Saturday, February 26, 2011

pensamientos desde las montañas verdes de puno a las 3 de la tarde

Escribo desde un lugar rodeado de verdes y montañas, desde donde nace el Rìo Tambopata y de donde se cultiva uno de los mejores cafès del mundo.... escribo desde un lugar evidentemente lejano a nuestra costa plana con un mar que ahorita no me vendrìa nada mal. Escribo porque provoca compartir, aunque sea con algùn còmplice desconocido que se le ocurra leer este blog un sàbado a mitad del dìa. Viajar solo es fascinante por mil motivos, pero hay ciertas horas en el dìa, sobre todo despuès de almuerzo, en donde es inevitable sentirte un poquito solo. Creo que es un sentimiento que se da muy seguido. Es como si hacer la digestion nos aletargara el alma, solo por unos minutos, luego la energia regresa, el sol se va un poco mas al costado, y la lengua se mueve màs ràpido, los pies se hacen màs ligeros y la pereza desaparece detràs de una mirada nueva. Es como si se pasara un punto de quiebre entre la primera y la segunda mitad del dìa. Son como dos dìas en uno.

Tal vez simplemente estoy cansada de caminar de arriba para abajo y he buscado una excusa que camufle el hecho de estar sentada en una cabina de internet. Tal vez, le tengo miedo al olvido y no quiero que lo que pienso mientras camino se quede en el suelo de esta ciudad alejada para muchos, pero cercana para otros que la ven nacer y crecer cada dìa.

A veces, es increible mirarnos dese afuera en una realidad distinta a la nuestra. Imagino mi nicho, en realidad, mi supuesto nicho (uno no siempre cae en el lugar màs adecuado para su esencia justamente porque siempre existe en la arbitrariedad de nuestras vidas un factor de aprendizaje que necesitamos vivir). Alguna vez has parado a imaginar todo lo que pasa en diferentes lugares del mundo en un mismo momento? Aqui, en San Pedro de Putinapunco, es sàbado, dìa de feria, la gente en las calles y jugando carnavales. El dia se pasa lento para uno de la especie urbana (no siempre tan humana)pero ellos estan en su rutina, por eso no la observan. Imagino donde estarìa si no estuviera aqui... playa, sol, mar... en un paraìso que olvida la existencia de otros paraisos paralelos.

No se que tan interesante sea esta reflexion. Solo es bueno recordar que hay muchos mundos fuera del nuestro. Son como peliculas paralelas que se va construyendo. Asusta, frustra e inquieta saber que podemos quedarnos en una misma funciòn que se repite, y se repite y se repite hasta el punto que la consideramos el eje de nuestra existencia.

Termino con palabras de Ribeyro en Prosas Apàtridas. Muy buen libro para viajes largos en bus. Ribeyro habla de los viajes en tren, de los asientos, aquellos que miran para adelante, y aquellos que miran para atràs. El escritor convierte una posiciòn en una postura, en una visiòn. El que lo lee se pregunta si es de los que viaja mirando lo que dejò o imaginando lo que viene. Creo que prefiero ser de los que mira por la ventana a ver que aparece en el camino. Por eso mismo, dejo de escribir y salgo a la calle. Este post ha sido un buen proceso digestivo. Disculpen las faltas ortogràficas pero no logro decifrar bien este teclado y el segundo dìa del dìa me espera en la puerta.

Wednesday, February 16, 2011

de esos dias...

Esos días...
en los que haces y no haces nada, en los que quieres y no quieres hacer nada, en los que llamas y no te contestan, y te llaman y no contestas, en los que comes por donde sea, y pasas el día bajo la sombra de algún elefante azul...

esos días en los que buscas sin saber qué estás buscando, que no sabes si quieres correr o meterte a la cama, en los que la ropa te incomoda, y hace calor, y tienes sueño, y el teclado de la chamba se hace más grande... esos días que no encajan o que no encajas...

esos días en los que quieres que te digan que la luna está llena para justificar tu incoherencia...

esos días que pasan sobre uno mismo como un remolino que te sacude y se va...

esos días que no son ni tristes, ni alegres, ni rojos ni blancos, esos días que no son días sino años vividos en 24 horas en las que no llegas a tachar de la lista ninguno de los pendientes...

qué hace uno en esos días?

sirve tener un blog que esperas que no muchos lean.
sirve tirar la toalla y dejar que la dispersión entre por las ventanas.
sirve no ofrecer resistencia.
sirve no dar explicaciones ni disculpas.
sirve comerte ese helado que te provoca (se recomienda la combinación sanadora de chocolate con lucuma)

sirve mandar a que el hombrecito rojo con cachos se encarge de las preocupaciones para salir a caminar... y caminar.. y caminar... por tu propio mundo.

