Sunday, November 20, 2011

Sabores Sutiles

Pasé un año y medio trabajando en mi tesis. Para los que conocen la carrera, la arquitectura (o mejor dicho el proceso de crear arquitectura como muchos otros procesos de creación bajo presión) es intenso y está cargado -creo yo- de mucho drama. En general, la vida no está - pero la cargamos de mucho drama. Nos gustan las montañas rusas, los sube-y-baja, las risas fuertes, las lágrimas a chorros, los apretones de manos y los abrazos con palmadas en la espalda. Nos gustan los sabores intensos, los pasos firmes, los saltos grandes, las caídas dolorosas. Nos gusta el amor y el odio, los extremos, los blancos y los negros. Hay una tendencia en nosotros -disculpen su generalizo- en buscar motos y dejar de lado las hamacas, en treparnos a un carro y olvidar las mecedoras. Nos gustan esas emociones que nos zamaquean, porque alguna película, libro o telenovela nos enseñó que eso es vivir.

"Disfruta el momento. Nadie te quita lo bailado. Arriesga. Entrégalo todo. Corre hasta el último segundo. GOL. Come hasta reventar. Qué importa la resaca de mañana. Una yapita por favor. Te amo. Te odio. Siempre te recordaré. Nunca te voy a perdonar. Si se puede...."

No le quito valor a ninguna de las frases de arriba. Sólo creo que existe una sobredosis de emoción en nuestro planeta.

Siempre buscamos treparnos a un péndulo para saltar de un extremo a otro. Y mientras más estás en el extremo bonito, más rápido pasas al otro. Movimiento constante. Como un charco. Una piedrita puede generar en el agua un sunami. Nos olvidamos que toda emoción es un pensamiento, y como tal, es volátil, cambiante, no tiene raíces, se va volando.

He comenzado a valorar los grises, los puntos medios. The middle path. La palabra SUTIL me tiene fascinada. Por su elegancia, por su humildad, por su silencio y mientras más la pienso y más la escucho, más real me parece dentro de tantas palabras, tantos discursos, tantas opiniones y tanto floro. Lo sutil, es mucho más real que lo extremo. Cada vez me impresionan menos las personas y circunstancias que están hechas para abrir los ojos. El wow. La sorpresa que sale de la torta. El gran final. El ramo gigantesco de flores.

Cada vez, valoro más una sola flor, una mirada un tanto tímida, una situación un tanto incómoda, una música ni muy suave ni muy fuerte, un día con un poco de sol y un poco de nubes, un almuerzo son el sabor justo, sin mucho condimento pero con gotas de limón, una amistad que se construye con el tiempo.

Lo real se mueve en el espectro de lo sutil y en un mundo ligeramente imperceptible. Sólo basta con mirar el mar, el cielo o una montaña. Inmensidades que nunca opacan, sonidos que nunca aturden, silencios que dicen algo de manera suave. Un árbol está en constante movimiento, pero crece de manera tan sútil, que sólo lo notamos con el paso de los años. Las nubes siempre están viajando, pero para verlo, nuestros ojos tienen que parar un rato en el cielo. Y ejemplos como esos, hay miles. Sólo basta con mirar cualquier cosa que no sea construída por el hombre. Una piedra tiene una carga de silencio que no se puede ver en un ladrillo.

Pero las personas lo queremos todo rápido. Lo vivimos todo rápido. Podemos cambiar una sonrisa por una cara larga en una milésima se segundo. Los lunes comienzan muchas vidas nuevas que mueren los martes. Muchas veces somos extranjeros en nuestro propio cuerpo. No nos sentimos lo suficientemente cómodos como para estar y tenemos que estarnos moviendo todo el tiempo. Siempre sacamos la cámara para tomar fotos. Nos sentamos, nos paramos, corremos, saltamos. Nos cuesta estar, ser, observar.

Todo esto podrá sonar tanto incomprensible tal vez, pero no veo otra manera de explicar la belleza de lo sutil porque es un estado que carga mucho misterio. No se puede ver en un segundo. Requiere parar y abrir los ojos, o cerrarlos para escuchar, saborear, respirar. Pero hay muchas sutilezas que componen la vida y que han sido reemplazadas por pensamientos envueltos en papel de regalo.

Hablo de la vida real y no la de sueños y expectativas y promesas. La vida es bonita por su simpleza.

No sé en qué momento decidimos cambiar su naturaleza y llenarla de serpentinas, cuentas y luces de navidad. No sé en qué momento nos dijeron que el corazón debe latir rápido. No sé en qué momento comenzamos a idolatrar la adrenalina. No sé, en qué momento, dejamos de mirar el mar. Pero siempre se puede parar a ver el mar. Una ventaja de la ciudad de Lima.

Monday, October 24, 2011

De árbol a tallo

Otro descubirmiento de los últimos días...
En la secuencia de Bikram, la última postura de la primera parte de la clase de llama Tuladandasana, o postura del árbol. Siempre había escuchado que era una postura que desarrollaba paciencia y humildad. Requiere tiempo mantener el balance sobre una pierna con las manos juntas a la altura del corazón, y aún más hacerlo sentado sobre tu talón. Lo bonito de la postura, es que avanzar significa hacerte más chiquito. Empiezas parado sobre una pierna, y cuando avanzas, te acercas al suelo. El árbol se convierte en tallo para crecer. Food for thought.

