en orden.

Monday, February 13, 2012

Despegando Etiquetas

Todos jugamos un rol dentro del grupo que habitamos. En la familia, entre nuestros amigos, en el trabajo... somos el más fuerte, o el más divertido, el más desordenado, el más despistado, el más alegre.... y así, en función de nuestro rol, otros juegan otros roles, generalmente opuestos o complementarios. O tal vez el proceso es al revés... intentamos jugar el rol que otros no juegan. Puedo estarme equivocando, pero creo que en el fondo todos tenemos una necesidad interna de diferenciarnos del grupo y por eso llenamos vacíos sociales. Y en ese intento por llenar el vacío, podemos llegar a vaciarnos de nuestros anhelos, nuestros secretos, dejando ir las travesuras que quedan escondidas detrás de etiquetas que antes que nadie nos pusimos nosotros mismos.

Todo empieza en casa. Muy pocas veces los hermanos son parecidos en personalidad. Basta comparar familias de más de uno para notar que muchas de las características de un hermano son el efecto ping pong de la personalidad del otro. Un trabajo en equipo silencioso por tener de todo un poco. Por balancear el orden y el desorden, la voz fuerte y la voz ausente, la rebeldía y la obediencia, la flojera y el entusiasmo por salvar el mundo.

¿Pero qué pasa si un día uno decide jugar otro rol? Si el débil se hace fuerte, y el responsable se olvida lo que tenía que hacer, y el callado suelta un chiste... ¿qué pasa cuando el flojo destaca? ¿o cuando el que carga las estrellas en la frente decide reununciar a su trabajo y dormir hasta tarde? Nada pasa. Porque uno no es rol que juega sino mucho más que eso. Si un rol se rompe, todos los demás roles pierden un poco de sentido. Todos pueden serlo todo. Cuando uno se reinventa reinventa el aire a su alrededor.

Es bonito darte cuenta que cuando te liberas de tus miedos, de tu mochila y de tus etiquetas, les das a otros permiso para liberarse. Si sé quién soy y qué quiero, puedo disfrazare sin problema y jugar un rato. Es una buena práctica de flexibilidad jugar con serlo todo y saber que no somos mucho más que nuestra esencia, y esa esencia, está lejos de nuestra profesión, nuestra forma de hablar, o de nuestros chistes.

Todo comenzó con una frase que me mandó un amigo el otro día...

...our thoughts shape what we perceive as reality every bit as much as reality shapes our thoughts. We are more than mere observers of reality – we are creators. It is we who produce and direct our own movie – the same movie in which we ourselves are the stars.

What kind of movie would you like to create today? Love story? Comedy? Drama?


Buenas noches etiquetas.

Sunday, January 29, 2012

Aprender es Recordar

... Y siguiendo la línea de las reflexiones filosóficas, comparto con uds. un fragmento del Menón de Platon en el nos dice que ya todo lo sabemos...

"El alma, pues, siendo inmortal y habiendo nacido muchas veces, y visto efectivamente todas las cosas...no hay nada que no haya aprendido; de modo que no hay de que asombrarse si es posible que recuerde, no solo la virtud, sino el resto de las cosas que, por cierto, antes también conocía. Estando pues toda emparentada consigo misma, y habiendo el alma aprendido todo, nada impide que quien recuerde una sola cosa -eso que los hombres llaman aprender- encuentre él mismo todas las demás, si es valeroso e infatigable en la búsqueda. Pues, en efecto, el buscar y el aprender no son otra cosa, en suma, que una reminescencia."

Bonito recordar que todas las respuestas las llevamos dentro de nosotros.

Los Cimientos del Conocimiento

Por cosas de la vida, me vi embaucada con una clase de filosofía antigua y medieval todas las mañanas por cinco semanas del verano. A puertas de la primera semana de clases, cambio mis quejas anticipadas -quejas de alguien que pronosticaba una larga y tediosa caminata- por un gran gracias.

He podido leer un poquito de Sócrates (lo que escribieron de él porque él sólo creía en la oralidad y el aprendizaje a través del diálogo), o escuchar las explicaciones del origen de las cosas de Anaximandro, Anaxímenes, Pitágoras, Hesiodo y todo ese club que imaginamos los no-filosofos como una suerte de papa noeles flacos -barbudos empolvados que hablan de cosas sabias mientran ponen un puño debajo del menton. Uno siempre cree que dicen cosas demasiado abstractas como para aplicarlas a nuestro día. En realidad, me sorprende lo mucho que dijeron y que siguen diciendo detrás de las líneas polvorientas de sus libros que van perdiendo eco mientras muchos de nosotros seguimos leyendo a otros y preguntándonos cómo reinventar la rueda.

