Monday, February 14, 2011

un mix para empezar la semana

La semana pasada sumé a mi kit de escobas, pinzas, matamoscas, aspiradores y otros objetos de limpieza y orden mental un par de recursos nuevos. Los he llevado guardados en el llavero de las llaves de mi carro todos estos días, pero conociendo mi mala memoria con las llaves y las páginas de los libros que marco y a los que nunca regreso, prefiero dejarlo por escrito. En realidad, he dejado de subrayar las buenas frases de los libros (todavía lo hago, pero con más mesura y con lápiz) porque me di cuenta que efectivamente el corazón recuerda lo que tiene que recordar, y lo que no recuerda, es porque en ese momento no lo necesita. Los mismos mensajes nos llegan una y otra vez a través de un libro, una persona o una ola de mar y cuando se quedan en nosotros es porque encajan con el vacío o la pregunta que llevamos dentro. En otras palabras, si estás leyendo esto, léelo sólo una vez. Si no se te queda, no importa. En algún cajón de la cabeza va a quedar guardado y ese cajón se abrirá cuando necesites las llaves para salir -o entrar a casa.

Ahí la primera herramienta nueva: la casa, el hogar. Esta me la robé de un libro de Osho que le pone forma a las ansias que tenemos de búsqueda: una casa, con puerta, ventanas, y techo (tal vez no fue tan específico- no tenía ventanas ni techo, pero me es inevitable darle el toque arquitectónico). No importa la casa, cómo es, de qué tamaño... basta decir que uno se siente en casa para entender la sensación de la que estoy hablando. Siempre caminamos en busca de esa sensación de estar en casa. Ese momento en el que llegas, te quitas los zapatos, puedes estar sólo, sin nada en la refri, se te malogró la tele, te quedaste sin batería en el celular y no alcanzas a colgarte de la red de wi-fi del vecino... nada de eso importa, porque te sientes bien donde estás y te bastas tú para sentirte pleno. Hablo de una sensación que todos hemos experimentado porque de lo contrario, no la buscaríamos. Es una sensación que trasciende de las cuatro paredes de la casa. Es el deseo natural de sentirte cómodo, con los demás pero sobre todo contigo mismo. En realidad, si no estás cómodo en tus zapatos, no te tienes en casa ni en tu propia casa. Lo interesante es observar cómo buscamos esa sencación de hogar. En situaciones ajenas, no es raro tener en una mano el trago, y en la otra el pucho... tal vez hablamos mucho por celular para no que no se nos vea solos... en casa, nos metemos al facebook. Siempre estamos buscando sentirnos cómodos con nosotros mismos. A veces, con uno u otro recurso (algunos más sanos que otros) entramos por ratitos a casa, aguaitamos, pero volvemos a salir sin recordar dónde dejamos la llave. Y así, nos pasamos la vida entrando y saliendo, por la ventana, el techo, por el huequito de la puerta...

La pregunta está en cómo lo logramos? Mejor aún, cómo nos quedamos en casa? Cómo la sacamos de la tierra para llevarla con nosotros?

Disculpen mi mala habilidad para explicar esto con palabras, pero es inexplicable con palabras.

Quien ha hecho yoga, meditación (son en realidad lo mismo), o quien para de vez en cuando a ver el mar o una flor en silencio, se ha llegado a conectar, aunque sea por segundos, con su propia casa. Cómo así? Porque siempre la llevamos dentro (si, en serio!). Lo que pasa es que a veces, se nos pierde la llave. Es más, creo que nunca sabemos bien dónde está la llave. Pero bueno, la buena noticia es que la de respuesto está metidita entre una inhalación, una exhalación, una mirada tranquila en un punto y tal vez, un om. Nosotros somos nuestra propia casa. Y la puerta hacia ella está dentro de nosotros mismos.

Hablé de herramientas... la primera es la llave de la casa.
La segunda, un nuevo diccionario.

Se han dado cuenta de todas las etiquetas que nos ponemos? Las serias son las más evidentes, pero en bromas, nosotros mismos nos condenamos, nos etiquetamos y anulamos la posiblidad de cambiar. Toda broma tiene mucho de cierto. Cuando yo digo que soy dispersa, un poco desordenada, o floja, en el fondo, y detrás de las risas, es porque realmente lo creo.

Una buena amiga, tal vez la gestora intelectual de muchas de las cosas que trato de explicar aquí, me hizo darme cuenta que para cambiar tenemos que cambiar de vocabulario. Las palabras resuenan en nosotros más de lo que creemos y su eco llega a otras personas que empiezan a mirar cosas en nosotros porque los hemos entrenado a verlas.

Uno puede ser flojo, o puede estar aprendiendo a manejar mejor su energía.
Uno puede ser disperso, o puede estar aprendiendo a organizarse.
Uno puede ser impaciente, o puede estar aprendiento aprendiendo a arriesgar más.
Ojo, uno nunca es tonto ni es inútil, sólo tal vez un poco ciego como para mirar al espejo.

Ahí los dejo con dos brochitas nuevas para ir sacando la tierrita que nos impide ser más libres.

Y un último dato que podría salvar cualquier momento solitario (perfecto para un domingo a las 5pm)... cuando cierras los ojos puedes escuchar mejor el latido de tu corazón. Si imaginas un poquito más de ese latido, puedes escuchar el latido de las personas que están cerca a ti. Si imaginas más allá de eso, puedes imaginar los latidos de los corazones de todo el mundo. Si vas aún más allá, imaginas los corazones de todos los seres en el universo. Y así, llegar al mar, al cielo, a montañas a Marte... y de repente, te das cuenta que hay algo que te conecta con todo.

Feliz día de la amistad.

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