Esto podría tirar al tacho la frase que dice que el árbol que crece torcido nunca podrá enderezar sus ramas. Totalmente en desacuerdo. Si no creyera en el cambio, no creería en el yoga. Siempre podemos hacernos tallo, hoja, semilla y tierra para comenzar de nuevo.

Zoom out - Zoom in

Para mí, descubrir el punto fijo fue como descubrir la gravedad. Pones tus ojos en un punto, y todo se calma, tú te calmas, el mundo se mueve más lento o ya no se mueve, es irrelevante porque no te das cuenta. Sientes que cosas suceden a tu alrededor, pero no te tocan, porque tus ojos miran un punto, y a través de ellos, tu mente se enfoca, y hacia el punto, los pies avanzan. Descubrí que esa mirada es como un lente, de esos grandes que los fotógrafos conocen y de los que yo no se mucho. Es tal vez por eso que demoré tanto en verlo de esta manera.

De repente, algo chiquito me abruma. (1) Me rasparon el carro, (2) me duele la rodilla, (3) no pude llegar a tiempo, (4) hay algo que me molesta de esa persona. Ajusto el lente> zoom out: (1) el resto de mi carro se ve bien, (2) tengo salud, (3) lo que me perdí no era tan importante, (4) tengo muchos otros amigos. Eliges enfocarte en lo grande, en lo infinito del universo, en lo largo del tiempo, en los misterios del destino, confías y respiras hasta que eso chiquito se hace insignificante frente al todo.

Pero de repente, el "big picture" se te viene encima, como una montaña gigantesca. (1) No voy a poder terminar este trabajo, (2) estoy cansado, (3) me siento solo, (4) faltan meses hasta salir de vacaciones. Ajusto el lente> zoom in: (1) una cosa a la vez, (2), miro una flor, (3) puedo cantar en voz alta sin que nadie me diga nada, (4) hoy me tomo diez minutos más después del almuerzo y hago una siesta. Eliges enfocarte en algo chiquito, un sólo punto, y lo observas, lo absorbes para sentir a través de él una calma que tranquiliza tu visión del todo.

Podría ser interesante jugar a ser fotógrafos.

Monday, October 10, 2011

Conciencia y Materia

(creo ya haber hablado de esto en este espacio antes... disculpen la mala memoria)

Creo que todos los que caminamos en busca, antes que nada, de paz, frecuentemente nos encontramos frente al mismo dilema. Llegan esos momentos en los que sentimos que la conciencia de expande y tomamos una decisión que cambia el rumbo de nuestro camino. De repente, renunciamos al trabajo, nos mudamos, cambiamos de look, comenzamos a meditar, decidimos hacer deporte a diario, empezamos dieta, nos dejamos de tonterías, DESPERTAMOS. Hoy comienza el cambio. Sacamos la tijera, cortamos un par de hilos que nos jalan en muchos sentidos. Optamos por libertad.

Y seguimos caminando. Con nuevos hábitos, nuevos amigos, nuevas rutinas, con aire fresco.

Pasa el tiempo, y muchos de los hábitos antiguos regresan. El nuevo trabajo también nos trae stress, el deporte ya no es diario, los patrones viejos regresan, volvemos a cargar la mochila.

Y regresamos a ese mismo punto en el que miramos por la ventana y queremos salir corriendo hacia algo más. Algo más que tenga menos de todo lo no importante. Queremos que nos presten un par de alas o que nos amarren cometas a las manos para salir volando.

Hace un tiempo alguien me hizo comprender el punto medio entre esos dos extremos. La conciencia, y la materia. La conciencia como ese estado interior de paz y de lucidez. La capacidad de ver los colores como son. Caminar con los ojos abiertos y respirando. Y por el otro lado, la materia como todo lo que nos rodea y que en muchas ocasiones nos estresa. Esos hilos que nos jalan de un lado para el otro.

Lo que descubrí con esa conversación, que el problema no era estar atado a hilos que nos jalaban para arriba, para abajo, para la derecha, para la izquierda. El problema era que los hilos nos jalaban, y nosotros no lográbamos jalarlos a ellos.

En otras palabras, el camino no consiste en dejar ir la materia, en cortar hilos, en caminar libres sin rumbo. Estamos en este mundo para caminar en conciencia y lograr controlar la materia. Un primer paso es lograr que no nos disturbe. Pero yo personalmente creo que lo bonito está en hacer que la materia trabaje con nosotros y que funcione a nuestro favor. Controlar la materia es disfrutar de nuestro trabajo, de las relaciones que nos acompañan, en ver todo lo que viene hacia nosotros como un aprendizaje más, como una oportunidad de practicar el control de esa materia sobre la que caminan nuestros pies.

Aislarse de todo, cortar hilos, es necesario, es importante, es vital, siempre y cuando sea un espacio donde cargamos energía para salir al mundo. Porque al final, todo lo que está ahí afuera, no es tan malo, no es tan agresivo hacia nosotros, ni tampoco es tan complicado. Simplemente es. Simplemente está ahí. La verdad está en nuestros ojos.

Cada milésima de segundo que pasa por nuestros ojos es una puerta abierta a una decisión.