A veces, mucho de aprender esta en regresar a los que ya pensaron las cosas. Y es de eso que me provoco hablar hoy. De la importancia del conocimiento teórico. De leer cosas que parecen inútiles. De nunca dejar de perder el tiempo leyendo algo por el placer de leerlo, sin buscar un fin práctico, una solución. Nutrirnos siempre de conocmiento que va más allá de cuarto poder.

Es cierto que la mayoría de las cosas que aprendemos son un resultado de la vida. Desde que despertamos hasta que nos vamos a dormir, tenemos infinitas posibilidades de aprender y escribir nuestro propio libro de teorías y reflexiones. Las vidas de todos son igualmente ricas y ofrecen el mismo menú de opciones para crecer, sólo que unos nos ponemos lentes mas grandes que otros. Me opongo totalmente a quienes creen que sólo se aprende de los libros, pues quien no vive lo que lee, no lo aprende. El cuerpo no TIENE memoria: ES memoria. Por lo tanto, sólo aprendemos algo cuando esto llega al nivel de nuestras neuronas. El conocimiento sólo existe realmente cuando es sentimiento, cuando se respira, cuando se entiende. Sino, podemos caer en el peligro de hacernos loros que repetimos lo que escuchamos sin saber de que estamos hablando.

Hay tanto conocimiento flotando por internet, libros y personas, que hasta cierto punto lo que llega a nosotros es arbitrario y aleatorio. Nunca por casualidad. Pero pocas veces somos nosotros los que escogemos lo que leemos, y son más los libros y las frases que nos buscan a nosotros porque es el momento de prestarles atención. A veces llegan en papel. A veces, en persona.

Por eso necesitamos ser nuestro propio filtro. Tenemos que ordenar la información y construir fotomontajes de lo que dice Platón, Mafalda, nuestros padres, el taxista, una mosca y el mar. Y así, de esa mezcla de informaciones cuidadosamente seleccionadas nos convertimos en personas de tres dimensiones que piensan y viven a su manera. Somos todo: lo que leemos, lo que escribimos, lo que decimos, lo que callamos, lo que vivimos y dejamos de vivir, lo que recordamos y olvidamos.

No creo que dentro de la palabra conocimiento se encuentre la palabra cimiento por casualidad. Cimiento como base, fundamento, el suelo que sobre el que me paro. Mis dos pies. Vivir y leer al mismo tiempo. Salir a caminar y escuchar a alguien hablar sin querer argumentar. Teoría y práctica como parte de un mismo aprendizaje. Reconocer nuestra ignorancia para hacernos un poquito mas sabios, como diria Sócrates.

Y dentro de esa búsqueda de conocimiento, regresar a esas líneas polvorientas que a veces uno tiene que leer una, dos o tres veces, uno puede encontrar buenas sorpresas.

Wednesday, January 18, 2012

Cometas Amarillas

Cuesta soltar... soltar un recuerdo, una palabra que tocó algún botón, un par de zapatos viejos que tienen historia, un miedo, una expectativa, un plan, un sueño, una pena, una alegría, un buen día, y uno malo. Cuesta soltar lo que uno cree que es y lo que uno cree que será. Suelta soltar un amigo, una relación, una familia, una mascota, una planta. Suelta soltar el hogar, las costumbres, el país, la rutina y la bodega de la esquina. Pero con la práctica uno puede aprender a soltar. Es una práctica hacia la libertad. Cuando te liberas, liberas a otros, y cuando no necesitas más que a ti mismo es cuando más recibes, cuando te llenas de mejores recuerdos, alegrías más verdaderas, palabras más sabias, expectativas más reales, sueños más realizables, familias más unidas, amigos más cómplices. Cuando sueltas recibes más amor desde todas las esquinas del universo. Pero es difícil soltar... es aún más difícil y más grato soltar con alegría y agradecimiento... así como una cometa amarilla que se te escapa de las manos y se va volando hasta perderse en las nubes. Por ahí se va. Desde Lima hasta la luna.

Tuesday, January 17, 2012

Lección de una Lesión

El jueves desperté con un dolor tonto en la parte de atrás de la costilla izquierda. Hice yoga de manera normal sin prestar mucha atención a la molestia. El viernes amaneció peor y me di cuenta que algo se había movido por ahí. La clásica pregunta - ¿paro o sigo estirando?