¿eso sirve o no sirve?
no importa. es uno de esos días.

Monday, February 14, 2011

un mix para empezar la semana

La semana pasada sumé a mi kit de escobas, pinzas, matamoscas, aspiradores y otros objetos de limpieza y orden mental un par de recursos nuevos. Los he llevado guardados en el llavero de las llaves de mi carro todos estos días, pero conociendo mi mala memoria con las llaves y las páginas de los libros que marco y a los que nunca regreso, prefiero dejarlo por escrito. En realidad, he dejado de subrayar las buenas frases de los libros (todavía lo hago, pero con más mesura y con lápiz) porque me di cuenta que efectivamente el corazón recuerda lo que tiene que recordar, y lo que no recuerda, es porque en ese momento no lo necesita. Los mismos mensajes nos llegan una y otra vez a través de un libro, una persona o una ola de mar y cuando se quedan en nosotros es porque encajan con el vacío o la pregunta que llevamos dentro. En otras palabras, si estás leyendo esto, léelo sólo una vez. Si no se te queda, no importa. En algún cajón de la cabeza va a quedar guardado y ese cajón se abrirá cuando necesites las llaves para salir -o entrar a casa.

Ahí la primera herramienta nueva: la casa, el hogar. Esta me la robé de un libro de Osho que le pone forma a las ansias que tenemos de búsqueda: una casa, con puerta, ventanas, y techo (tal vez no fue tan específico- no tenía ventanas ni techo, pero me es inevitable darle el toque arquitectónico). No importa la casa, cómo es, de qué tamaño... basta decir que uno se siente en casa para entender la sensación de la que estoy hablando. Siempre caminamos en busca de esa sensación de estar en casa. Ese momento en el que llegas, te quitas los zapatos, puedes estar sólo, sin nada en la refri, se te malogró la tele, te quedaste sin batería en el celular y no alcanzas a colgarte de la red de wi-fi del vecino... nada de eso importa, porque te sientes bien donde estás y te bastas tú para sentirte pleno. Hablo de una sensación que todos hemos experimentado porque de lo contrario, no la buscaríamos. Es una sensación que trasciende de las cuatro paredes de la casa. Es el deseo natural de sentirte cómodo, con los demás pero sobre todo contigo mismo. En realidad, si no estás cómodo en tus zapatos, no te tienes en casa ni en tu propia casa. Lo interesante es observar cómo buscamos esa sencación de hogar. En situaciones ajenas, no es raro tener en una mano el trago, y en la otra el pucho... tal vez hablamos mucho por celular para no que no se nos vea solos... en casa, nos metemos al facebook. Siempre estamos buscando sentirnos cómodos con nosotros mismos. A veces, con uno u otro recurso (algunos más sanos que otros) entramos por ratitos a casa, aguaitamos, pero volvemos a salir sin recordar dónde dejamos la llave. Y así, nos pasamos la vida entrando y saliendo, por la ventana, el techo, por el huequito de la puerta...

La pregunta está en cómo lo logramos? Mejor aún, cómo nos quedamos en casa? Cómo la sacamos de la tierra para llevarla con nosotros?

Disculpen mi mala habilidad para explicar esto con palabras, pero es inexplicable con palabras.

Quien ha hecho yoga, meditación (son en realidad lo mismo), o quien para de vez en cuando a ver el mar o una flor en silencio, se ha llegado a conectar, aunque sea por segundos, con su propia casa. Cómo así? Porque siempre la llevamos dentro (si, en serio!). Lo que pasa es que a veces, se nos pierde la llave. Es más, creo que nunca sabemos bien dónde está la llave. Pero bueno, la buena noticia es que la de respuesto está metidita entre una inhalación, una exhalación, una mirada tranquila en un punto y tal vez, un om. Nosotros somos nuestra propia casa. Y la puerta hacia ella está dentro de nosotros mismos.

Hablé de herramientas... la primera es la llave de la casa.
La segunda, un nuevo diccionario.