Tuesday, October 4, 2011

Construyendo Realidades

Un cálculo directo del corazón - no encontré ningún dato en wikipedia.
Por lo menos, el 80% de lo que pensamos cada día es inventado, imaginado, asumido, construído. Las certezas son pocas. Incluso aquellas cosas evidentes y reales las vemos con un par de ojos que no son los mismos de la persona que tenemos al costado, ni a los de la persona que esa persona tiene al costado. Costado tras costado, todos miramos realidades de manera diferente. Algo tan simple como una cáscara de plátano sobre la vereda puede tener mil interpretaciones, ochocientas miradas, y muchos pies que esquivan el obstáculo sin ni siquiera mirar.

Como decía, construimos realidades todo el tiempo. Sobre quiénes somos, sobre cómo nos ven, sobre cuánto nos aceptan, o cuánto nos quieren, o cuánto nos alucinan, sobre lo que nos está pasando. En ese sentido somos todos escritores de telenovelas mexicanas, cuentos de hadas, historietas, comics, artículos de períodico o poesía. Cada uno escoge la forma en que narra su vida, el lenguaje en el que cuenta su historia. Cada uno decide cuando ponerle punto final a la página y abrir los ojos.

Lo que no me queda claro es en qué momento nos volvimos tan pesimistas y tan malos contando historias. No sé si fueron los noticieros, los programas de televisión, una educación castrante que toma al mártir como héroe... no sé dónde nació nuestro hábito por desear finales felices y construir finales tristes. Una habilidad realmente fina y calculada para meternos cabe. Para crear realidades que nos hagan sufrir, dudar, tener miedo, flojera, para desconfiar en lo que somos y podemos ser.

Si voy a suponer o interpretar las palabras de alguien, o el silencio de alguien, por qué no imaginar algo bonito? Si suena tan simple, por qué no comenzar a hacerlo? Dicen que demora 21 días formar un hábito... me gustaría saber si podría, por 21 días, pararme sobre una nube y asumir todo de manera positiva. Mentirme descaradamente y disfrutar de mi mentira, de mi creación, de mi cuento. Al final, el único que vive en los castillos de pensamientos que construye, es uno mismo. Así que mejor ponerle color, ventanas grandes, mucho aire, y borrarle cualquier pasaje en donde uno no pueda caminar con los brazos abiertos.

Hoy quiero imaginar que todo es bonito y bueno. Que la gente es buena. Que lo que pasa es perfecto. Si los pensamientos no pueden borrarse, por lo menos pueden darse volantines.

Sunday, September 4, 2011

La Receta hecha Canción

Esta receta me la pasó un buen amigo que sabe encontrar vitaminas en las canciones y camina con pasos contentos. Sí Nico, reconocerse es curarse un poco.

Un gracias enorme!

http://www.youtube.com/watch?v=jHZSl3B4gog

Saturday, September 3, 2011

Receta para bajar la dosis de ego

Siempre estuvo ahí la respuesta, pero recién la ví clara hace unos días. No creo ser la única que siempre tiene el ojo puesto en su ego para asegurarse que se quede bajo control. Siempre quiere tomar el control. De repente, no te das cuenta, y regresa la importancia de lo que otros piensen sobre ti. De repente olvidas preguntarte qué es lo que tú quieres y un porcentaje de tus decisiones, tus palabras y tus acciones las maneja un eco externo.

Pero dejemos al ego tranquilo. Sólo quería compartir una receta. Sólo tiene un ingrediente, se puede hervir, freir o poner crudo en el plato. No existe posiblidad alguna de empache. Mientras más se utilice, mejor.

AMOR.
una cucharadita, un tazón, cuatro puñados, un océano de amor. El amor le rompe los esquemas al ego. Hablo de amor en cualquiera de sus formas.

El amor propio, el amor a los amigos, a la familia, el enamorarse.

Cuando uno se quiere lo suficiente, se acepta tanto que no necesita que nadie más lo acepte. El eco desaparece. No hay necesidad de aprobación. El ego se queda sin voz, sin chamba y sin patines.

Cuando uno quiere a alguien, resulta imposible cuantificar lo que uno da. Por más que uno trate, no se puede. No importa si se da mucho, si se escribe mucho. Se pierde el miedo a la vulnerabilidad y al rechazo. Cuando aprendemos a dar con libertad le desarmamos los esquemas al ego.


Tal vez éste no sea un descubrimiento grande para nadie más que para mí. Yo siento haber redescubierto la pólvora.