Los que me conocen seguro saben cuál fue mi respuesta. No dudé en seguir estirando. Cambié una práctica intensa por una suave, al 50%, pero seguí estirando. Decidí enfocarme en la forma y dejar la profundidad de lado por unos días. Sigo explorando.

Muchos podrían insistir que el cuerpo necesita un descanso para sanar. Estoy de acuerdo. Pero también estoy completamente convencida que el yoga es una práctica sanadora y que hay muchas lecciones detrás de las lesiones que uno deja de aprovechar por quedarse estático. Creo que la sanación en movimiento es un proceso del que uno aprende. La sanación en completo reposo es como esconder lo que no quieres ver debajo de la alfombra. Vuelve a salir. Bikram sostiene que "el dolor mata el dolor". Creo que es una frase que si se toma en cuenta CON CUIDADO, tiene mucho de cierto.

El viernes, el dolor estaba en la parte de atrás de la costilla izquierda. El sábado, se movió para adelante. Volví a hacer mi práctica de yoga el domingo y sentí el músculo medio contraído a la altura del corazón. Ayer seguía ahí, y hoy, con la ayuda del calor, siento que ya se va soltando. ¿O será que me acostumbré a vivir con la incomodidad?

(Vuelvo a insistir: esto no es una receta sobre como tratar una lesión. Sólo comparto una opinión, una reflexión y les cuento lo que un intercostal estirado puede traer consigo.)

Creo que detrás de las lesiones es mucho más fuerte la dosis de incomodidad que la de dolor. Es una sensación extraña adentro del cuerpo que no nos gusta tolerar, que genera impaciencia, frustración, hasta rabia e impotencia y que muchas veces etiquetamos de CUIDADO! NO TOCAR! antes de lo debido. Cuando algo incomoda lo natural es querer que se vaya rápido y la receta más conocida que nos han dado es es reposar, enyesar, tapar y esperar. Funciona, pero mirar con cuidado también es una herramienta efectiva.

Esta vez opté por sacar una lupa del bolsillo y estirar lo que me molesta. Me sigue fastidiando y mentiría si no dijera que me quejo con frecuencia. Pero sigo aprendiendo sobre mi cuerpo y sobre cómo uno puede acostumbrarse a situaciones distintas. De alguna forma, una lesión te ayuda a mirarte con más cuidado y a relacionarte con aquellos que realmente experimentan dolor en todo el cuerpo. Por un segundo imaginas un dolor como el tuyo por todo el cuerpo, por toda una vida, y nace un profundo gracias desde el fondo del corazón. Una lesión te enseña de compasión hacia ti y otros. (Lección #1)

Es mucho más difícil bajar la intensidad de lo que uno hace que parar del todo. Para el que siempre da su 100% o busca exigirse al límite, un 60% huele a tortura. Ahí está la lección #2.

Ver cómo la lesión se transforma resulta bastante interesante. Es como ver cómo el cuerpo sana de a poquitos, igual que el corazón. Las emociones se transforman todo el tiempo. De repente, una pena se disfraza de rabia, se pone el sombrero de orgullo, se esconde en el olvido y en menos de lo que uno cree regresa convertida en pena. Y así, finalmente, luego de su ciclo, se va. Lo que nos sucede es que muchas veces preferimos taponearlo todo y caminar por el mundo con una capa de superman hecha de papel toalla. Olvidamos que mirar hacia adentro puede ser mucho más fácil si tomamos las cosas con naturalidad y gratitud así se vean color hormiga.

Lo mismo debería pasar con una lesión. Y mientras da vueltas por el cuerpo, su visita puede dejar un buen recuerdo detrás de un mal sabor. Y cuando se va, no se ha ido, sólo se ha transformado en un músculo, un hueso o un tendón mucho más fuerte.

Al final, el cuerpo es sólo una esponja de las emociones, y éstas, un reflejo directo de cómo enfrenta nuestro cuerpo al clima de eventos que nos rodea a diario. Y en el medio se para la mente, a tratar de hacer travesuras para cortar ese hilo fino pero que nunca se rompe entre lo físico y lo emocional.

PD. Mis disculpas a los doctores.

Thursday, January 12, 2012

De Pesca al Presente

Resolví el acertijo entre el valor del proceso y el valor de la meta.

Estuve deambulando por la filosofía de vivir el momento, estar presente, disfrutar el proceso de arriba para abajo, de adentro hacia afuera, tratando de realmente ser y estar. Lograrlo es algo maravilloso. Qué mejor que liberarse de la noción estrecha de éxito como una meta alcanzada (el éxito está, para mí, en el disfrute de cualquier circunstancia, hasta la más adversa y la más incómoda - pero eso es tema para otro día).

