Tuesday, January 3, 2012

Lecciones de una roncha

Ayer hablaba de maestros silenciosos y de desarrollar la capacidad de aprender de todo. Hoy, mientras practicaba yoga, de repente percibí una roncha. Una roncha durmiente que debió haber aparecido hace un par de días pero que decidió saltar a mis ojos hoy, durante mi práctica. Mis ojos le hicieron caso, le dieron una señal a mis manos, y comencé a rascarme. Una, dos, tres, mil veces en dos segundos. Felizmente una mano a mi costado me agarró el brazo y me hizo darme cuenta que un punto sobre mi piel había adquirido la fuerza de un elefante. Mientras más me rascaba, más me picaba y mientras más me picaba, más me quería seguir rascando. Pero me autoregañé, saqué algùn matamoscas que tenía guardado en mi cabeza y saqué a la roncha de Angieland. Ya se fue volando. Si sigue en mi pierna o no, es irrelevante.

De la roncha paso a un libro que comencé a leer hace unos días: FLUIR (Flow) de Mihaly Csikszentmihalyi - 100% recomendado. Habla de la psicología de la felicidad. El capítulo de hoy se complementó muy bien con las lecciones de la roncha.

El autor habla de la conciencia y le quita la pinta de lo esotérico que hace que la palabra nos espante. La explica como la capacidad de ponerle atención a algo y actuar en respuesta a ese estímulo. Lo que motiva de lo que dice, es que uno puede trabajar su conciencia para que no ésta pueda aprender a reaccionar de tal manera a lo que sucede, que la experiencia sea satisfactoria, feliz, simple, bonita.

Dos elementos de la conciencia (por lo que entendí) son la personalidad y la atención. La personalidad es el yo, quién soy, qué me interesa.
La atención es hacia dónde dirijo mi energía. Ese dónde está relacionado, nuevamente, a quien soy.

Si soy un artista, es probable que me llame la atención el arte. Si soy una víctima de la vida y del sufrimiento, es probable que sólo vea eso. Así, la calidad de la experiencia está determinada por este círculo entre atención y personalidad. Los dos se alimentan y se construyen juntos. Si somos las personas que somos, es porque nuestra cultura, nuestros recuerdos y nuestras experiencias han ido dirigiendo nuestra atención hacia ciertas cosas, y esa atención ha ido construyendo nuestra identidad. Somos el resultado de mirar puntos fijos una y otra vez. La pregunta es cuáles son esos puntos fijos, y si realmente son canales hacia la libertad o piedras en la mochila. Si una parte de nuestra personalidad podría ser genética, otra es resultado de nuestras decisiones. Sino miren a un niño cuando comienza a crecer y perfilar sus intereses. Al comienzo, le interesa todo y nada demasiado al mismo tiempo. No está condicionado y su atención no filtra. Sólo disfruta o llora cuando algo no le gusta. Pero de repente, le gusta más el azul que el verde, los aviones que los árboles... esa atención repetida puede convertir a un jardinero en piloto.

Si una roncha pudo cambiar mi experiencia de hacer yoga esta mañana, no es por su poder, es porque dirigí mi energía hacia ella. Mi atención la hizo perceptible. No tenemos la habilidad de percibirlo todo. Nuestra atención es selectiva. Detrás de nuestra mirada, siempre hay una decisión, y nuestra personalidad, determina nuestra mirada.

Suena a trabalenguas, pero en realidad es bastante simple. Si nos entrenamos a enfocarnos en lo positivo de las cosas, nuestra personalidad, nuestro yo, puede convertirse en alguien mucho más positivo. Podemos hacernos fuertes, más flexibles, más generosos, más agradecidos y más concientes si partimos de prestarle atención a qué le prestamos atención y si decidimos bloquear lo que no aporta a nuestra felicidad. Y si decidimos ser personas que quieren ser felices, nuestra atención se dirige hacia la felicidad.

Una vez más, un libro y una roncha regresan a la imagen de espirales ascendentes que ya postié varias veces en este blog. Mientras más explora uno estos temas, más descubre que todos los caminos llevan a Roma, y que un yogi puede haber descubierto lo mismo que un jugador de ajedrez si llegó a disfrutar de estar en el momento presente.

Si el enfoque nos puede abrir la puerta a ser más felices, el secreto está en trabajar día a día, hora a hora, roncha por roncha, hasta que los músculos de la mente aprendan a caminar hacia días con sol en piloto automático. Sin paciencia, estamos fritos.

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