Ojos que caminan y pies que miran

Qué rico es ser turista de tu propia ciudad. Caminarla con otros ojos dejando que una buena conversación o una buena secuencia de canciones en el playlist la hagan más chiquita. La pena es que esperamos que alguien de afuera venga de visita para hacerlo. Siempre que me pongo la camiseta de guía turística recuerdo lo delicioso de esta ciudad caótica y llena de sorpresas. Me dejo llevar por los pasos sin rumbo y aparecen sorpresas por el camino: un nuevo café, una muestra de arte, un amigo que no veías hace tiempo, la Costa Verde más verde. La rutina nos amarra a nuestras sillas y olvidamos que los televisores son objetos sin vida. Empoderamos a las famosas sobre mesas y olvidamos que esas conversaciones pueden hacerse en el camino. Dejamos de respirar aire de afuera. Construímos un cordón umbilical imaginario con el contacto de nuestro carro. Nos acomodamos tanto dentro de nuestra propia ciudad que olvidamos su presencia. Es ahí cuando es necesario hacerse extranjero. Hay que abrir los ojos y volver a mirar. Porque cuando uno olvida lo que hay en su ciudad, olvida una parte importante de uno mismo. Podría sonar dramático, pero caminar dos días de arriba para abajo tan sólo por el Centro de la Ciudad y Miraflores me ha dejado los pies cansados pero el corazón contento. La ciudad siempre respira. Siempre crece. Siempre muta. Debemos mantener su ritmo y nuestros pasos nómades que buscan nuevas rutas todo el tiempo. Cada uno de nosotros es una ciudad en sí misma que también debe caminarse y recaminarse y recaminarse. Cada uno tiene sus propias esquinas, calles y atajos que al dejar de ser recorridos, desaparecen. De repente empezamos a creer que somos aburridos. Nada de eso señores, a caminar!

Tuesday, August 30, 2011

Jodorowski hablando de cambios y más

¨En el momento que hacemos algo que nunca hemos hecho antes, ya estamos en el camino de la curación. Cuando rompemos los hábitos, aparece una nueva dimensión de nosotros mismos. La sociedad nos pone un molde. Cuando nos salimos del molde, comienza la curación... y cuando se hace algo nuevo que nunca ha hecho antes, el sujeto vuelve a interesarse por el mundo... y ahí nace la poesía.¨

(http://www.youtube.com/watch?v=Sm8xAlFF18c&feature=related


¨Para cambiar, hay que querer cambiar. Creer que se puede cambiar. Aceptar los cambios que nos da este nuevo conocimiento... Hay pánico a cambiar. Tenemos que estar en peligro para decidir cambiar. El yo se destroza. Hay pánico. Luego todo se transforma.¨

(http://www.youtube.com/watch?v=bZt4v4UIdv0&feature=related

(viene a Lima en setiembre...)

Wednesday, August 24, 2011

Ojos de perejil


Subestimamos el poder de nuestra mirada. Hablo de la mirada que realmente observa. No de esa que no ve realmente nada y no escucha realmente nada. Ese es el piloto automático y un tema que podría ocupar más líneas que pestañas de los ojos.

Hablo de la mirada que se observa a sí misma. Esa que mira a los ojos. La que escoge un punto, lo observa, lo vuelve a mirar, tanto que ya nada más importa. Esa es una mirada que se conecta con la mente.

Alerta. Una mirada doble filo.

Tenemos una herramienta disponible. La posiblidad de enfocarnos. De traernos de vuelta a este planeta y a este tiempo real. Una lupa para ver lo bonito de la vida y lo bueno de las personas. Un boleto directo a ser más felices. Una puerta abierta a un minuto de descanso.

Pero la señora mirada generalmente opta por ver lo que no está ahí: lo ausente, lo incompleto, lo chueco, el tráfico. Y de repente, todas esas imperfecciones se hacen cada vez más y más grandes. De repente, sólo eso es lo que miramos. Los colores se fueron al fondo. Salta a la vista el perejil del diente y dejamos de ver la sonrisa.

En todo caso, es bueno estar conscientes del poder que tiene nuestra mirada. Cuando elegimos mirar algo, le damos poder. No sólo hablo de cosas físicas. Elegimos observar algo dentro nuestro. Tanto, tanto que se hace grande grande. Tenemos que entrenarnos una y otra vez para ser nosotros mismos los que nos empoderamos, y ya no, los que nos debilitamos con autocríticas. ¿Hasta cuándo vamos a amarrarnos los pasadores de un zapato con los pasadores del otro y quejarnos porque el camino tiene huecos?

Has un experimento: hoy, cuando camines por la calle, mira los árboles. Mira todo lo verde que sea una planta. El jardín, alguna maceta, la lechuga del almuerzo, por qué no, el perejil en el diente de alguien.

En cuestión de minutos, te aseguro que Lima la gris se hará verde.
Que hoy sea un bonito día verde.

Sunday, August 21, 2011

Incoherencias de domingo en la noche

La vida es de locos. Siempre ha sido de locos. Siempre va a ser de locos. Y sólo para los locos es que la vida funciona y en abundancia.

El tiempo se nos pasa mientras buscamos caminos en líneas rectas. Con suerte podremos convertirnos en buenos tiradores de flechas y confiar en nuestra puntería. Aún así, siempre hay viento y pájaros que aparecen en el camino para robarse una flecha. Nuestros anhelos son sólo un punto dentro de millones de puntos que nos anhelan a nosotros.


Todo es cambiante, incoherente, tan perfectamente impredescible. Nosotros cambiamos todo el tiempo, somos incoherentes, somos perfectamente impredescibles. Grave error olvidar que el espejo no tiene memoria y que cada día nos viene con un pasaporte nuevo. Podemos decidir ser o dejar de ser cada día. Y en ese momento en que despertamos y nos miramos al espejo, está la vida, detrás de la cortina del baño, esperando nuestro decreto de lunes.