Nos educan enfocándonos en alcanzar un cartón, un lugar alto, la cima de la montaña, "por ser alguien en esta sociedad", por no perder el tiempo en tonterías. Nos impulsan a sacarnos buenas notas, a brillar en deporte o pintar cosas bonitas sin salirnos de la raya. La lección del ensayo y el error pasa a un segundo plano opacada por la perfección al punto de habernos almidonado hasta los tobillos. (Por ejemplo, no deja de frustrarme la presión que ponen algunos padres en sus pobres hijos por hacerlos entrar el colegio de sus sueños, incluso intentando meter cuadrados en círculos y generando situaciones de stress en pequeños cuerpecitos que recién comienzan a caminar por el mundo - pero nuevamente, ése es otro tema que se escapa de angieland).

Todos los procesos que vivimos desde niños empiezan a desenfocarse en su intento de enfocarnos en un supuesto resultado que ignora que todo cambia cada segundo y que no contamos con más herramienta que nuestra flexibilidad para adaptarnos al tiempo. El problema de buscar un resultado o alcanzar una meta no está en la meta en sí, sino en que comenzamos a creer que el fin justifica los medios hasta llegar al punto en que nos conformamos con que nuestro trabajo aburrido nos ahogue y que la espalda nos duela porque podremos viajar, comprar un carro y vivir en un depa lindo. Ojo que no dije que nos conformamos con el trabajo - dije que nos conformamos con que el trabajo nos aburra. Ahí va el punto de este post.


Ya hace tiempo mucha gente comenzó a hablar de disfrutar el momento y de vivir en el ahora. Pero la realidad es que cuanto más lo intentas, más se te escapa de las manos. ¿O me equivoco? Lo veo al hacer yoga, al manejar, al comer, al leer un libro, al conversar con alguien o al trabajar frente a la computadora. La mente siempre busca escaparse a otro lugar. O mejor dicho, hay algo que la atrapa, que la saca del proceso. Algún pensamiento intrépido siempre consigue robarnos el presente. Y en ese instante, si uno anda en este viaje de comprender la conciencia y buscar orden, tiene la suerte de darse cuenta y de estirar al brazo para recuperar la atención antes de que termine en Júpiter. Y así logras, por un segundo, con suerte por un minuto, regresar a ESTE momento. Y SAS! otro pensamiento vuelve a desordenar la cadena de pensamientos y movimientos que te conducen en el proceso de leer, comer, respirar. Y así nos la pasamos con energía dispersa que sale disparada en todas las direcciones. Y así, nos quedamos como trompos girando sobre un mismo punto frustrados porque sentimos que por más esfuerzo que hagamos, siempre viene algún pensamiento a robarnos la partida. (PLOP).

En el libro FLOW, creo que encontré una puerta de escape, de regreso al presente, muy efectiva, simple, que concilia esa noción de llegar a una meta y disfrutar el presente. Las dos filosofías hippie y overachiever y comienzan a generar una vida mucho más placentera. La meta se viste de director de orquesta pero siempre mantiene las slaps y el short debajo del disfraz de pinguino. La música marca el ritmo pero puede cambiar de director en cualquier momento porque de repente, se cansó de ser salsa y optó por ser rap.

Pongamos las cosas más claras.

La complejidad de cualquier situación despierta nuestra atención, nos pone más alertas y nos enfoca. Eso está sicológicamente comprobado. Una dificultad sutil puede poner fácilmente nuestros pensamientos en orden para que nuestra energía camine en una dirección y no en veinte. Sólo basta pensar en cualquier ejemplo. Cuando estamos en una situación de repentino riesgo, todos lo demás desaparece. Si alguien te está siguiendo, ¿acaso se te ocurre responder al chat del blackberry? ¿O qué pasa cuando un perro se te cruza mientras manejas en la carretera? ¿No son las piedritas en nuestro camino las que nos hacen mirar el suelo y ver dónde pisamos? ¿Y cuando alguien te habla bajito, no acercas la oreja para prestarle más atención?

Es el reto lo que nos enfoca porque requiere un esfuerzo extra. Hay que salir de lo que sabemos que podemos hacer para hacer un poquito más. Y ese poquito más, ese esfuerzo, es lo que te conecta contigo y con lo que estás viviendo o haciendo. Por el otro lado, es el aburrimiento lo que genera un espacio donde la mente puede distraerse y salir a montar bicicleta y comprar chicles. Y así, algún pensamiento que te lleva a otro, y a otro, y a otro. Como no hay ningún esfuerzo físico la cadena de ideas se teje a velocidad de la luz y en piloto automático y en menos tiempo de lo que te diste cuenta terminaste en la Marina cuando querías irte a la Molina y estás triste en un día de sol.