Se han dado cuenta de todas las etiquetas que nos ponemos? Las serias son las más evidentes, pero en bromas, nosotros mismos nos condenamos, nos etiquetamos y anulamos la posiblidad de cambiar. Toda broma tiene mucho de cierto. Cuando yo digo que soy dispersa, un poco desordenada, o floja, en el fondo, y detrás de las risas, es porque realmente lo creo.

Una buena amiga, tal vez la gestora intelectual de muchas de las cosas que trato de explicar aquí, me hizo darme cuenta que para cambiar tenemos que cambiar de vocabulario. Las palabras resuenan en nosotros más de lo que creemos y su eco llega a otras personas que empiezan a mirar cosas en nosotros porque los hemos entrenado a verlas.

Uno puede ser flojo, o puede estar aprendiendo a manejar mejor su energía.
Uno puede ser disperso, o puede estar aprendiendo a organizarse.
Uno puede ser impaciente, o puede estar aprendiento aprendiendo a arriesgar más.
Ojo, uno nunca es tonto ni es inútil, sólo tal vez un poco ciego como para mirar al espejo.

Ahí los dejo con dos brochitas nuevas para ir sacando la tierrita que nos impide ser más libres.

Y un último dato que podría salvar cualquier momento solitario (perfecto para un domingo a las 5pm)... cuando cierras los ojos puedes escuchar mejor el latido de tu corazón. Si imaginas un poquito más de ese latido, puedes escuchar el latido de las personas que están cerca a ti. Si imaginas más allá de eso, puedes imaginar los latidos de los corazones de todo el mundo. Si vas aún más allá, imaginas los corazones de todos los seres en el universo. Y así, llegar al mar, al cielo, a montañas a Marte... y de repente, te das cuenta que hay algo que te conecta con todo.

Feliz día de la amistad.

Friday, February 4, 2011

ecuación del día


¨Depende... de qué depende... de según cómo se mire, todo depende.¨
-jarabe de palo




balance = flexibilidad + fuerza.


Fuerza para afrontar, para pararte rápido, para desprenderte, para dejar ir... Fuerza como intención, flecha, punto fijo.

Flexibilidad para aceptar que la vida es cambiante, los ánimos son cambiantes, somos energía viva que sube, baja, se convierte y se recicla. Flexibilidad para aceptar y sonreirle al viento.

Para cada acción, hay una reacción, y todo gesto de fuerza debería ir acompañado de mucha flexibilidad.


Para toda intención, atención.
Para toda meta, confianza.
Para todo recorrido, infinito.
Para todo barco, un mar.
Para todo mar, una orilla.
Para todo timón, shuffle.
Para toda relación, empatía.
Para toda certeza, una dosis de duda.
Para toda raíz, incontables hojas.
Para toda luz, oscuridad.

Para todo... om.

... y paciencia... una burbuja de paciencia.

Wednesday, February 2, 2011

tiempos

El reloj. tic tac.
Mi reloj. tictactictactictac.
El reloj de la ciudad. tiiiiquitaaaacaaatataaataaTAAAAA.
Una piedra al río, plach (o algo parecido).

La aguja del reloj de sonidos constantes, que generan eco, que aumentan, que aturden.

Una piedra y agua, sonido seco, que empieza de repente y se hace más y más chiquito.

No sé por qué últimamente me he puesto a pensar en el tiempo, o mejor dicho, en los tiempos -ya estoy convencida que hay más de uno. No busco redescubrir la pólvora ni desarrollar alguna teoría de la relatividad, pero después de un fin de semana fuera de Lima, muy fuera de Lima, estoy convencida que hay tiempos diferentes que se mueven de forma paralela.

Estuve en Calabaza, comunidad a dos horas de Satipo. Un día pareció una semana. Todo se movía más lento. YO, me movía más lento. Apareció mi chiquita preguntona llena de ¿por qué? y ¿por qué? pero, ¿y por qué? que quería entender qué estaba pasando físicamente para que el tiempo se alargara. Qué perdida de tiempo. Pensar, es una pérdida de tiempo. No le quito la utilidad, pero cuando se piensa, se deja de mirar, y en el mirar es en donde el tiempo saca la cabeza tímidamente.