Cada día es un lunes disfrazado de martes, viernes o domingo. Me lo susurró la vida al oído el otro día mientras me tomaba un café que olía a VIVE. Lo encontré en un sobrecito al costado del sobrecito de splenda. Realmente creo que allá arriba, montada sobre una nube, la vida se ríe de nosotros y se pregunta con cierta melancolía en qué momento empezamos a confundir la risa y la sonrisa. Le frustra no comprender por qué nos gustan las corbatas y los tacos.

La vida podría ser algo así como un científico loco jugando con hilos de los que mueven marionetas. Ahí hay alguien tratando de enseñarnos a caminar sueltos de huesos mientras nosotros insistimos en querer marchar como soldados. Y en la marcha aparecen huecos, caminos sin salida, llaves amarillas que caen del cielo, lluvia para calmar la sed, se nos hace un nudo entre los pasadores, cruza un nómade que te regala un plátano, el reloj marca el mismo número varias veces, la radio nos canta una canción que resuena. La vida nos sorprende todo el tiempo y sigue echando raíces sobre su sillón esperando que la sorprendamos. Pero los días pasan y no dejamos de clavar los ojos en el tic tac del reloj.

feliz día del niño

Algo que aprendí de los niños que han aparecido en mis clases.

1. escuchan mucho más que los adultos.
2. se ríen cuando se caen.

un buen día para tropezar con alegría y abrir las orejas.

Sunday, August 14, 2011

reflexión dominguera


Siempre que digo que dicto clases de yoga los domingos a las 11am me creen chiflada. En realidad, me sorprendo cada día más de lo mucho que disfruto dar una clase de domingo. Hoy fue una bonita clase. 22 personas. De todas las edades. Alumnos nuevos, otros ya con más experiencia, un par de profesores... todos apretados y sonrientes. Yo sonreía con ellos.

Al salir de la clase, subí a mi carro imaginé a cada uno llegando a su casa. Los imaginé comprando algo de comer en la calle. Los imaginé con sus familias y en sus trabajos a primera hora del lunes. Imaginé 22 cuerpos bien estirados, 22 corazones más contentos. Imaginé 22 cabezas descansando tranquilamente sobre almohadas un domingo en la noche. Los imaginé, por un sagundo, interactuando con ellos mismos y con otros. Imaginé que de sus bocas saldrían palabras más amables, o tal vez saldrían menos palabras y más silencios pacientes.

Y no voy a mentir, me sentí bien. Porque sentí que lo hago, tiene sentido. Di gracias por poder hacerlo. Y poder hacerlo en un día domingo. Poder cambiar el mundo de varias personas un domingo. Su mundo interno y el mundo que los rodea. No aspiro a grandes cambios. Sólo un mejor humor y unos hombros más relajados... Hoy recordé por qué me gusta tanto dictar yoga. Aprendo mucho al dar. Y en agradecimiento, quería compartirlo.






Siempre fui de las que quería cambiar el mundo con cosas grandes. Creo que todos los soñadores anhelamos con un gran proyecto que ayude a miles, o diseñar un colegio para muchos niños, por qué no, encontrar la cura para una gran enfermedad. Pero por ver tan lejos, dejamos de ver el impacto de nuestras acciones chiquitas. Sigo convenciendome una y otra vez que uno contribuye con ayudar al mundo un corazón a la vez. Sólo basta alegrarle el día a una persona. Porque esa persona tendrá la posiblidad de contagiar la energía a otra. El efecto dominó sigue y todos seríamos un poquito más felices.

Y el punto de partida está en uno. Eso ya es un hecho científico comprobado. Sólo me falta encontrar números y de esos dato que llenan las expectativas del ego.

El otro día alguien me la puso clarísima cuando me dijo...

Si tienes un polo blanco y te salpicas algo sobre la tela blanca. Hay una mancha. La vez en el espejo. ¿Acaso la mancha se va si limpias el espejo? Creo que nos pasamos la vida tratando de limpiar nuestro polo en otros espejos. La solución es más simple. Es cuestión de sacarte el polo, lavarlo hasta borrar la mancha y ponértelo de nuevo.

Vivimos criticando a otros sin darnos cuenta que lo que estamos criticando son nuestras propias manchas no resueltas. Si no las reconociéramos, no las veríamos. Vivimos rodeados de espejos con pies, brazos, ojos, orejas y boca. Cada segundo es una posiblidad de cambiar el mundo. Y podemos comenzar con las palabras mágicas que los niños aprenden. Sí. Un gracias. un de nada. un buenas noches. un qué rico café. un te quiero. un abrazo. una sonrisa. un silencio comprensivo. un... un... un... un....un... y así los dominos van avanzando.


Sunday, July 24, 2011

El Tesoro de la Sombra de Alejandro Jodorowsky

Este es un libro que recomiendo tener en la mesa de noche. Son cuentos cortitos que te dejan pensando. No del todo claros, pero tampoco del todo incomprensibles. Te dejan un sabor en la boca de esperanza y otro de desasosiego. Tienen un sentido del humor muy fino. Es de los libros que puedes abrir en cualquier página.


Ausencia

- Maestro, ¿adónde está Dios?
- Aquí mismo.
- ¿Dónde está el paraíso?
- Aquí mismo.
- ¿Y el infierno?
- Aquí mismo. Todo está aquí mismo. El presente, el pasado, el futuro, están aquí mismo. Aquí está la vida y aquí está la muerte. Es aquí donde los contrarios se confunden.
- ¿Y dónde estoy yo?
- Tú eres el único que no está aquí.