En los últimos días he descubierto un cierto placer por retarme todo el tiempo como estrategia para estar presente. Juro que funciona. He disfrutado casi cinco días de tiempo libre sin sentirme inútil o inactiva. Sólo por adherir ese chip en mi cabeza de buscar el pequeño reto en lo que hago. Por siempre querer las cosas un poquito mejor. Sobre todo cuando veo que mi mente sale disparada, miro lo que estoy haciendo, y aumento la complejidad. Pueden ser cosas simples. Si camino, intento ponerme un tiempo para llegar. Si como, lo hago de manera más lenta. Si nado, trato de estirar mis brazos todo lo que puedo. Si hago yoga, no me muevo así me pase un tren por encima. Si escucho música, trato de prestar atención a los instrumentos. Si aguien me habla, lo miro a los ojos con atención. Ejemplos hay infinitos una vez que descubres la herramienta de generar tus propios retos y poner tus propias metas. Ojo que sólo valen las metas posibles que al ser cumplidas te dan satisfacción. No hablo de cartones sino más bien de buscar pequeñas victorias silenciosas.

Estas metas están muy lejos del cartón con marco y vidrio. Generan un placer en el proceso de alcanzarlas. Es como vivir dentro de un juego. Tú pones tus reglas y tú generas un sistema propio de retos y logros, pero sobre todo, de caminos que dejan de ser los mismos de todos los días. Al final, la meta deja de ser un punto de llegada estático o impuesto desde afuera y sólo permite una dirección. La comprendes como una estrategia para disfrutar el camino y por eso también deja de ser un peso en tus hombros. La meta que era el punto de partida se hace tan ligera que repentinamente la olvidas y te olvidas también de ti mismo y de tus rollos porque tu atención está en el comer, en el nadar, en el respirar. Qué importa si lo que querías era salir a comprar un chicle o cambiar el mundo.

Y cuando viene el desenfoque algún pensamiento zamarro, siempre puedes sacar otro hilo de pescar del bolsillo y lanzar el anzuelo hacia un nuevo reto. Y en esa dinámica, el trabajo se convierte en juego, los días se hacen de su tamaño real y las interacciones con los demás se hacen mucho más entretenidas.

Así que.. a pescar!

PD. BONUS. También ayuda auto ampayarse y reírse de uno mismo y su drama, su distracción o su locura.

Sunday, January 8, 2012

Mini Dharmas

En un café barranquino, una muy buena amiga me dijo en palabras simples por qué creía ella que estaba en mi vida en este momento. No puse objeción alguna porque creo que tiene toda la razón. Me gustó mucho que me lo dijera, y en el intento de hacer lo mismo y de pensar en cuál era el motivo por el que yo había entrado en su vida me percaté que muy pocas veces había reflexionado sobre el rol que puedo cumplir en la vida de las personas con las que comparto mi tiempo. Uno siente, sospecha, intuye, pero cuándo realmente te sientas y te preguntas, ¿por qué yo estoy aquí con esta persona? ¿Qué tengo que aportar yo a esta relación? ¿Y por qué esta persona está aquí conmigo? (una buena pregunta para hacer, sobre todo, con las personas que nos pasan de vueltas - ahí están nuestros maestros)

Creo que hay algo gratificante -y también una dosis bonita de responsabilidad - en el darte cuenta que cumples una misión en la vida de otra persona. Descubrir o por lo menos especular sobre cuál es esa misión puede generar mucha calma a la sombra de estas preguntas existenciales que pesan mucho y parece prometen que llegarán algún día entre bombos y platillos, - qué hacer con mi vida, dónde estar, cuándo hacer, cuándo ser, cuándo empezar, cuándo terminar. Responderte una pregunta más simple pero de la misma familia te recuerda que sólo se puede tener cierto control sobre lo que se vive en el presente, y dentro de ese marco de tiempo, es la interacción con otras personas el espacio en donde podemos poner en práctica ese don especial, ese valor agregado único que tenemos dentro nuestro. Tal vez la respuesta esté en nuestras narices y nosotros andamos buscándola entre nubes. Tal vez no estamos aquí sólo por un propósito, sino son muchos los propósitos que vamos cumpliendo mientras tejemos y descosemos relaciones a lo largo de nuestras vidas.