Me di cuenta que lejos de la bulla de la ciudad, uno deja de perder el tiempo. Sí, digo perderlo, porque empieza a aprovecharlo de manera real, natural, tangible y poco ambiciosa. Es como si uno, y el tiempo, finalmente se hicieran cómplices en hacer los días más largos.


Mi día a día se mueve a una velocidad construida por mí misma. No creo ser la única. Somos nosotros los que ponemos el pie en el pedal, los que nos hacemos esclavos de las alarmas, los que llenamos la agenda de reuniones y retamos al reloj con nuestros pasos. Somos nosotros los que soñamos en días de 48 horas, siestas de día, noches en vela, y nos asusta quedarnos pegados mirando a la nada. Esa nada que lo es todo. La luna siempre sale de noche.

Sé que detrás de los 60 segundos, de los 60 minutos, de las 24 horas, de los 12 meses y de los 365 días del año hay una explicación científica, astrológica y completamente lógica. ¿Pero no sería más sencillo guiarnos por la pulsión de la naturaleza? ¿Sólo basta quedarte viento cómo se derrite una vela para entender un poquito del tiempo. Qué pena no haber guardado esa lección de años de apagones.

Todo esto podría sonar a un rollo hippie. A veces me gustaría serlo un poquito más y hacer origami con las hojas de mi agenda. Pero la realidad es que no uso una bata blanca y una cintilla alrededor de la frente. Mi reloj se levanta victorioso alrededor de mi muñeca. Es grande y naranja fosforescente, un pequeño monumento al tiempo tic tac. No suelo caminar sin zapatos y mis manos siempre estàn cargadas de demasiadas cosas como para proclamar un peace and love con los dedos. En realidad, no critico mis tiempos porque tengo que aceptar que muchas veces disfruto de la adrenalina de andar apurada, de hacer mil cosas a la vez y tachar las líneas en las listas de mi agenda. Sin embargo, salir de Lima siempre me hace regresar a la misma pregunta... ¿por cuál de las rajaduras del tiempo se nos va el tiempo?

Tuve mi reloj en la mano durante todo el viaje. Mis ojos lo miraron poco, porque habían árboles, había siempre un río como música de fondo, y muchas caídas de agua. Denominador común: la gravedad. Esa misma velocidad que nos jala a todos hacia el centro de la tierra.

Hemos creado un mundo de gravedad cero paralelo, en donde creemos mover nuestras cosas a nuestro propio ritmo. Tal vez la palabra no es propio, sino concertado. Un contrato que va en contra de nuestra naturaleza de esperar los frutos de una cosehca o la época de lluvia.

Cuando cae un papel de basura sobre el río, éste lo carga hasta que alguna piedra decide pararlo. Nunca he visto una mano gigante salir del agua y tirar ese papel lejos. El agua tiene demasiado ritmo como para romperlo por una insignificante imperfección.

Cuando una flor crece, se toma su tiempo. Cuando un árbol se marchita, lo hace de a pocos, y muy pocas veces hay vuelta atrás. Todos son procesos naturales marcados por una misma pulsión. Y nosotros, tenemos en esencia ese mismo ritmo, ese mismo tiempo que se pierde cada vez que dejamos de ver el poquito de verde que hay a nuestro costado. Sólo basta con quedarte pegado al mar para darte cuenta que en cuanto a tiempos, nos estamos equivocando. La mayoría de nuestro cuerpo es agua.

¿Por qué el apuro por hacer, por dejar de hacer, por crecer, por enamorarnos? En qué parte del cerebro está el tic tac tic tac... en el derecho o en el izquierdo? No importa, porque al final, todo siempre cae por su propio peso. Tendremos la manía de querer abrir el libro por la última página, pero en realidad, el final lo construye la gravedad con poca imaginación y mucha paciencia.

Este post hace honor al tiempo que se mantiene constante en el ir y venir de nuestros propios tiempos y le pide al tiempo que regrese tal y como es: lento, básico, constante, pensativo y sabio. Creo que se perdió entre los pasadores de alguno de los zapatos con los que quise caminar sobre el agua sin darme cuenta que realmente estaba haciendo es flotar y sin cinturón de seguridad. Hay una gran ironía detrás de nuestro afán por aprovechar un tiempo que finalmente perdemosm que se nos escurre por las manos y teclados...

Tal vez no hemos aprendido a mirar el mar lo suficiente. Tal vez, hay que dejar de jufar sapito con piedras que revbotan sobre el agua. l