Este cuento me hace pensar en el presente. ¿Qué es lo que tanto nos asusta del presente? ¿Por qué es tan difícil dejar los pies en el ahora? ¿Por qué siempre buscamos irnos al futuro y proyectar, o ir al pasado y recordar? El presente es simple, real, tangible. Tal vez sea su simpleza lo que rechazamos. Es como si nos gustara complicarnos, imaginar rollos, buscar razones para no estar satisfechos. Es un programa adquirido. Nunca conocí a un niño que hace planes. El niño vive en el caparazón de un escarabajo que se le cruza por el piso y se da la libertad de soñar con el laberinto que existe dentro de un enchufe. Algo capta su atención y lo vive, lo observa, lo disfruta. Luego se mueve hacia otro lado y hace lo mismo. Siempre me pregunto cuando perdimos la habilidad de estar aquí y abrir bien los ojos. Es como si los sentidos cedieran su capacidad de captar lo real a una mente que imagina. Al final, el pasado está cargado de tantos imaginarios como el futuro. Saltamos de un extremo al otro, nos vamos haciendo viejos mientras la vida se sienta en un rincón con las piernas y brazos cruzados con la ilusión que voltiemos a hacerle caso.


... Otros dos cuentos más que hablan del tiempo...



Nostalgia

Porque retrocedía creía volver, pero en realidad estaba avanzando de espaldas.


Los piratas
Al no encontrar un tesoro dentro del cofre se fueron decepcionados... sin darse cuenta de que ese cofre vacío era el tesoro.


El tesoro está en ese escarabajo, en ese enchufe, en lo que tenemos frente a nosotros ahorita. Está en esa persona que nos saluda detrás del espejo todas las mañanas, en esa figura oscura que camina a nuestros pies cuando sale el sol. El tesoro siempre está ahí y la llave siempre la llevamos en el bolsillo. Hay que preguntarle nomás a ese niño interior dónde dejó nuestros anteojos.

Wednesday, July 20, 2011

adios a febrero

(Disculpen la falta de acentos, escribo desde el blackberry)

Ayer termine un librito que recomiendo para personas de animos sutiles, imaginacion de puntos de colores, sabios con corazon de nino, aquellos que disfrutaron del principito. Cajas de luz. La historia de un pueblo que sufre del interminable ataque del mes de febrero. Un mes de mas de 900 dias que impide el vuelo de cualquier globo, cometa, pajaro o ilusion. Un mes de infinita nieve que llena el paisaje de tonos grises y las casas de oscuridad. Es el relato de como vencer la tristeza con tecnicas de ninos, hojas de menta, trabajo en equipo y agua caliente. No quiero adelantar nada del libro, solo recomendarlo. Viene bien para levantar los animos en epocas de invierno.
El libro me hace recordar que la pena no fundamentada, esa melancolia sutil que a veces nos susurra en el oido que es mejor quedarnos en casa, puede combatirse. Hay tecnicas para levantar los animos. No hablo de aquellas en los tontos manuales de autoayuda que asumen que todos somos iguales. Hablo de los manuales propios que vamos armando a lo largo de nuestra vida. Todos sabemos que es lo que nos levanta el animo. Si no es asi, no es tarde para comenzar. Siempre esta esa pelicula que te hace reirn esa persona con la que puedes estar en silencio, esa otra con la que puedes hacer berrinche. Siempre esta la bicicleta, el malecon, una musica alegre, una frase guardada en la memoria. Siempre esta el sabor que uno tiene cuando se siente feliz y la certeza que cualquier invierno pasa. Podemos sentarnos a esperar escondidos bajo un paraguas o protegidos por un control remoto entre nuestros dedos. Pero podemos tambien soplar duro y parejo para hacer que las nubes se muevan mas rapido.
Hay penas con razones legitimas. Esas se curan de manera distinta. El tiempo siempre es un buen doctor y cicatrizante.
Yo hablo de aquellas que ni siquiera vale la pena tratar de explicar. Creo que vienen de algun lugar en el cuerpo que pide atencion. Es una voz sin discurso. Algo asi como una cancion que decide ponerse de musica de fondo. El reto esta en bajarle el volumen hasta que se quede sin voz.
Yo creo haber encontrado dos formas de combatir mis febreros. La meditacion y el movimiento. De meditacion no les hablo hoy porque ya lo he hecho bastante. Prefiero moverme hoy y saltar entre lineas.
Hay que aprender a sacudir a febrero. Sacarlo del cuerpo. Sudarlo. Estirarlo. Enroscarlo y hacerlo bolita. Es cuestion de voluntad. Una decision. Un ya no jodas. Un yo tengo el control. A febrero hay que hacerle recordar que sabemos pararnos sobre nuestros dos pies. Podemos plantarnos firmes sobre el suelo. Es cuestion de sacar las zapatillas del closet y amarrarlas firme. Abrir la puerta que da a la calle. Salir al aire, a la lluvia, siempre en busca de movimiento. Es cuestion de buscar una nueva musica que opaque la sinfonia de violines de febrero. Una pandereta. Un pomo lleno de frejoles. Muchos aplausos. Gritar tambien sirve y plantar duro los pies sobre el suelo hasta que retumbe la tierra.
Movimiento libre. Movimiento sin sentido, sin rumbo, sin tiempo de salida ni llegada. Hoy opte por ir a una clase de salsa. Les escribo mientras espero. Haber salido de casa fue la primera victoria contra febrero. Jodorowsky dice que la alegria y la tristeza bailan como una pareja de amantes. Hoy, febrero y yo salimos a bailar.