Nos podemos pasar la vida entera explorando la gran pregunta de letras mayúsculas color neón sobre nuestro propósito en la vida. Unos le llaman dharma y hay muchas explicaciones sobre el significado exacto del término (Percy García acaba de dar un seminario sobre este tema en Limayoga - habrá que pedir los apuntes). Si no me equivoco, descubrir tu dharma es descubrir ese talento único dentro de ti que te da un espacio único en este planeta para cambiarlo y evolucionar. Descubrir tu dharma y practicarlo te da plenitud, te hace feliz porque sientes que tu vida tiene sentido. Una vida que no tiene un propósito claro avanza, pero no brilla, no alcanza su potencial máximo. Una vida sin dharma es como andar flotando medio a la deriva.

El concepto de dharma me suena maravilloso pero tengo que aceptar que me intimida un poco. Tal vez porque sólo distingo rasgos y garabatos de la razón por la que estoy aquí en este tiempo. Pero creo que podría conformarme con empezar a ver por qué entro en la vida de alguien y cómo puedo aportar a hacer su vida un poco mejor. Es tal vez desde ahí desde se va construyendo la escalera para subir a ese espacio entre las nubes donde aparecerá ese supuesto pergamino que te relata el por qué de tu vida.

A veces nos cuesta conformarnos con respuestas simples, misiones sutiles y creemos que las grandes preguntas vienen cargadas siempre de complicadas fórmulas para ser resueltas. Hemos visto demasiadas películas y conversado con muy pocos héroes vestidos como gente normal. Gracias Sil porque hoy me enseñaste a preguntar y en esa lección encontré una respuesta.

Thursday, January 5, 2012

A fluir.. con gracia

El mismo libro del que hablé ayer sigue generando ecos muy bonitos que quiero compartir. Mihaly Csikszentmihalyi describe la experiencia de flujo con la experiencia que te llena a plenitud, que te sumerge en tu mundo, que te hace perder el sentido del tiempo, que te reta de manera posible, y esa posibilidad de alcanzar es lo que te da confianza en ti mismo y te hace más persona, más tú y más parte del mundo. Gozas tanto del proceso y del momento que la meta pasa a segundo plano porque lo único que importa, es tu esfuerzo y gozo en el momento presente.

Les dejo una cita del libro FLOW de una de las miles de personas entrevistadas para sustentar la investigación, y un video que explica mejor que cualquier palabra lo que significa fluir... y hacerlo con gracia. ¿Por qué no vivir así nuestro día a día? ¿Qué es lo que nos lo impide? Que sea un bonito día para fluir como un alpinista, un violinista, como uno mismo sabe hacerlo desde el fondo de su corazón.

Palabras de un escalador: "Es maravilloso estar cada vez más y más cerca de la autodisciplina. Haces que tu cuerpo trabaje y te duela todo. Entonces admiras tu propia personalidad, lo que has hecho, tu mente da un vuelco. Llegas al éxtasis, la autorrealización. Si ganas un número suficiente de batallas en la lucha contra ti mismo, por lo menos durante un momento llega a ser más fácil ganas las batallas en el mundo. - La batalla no es realmente contra la personalidad, sino contra la entropía (desorden) a la conciencia. Es realmente una batalla POR la personalidad; es una pugna para establecer control sobre la atención. La pugna no tiene que ser necesariamente física, como el alpinista, pero quien ha experimentado el flujo sabe que el dsifrute profundo que provoca requiere un grado igual de concentración disciplinada."

Video de Yoyo Ma FLUYENDO
http://www.youtube.com/watch?v=6U4a4jkoqo4&feature=related
"El disfrute está caracterizado por ese movimiento hacia adelante: por un movimiento de novedad, de realización."

Tuesday, January 3, 2012

Lecciones de una roncha

Ayer hablaba de maestros silenciosos y de desarrollar la capacidad de aprender de todo. Hoy, mientras practicaba yoga, de repente percibí una roncha. Una roncha durmiente que debió haber aparecido hace un par de días pero que decidió saltar a mis ojos hoy, durante mi práctica. Mis ojos le hicieron caso, le dieron una señal a mis manos, y comencé a rascarme. Una, dos, tres, mil veces en dos segundos. Felizmente una mano a mi costado me agarró el brazo y me hizo darme cuenta que un punto sobre mi piel había adquirido la fuerza de un elefante. Mientras más me rascaba, más me picaba y mientras más me picaba, más me quería seguir rascando. Pero me autoregañé, saqué algùn matamoscas que tenía guardado en mi cabeza y saqué a la roncha de Angieland. Ya se fue volando. Si sigue en mi pierna o no, es irrelevante.