Monday, July 18, 2011

intersticios



Intersticios. Diana Janin.
http://www.artealdiaonline.com/Artistas/Janin_Diana




Siempre he comprendido la palabra intersticio como el espacio entre dos formas determinadas. Es un espacio retazo. Un residuo. Lo que queda. Lo que sobra. Un momento que se sale de dos tiempos y se convierte en uno propio no planeado ni estructurado. Es de bordes difusos, transformable, se puede agrandar del tamaño de un planeta o achicar hasta meterlo en el bolsillo. Es de chicle y papel, de color y de humo, depende de las manos en las que caiga.

Un intersticio tiene el encanto de ser imperfecto ya que es el resultado de dos objetos que no encajan del todo. Es un vacío. Un accidente. Un respiro.

Una vez escuche de un artista que dedicaba su vida a coleccionar intersticios urbanos (dislcúlpenme por no recordar el nombre). Dicho en palabras más simples, buscaba lotes retazos dentro de la ciudad que quedaban abandonados. En realidad no estaban abadonados porque nunca habían sido de nadie. Estos eran lotes que se formaban como restos dentro de las manzanas lotizadas y estructuradas. El artista buscaba comprar y valorar espacios sin valor para la mayoría. Un lote podia medir 100 metros x 50 centimetros. Para el artista, ese lote era una joya valiosísima para su colección. Cuando encontraba un lote nuevo, no tan sólo lo adoptaba. Buscaba papeles y títulos de propiedad que muchas veces no existían. Quería apropiarse de estos espacios de manera legal para no ser absolutamente nada más que valorar su existencia.

Imagina tener un pye de manzana redondo. Tratas de cortarlo perfecto. Siempre queda un pedacito más pequeño o que se rompe. Tal vez una miga grande. Este artista, recogía la miga y la dejaba ser miga. Una bella miga. Para mí, la idea es bellísima. Es poner los ojos en algo que nadie más ve. Apreciar la belleza que va más alla de la mirada. Un amor por lo imperfecto.

El artista coleccionaba imperfecciones que se generaban por obra del azar o un mal cálculo de tierra. ¡Un coleccionista de errores! ¿No es genial, o soy la única que se emociona con estas cosas? Alguien que tiene fascinación por los bordes con quiebres, las formas estrechas y las curvas sin nombre. Alguien que no tiene ojos para lo imperfecto, sino en realidad, para lo único, lo irrepetible, lo diferente, lo inesperado.

Hay momentos en nuestras vidas como intersticios. Momentos entre momentos en los que puede pasar todo y no puede pasar nada. Horasm días, semanas, meses, durante los cuales tenemos visa para soñar, para planear, para limpiar habitaciones y romper papeles viejos. Tal vez llegaste antes de lo pensado al café donde vas a encontrarte con alguien. Tal vez saliste de vacaciones. Tal vez renunciaste y todavía no tienes otro trabajo. Tal vez dejaste las llaves dentro del carro y estás esperando que lleguen a abrirlo. Tal vez eres el próximo en la cola para el baño. Lamentablemente, siempre en esos momentos, tenemos el blackberry, la agenda, la computadora o algún televisor muy al alcance. No nos permitimos gozar de momentos en blanco como trampolín para salir volando.

Un interticio es un puente entre dos orillas, una luz roja despues de una larga ola de luces verdes, un río que se nos cruza por medio del camino, o tal vez una cama amiga que nos recibe por mas de 8 horas. Es un juguete nuevo que cuesta aprender a usar porque las instrucciones están escondidas en algún cajón detrás de la nube que guarda nuestros sueños y el verdadero retrato de nostros mismos.

Manejar vacíos no es algo fácil, sobre todo si tienes la tendencia a llenar los días de actividades y cosas por hacer. Es lindo hacer cosas que a uno le gustan... hacer deporte, caminar, visitar a algún amigo, ordenar el closet, en fin, cosas por hacer siempre hay miles. Tenemos estímulos desde que abrimos las pestañas hasta que las cerramos, y no dudo que en nuetros sueños aparezcan también todas esas cosas que queremos hacer con nuestra vida.

El artista del que hablé es un recolector de intersticios. Cuando los compra, los registra hasta el último detalle en dibujo, foto y con palabras. Los analiza, los entiende, los observa y los acepta tal y como son. No creo haber escuchado que los use para plantar algun árbol y poner estacionamientos. Para él, son espacios intocables que quiere hacer existentes. Jamás los habita. Por lo tanto, no se los apropia. Simplemente valora su rareza y la protege antes de que algun vecino decida colocar algunos botes de basura.