De la roncha paso a un libro que comencé a leer hace unos días: FLUIR (Flow) de Mihaly Csikszentmihalyi - 100% recomendado. Habla de la psicología de la felicidad. El capítulo de hoy se complementó muy bien con las lecciones de la roncha.

El autor habla de la conciencia y le quita la pinta de lo esotérico que hace que la palabra nos espante. La explica como la capacidad de ponerle atención a algo y actuar en respuesta a ese estímulo. Lo que motiva de lo que dice, es que uno puede trabajar su conciencia para que no ésta pueda aprender a reaccionar de tal manera a lo que sucede, que la experiencia sea satisfactoria, feliz, simple, bonita.

Dos elementos de la conciencia (por lo que entendí) son la personalidad y la atención. La personalidad es el yo, quién soy, qué me interesa.
La atención es hacia dónde dirijo mi energía. Ese dónde está relacionado, nuevamente, a quien soy.

Si soy un artista, es probable que me llame la atención el arte. Si soy una víctima de la vida y del sufrimiento, es probable que sólo vea eso. Así, la calidad de la experiencia está determinada por este círculo entre atención y personalidad. Los dos se alimentan y se construyen juntos. Si somos las personas que somos, es porque nuestra cultura, nuestros recuerdos y nuestras experiencias han ido dirigiendo nuestra atención hacia ciertas cosas, y esa atención ha ido construyendo nuestra identidad. Somos el resultado de mirar puntos fijos una y otra vez. La pregunta es cuáles son esos puntos fijos, y si realmente son canales hacia la libertad o piedras en la mochila. Si una parte de nuestra personalidad podría ser genética, otra es resultado de nuestras decisiones. Sino miren a un niño cuando comienza a crecer y perfilar sus intereses. Al comienzo, le interesa todo y nada demasiado al mismo tiempo. No está condicionado y su atención no filtra. Sólo disfruta o llora cuando algo no le gusta. Pero de repente, le gusta más el azul que el verde, los aviones que los árboles... esa atención repetida puede convertir a un jardinero en piloto.

Si una roncha pudo cambiar mi experiencia de hacer yoga esta mañana, no es por su poder, es porque dirigí mi energía hacia ella. Mi atención la hizo perceptible. No tenemos la habilidad de percibirlo todo. Nuestra atención es selectiva. Detrás de nuestra mirada, siempre hay una decisión, y nuestra personalidad, determina nuestra mirada.

Suena a trabalenguas, pero en realidad es bastante simple. Si nos entrenamos a enfocarnos en lo positivo de las cosas, nuestra personalidad, nuestro yo, puede convertirse en alguien mucho más positivo. Podemos hacernos fuertes, más flexibles, más generosos, más agradecidos y más concientes si partimos de prestarle atención a qué le prestamos atención y si decidimos bloquear lo que no aporta a nuestra felicidad. Y si decidimos ser personas que quieren ser felices, nuestra atención se dirige hacia la felicidad.

Una vez más, un libro y una roncha regresan a la imagen de espirales ascendentes que ya postié varias veces en este blog. Mientras más explora uno estos temas, más descubre que todos los caminos llevan a Roma, y que un yogi puede haber descubierto lo mismo que un jugador de ajedrez si llegó a disfrutar de estar en el momento presente.

Si el enfoque nos puede abrir la puerta a ser más felices, el secreto está en trabajar día a día, hora a hora, roncha por roncha, hasta que los músculos de la mente aprendan a caminar hacia días con sol en piloto automático. Sin paciencia, estamos fritos.

Monday, January 2, 2012

Una vida, muchos maestros

Cuando uno abre los ojos descubre que todo es aprendizaje. Todos son aprendizaje. Uno es aprendizaje.

Hoy decidí empezar el nuevo año nadando, o por lo menos, intentándolo. Iba y venía en largos de 25 metros mientras me daba cuenta que había pasado más tiempo de lo que pensé desde la última vez que nadaba. Mi cuerpo me hizo recordarlo cuando los brazos se iban cansando después de una tercera piscina. Dos carriles más a mi izquierda había un señor nadando. Mentiría si dijera que había percibido que estaba ahí. Pero al parecer, él sí vio mis intentos de nadar con fluidez y decidió intervenir. Me dijo, ¿puedo sugerir algo? Yo abrí la puerta y lo dejé entrar.(Uno sólo aprende cuando quiere. Cuando uno realmente quiere aprender algo, escucha. Esa es una de las lecciones más importantes que el yoga le da a uno a diario.)

Su primer consejo fue sobre mi estilo libre. Me dijo que nadaba con mucho cuidado, casi como si no quisiera tocar el agua. No sólo metas los dedos. "Mete el codo, el hombro, ponle más intención a cada brazada". Sus consejos, para mí, calaban más allá de una simple lección de natación.

Le hice caso. Desde lejos subió los dos dedos gordos y me puso mi estrellita en la frente. Avancé un par de largos de 25 metros en libre, y pasé a espalda.

Segunda corrección: "mueve los brazos más rápido. Cuando uno está arriba, el otro está abajo". Y así lo hice. Un cambio chiquito hizo una diferencia enorme en mi avanzar. Nuevamente él me hablaba más de la vida que de la natación.

Pasé al estilo pecho. Y desde su carril volvió a intervenir. Con dedicación, me explicó que para nadar pecho no puedo estar nadando mirando siempre al frente. "Hay que sumergir la cabeza como una avestruz, sacarla para avanzar, y volverla a bajar para tomar impulso". Dicho y hecho, avancé mucho más rápido.

Tres lecciones en menos de media hora. Un sólo maestro. Se llamaba Clifford. Un día cualquiera. Tal vez no tan cualquiera por ser el primer día del año luego de haber pasado año nuevo rodeada de otros maestros. El nadador me dio lecciones de cómo avanzar, cómo fluir, cómo invertir energía para ser más efectivo en lo que uno hace. Yo ya venía de recibir lecciones gratis de felicidad por año nuevo y había estado pensando en maestros silenciosos. Fue por eso que a él no lo vi como una interrupción sino como un puente.

No recibí el año nuevo en ningún ashram. Estuve en el Carmen, Chincha. Un nuevo libro que me autoregalé por navidad sobre psicología de la felicidad se quedó en la maletera del carro porque en ese momento las lecciones venían de un niño que corría con una pelota de arriba para abajo en la calle, y de una niña que bailaba marinera con un papel que corté de un cuaderno. Pasé una noche rodeada de gente que parece vivir satisfecha con la vida. Cada uno de ellos, a su manera, era la introducción, el prólogo, el capítulo uno, dos y tres, los pies de pagina y el final feliz de un libro. En el Carmen hay gente que baila desde el corazón, que tiene inteligencia propia en los pies y que te abre los brazos sin contar los centímetros de lo que dan. Hay dientes que sonríen enseñanzas más reales que cualquier libro de autoayuda. Hasta el aire parece tener más oxígeno. Hay pura filosofía de vida escondida detrás de casas de ladrillo y colores simples.

En agradecimiento a ellos, a mi nuevo maestro de natación y vida, y a los que ya se cruzaron por mi vida dejando algo nuevo que aprender desde que comenzó el nuevo año, me gustaría volver a abrir los ojos de Angieland al conocimiento que sale de todos lados y por todas partes. Me gustaría poner en un mismo plano los conocimientos que vienen de un papel, de una charla, del interior de una mirada, de la sombra debajo de una nube o detrás de una puerta. Porque fue detrás de una puertan una casa donde nos quedamos en el Carmen, que alguien había escrito una frase que decía algo como esto:

Al que sabe que no sabe, instrúyelo.
Al que no sabe que sabe, descúbrelo.
Al que sabe que sabe pero no hace alarde de lo que sabe, síguelo.

Creo que cuando uno se da cuenta que todo lo que pasa por el frente es una oportunidad para aprender se da cuenta que la vida es siempre exitosa porque está cargada de aprendizajes. Cuando uno aprende, da gracias. Cuando surge una verdadera gratitud por cualquier piedra en el zapato o persona que no nos da lo que esperamos, regimos el éxito por la calidad de las experiencias que vivimos y no por los resultados. Así nos damos cuenta que uno nunca pierde, y si pierde algo, es algún aprendizaje que se le pasó por el frente por haberse tropezado con la queja, la apatía, la exigencia y la ceguera.

Creo que cuando aprendemos simultáneamente de los libros, de las personas y de la naturaleza finalmente descubrimos que nuestro mejor maestro somos nosotros mismos y que las mismas lecciones nos llegan por distintos caminos y a través de distintos maestros. El maestro es el que hace de la información, una lección, y de las personas, alumnos. Si nos hacemos alumnos de todo y de nosotros mismos, pedaleando desde el ensayo y error, nos sumergimos en un intercambio constante de lecciones, la rutina desaparece y los objetivos dejan de ser objetos estáticos como cuadros que cuelgan de una pared. Todo se hace de tres dimensiones y nosotros vivimos más felices porque aceptamos todo lo vivido como perfecto.