No sé qué tan clara sea la relación entre estos terrenos y los espacios. Es tal vez mi lado arquitectónico que buscó relacionar un tiempo que vivo con una condición espacial la que recordó el trabajo del artista. Ahora que soy yo la que paso por un momento intersticio - un término un poco más elaborado que vacaciones que escojo para explicar lo que vivo en este momento. De repente, se acabaron los días estructurados. No estoy de viaje, puedo y no puedo tener una rutina, tengo muchas cosas por hacer pero nada inmediatemente importante más que regresar a esa misma estructura en un par de semanas y entre tanto, descansar y cargarme de energía.

Lo cierto es que he empezado a reconocer la rareza del tiempo libre. No creo que todos lo vean así, pero sé que no soy la única que no sabe que hacer con el tiempo libre. Por eso lo lleno de cosas. Le quito libertad a mis momentos libres. Sin darme cuenta, comienzo a darle forma de cuadrado a una nube. Sin querer queriendo, como diría el Chavo. Me le corro a la incertidumbre que tanto había estado esperando hace semanas.

¿Para qué cargo con la agenda en la cartera? Ella nunca será tan lista como nuestros propios sentidos. Esos que en momentos intersticios, pueden tomar protagonismo y desviarnos del camino.

Manana me gustaría despertar con ánimos de intersticio. Dejar que la incertidumbre me sorprenda. Olvidar el reloj por un rato. No apuntar ningún pendiente y tal vez no llamar a saludar a nadie. Quiero hacer lo que cada segundo dicte, ni uno mas atrás, ni uno más adelante. Tal vez así logre encontrar espacios en mí que no conozco. Rincones entre neuronas, cajones secretos detras de las pestañas o un dedo numero 11. Tal vez encuentre una mirada en el corazón. Tal vez encuentre vacío, un bonito vacío que vale la pena registrar y dejar vacío. Eso seria tal vez lo mas fascinante. Poder estar en silencio navegando sin remos, sin brújulas y en libertad. Con alegría.

Buenas noches.

Thursday, July 7, 2011

(Disculpen la falta de acentos pero escribo desde mi carro con el blackberry)

En algun momento, alguien nos programo a pensar que la lluvia era un fastidio, un pronostico de dia triste. La vemos desde nuestra mente chiquita que quiere los pies secos, el carro limpio, pensamientos enemigos del agua. Vemos el macrocosmos desde la vision diminuta de nuestros cachetes. Si vemos mas alla, entendemos que hay algo que se esta limpiando, energia que esta circulando de vuelta al suelo y el mar, nubes que se aligeran para darle al cielo mas espacio para mirarnos. La lluvia huele a fresco. Como las lagrimas, que al caer, limpian el alma. Si es dia de aguas, rememos todos juntos con las pestanas que manana seguro sale el sol.
Que sea un bonito dia gris :)

Saturday, June 25, 2011

caja de respuestas

Este post le sigue al anterior. Lo analiza.

Fue un monólogo que me sacudió las ganas de tirar la toalla. De tirarme de una montaña rusa en la que llevo subida ya unos meses.

En realidad, somos nuestra propia caja de respuestas. Buscamos opiniones una y otra vez. En realidad, el 80% de las veces sólo queremos encontrar a alguien que nos confirme que estamos en lo cierto.

Uno lo ve clarísimo en una clase de yoga. Por 90 minutos, no tienes idea de lo que sucede fuera de tu mat. En 90 minutos, nada cambia afuera, y todo cambia adentro. Nuestro poder de sanar, de responder, de confiar y de amar lo llevamos adentro. Es cuestión de encontrar las llaves que permiten abrir la caja en donde prima el equilibrio y las buenas decisiones.

Hay una caja dentro nuestro, ubicada probablemente en algún punto entre el pecho y la garganta que lleva una etiqueta que dice libertad. Cuando uno logra abrir la caja, ésta desaparece y un polvillo fino se posa sobre nuestra sonrisa. Nosotros somos nuestra propia llave.

montaña rusa

No creo haber escuchado nunca de una persona que se tiró de una montaña rusa porque no le gustaba, porque los asientos estaban incómodos, porque el sonido del crujir de la madera lo asustaba mucho, o porque tenía náuseas. Es evidente por qué uno no se sale: porque no puede. Primero, miras la montaña desde afuera (No soy fanática de las montañas rusas y la adrenalina con los pies fuera del suelo, así que ésta es la manera en que yo enfrento una montaña rusa). Como dije, la miras desde afuera. Si es de las grandes, tal vez pases por ahí una y otra vez buscando la excusa de que hay mucha cola y regresarás más tarde. De repente pasas y ya no hay más cola. Sabes que la vas a disfrutar. Sabes que te da miedo. Un dilema entre la responsabilidad y la vanidad, entre el que chu y el por qué no. Decides hacer la cola. Mientras avanzas, buscas las caras de los que salen. Ves un grupo salir y luego llegar despeinado. Escuchas el recorrido de los carritos. Escuchas los gritos. Escuchas tu corazón. La adrenalina toca la puerta. Siempre puedes salirte de la cola. Pero no lo haces. Por verguenza, por orgullo, o porque realmente te mueres de ganas de subirte, no lo haces. Llegó tu turno. Te sientas y amarras el cinturón de seguridad. Se cierran los seguros y parte la fila de carritos. No estás solo. Hay varios que viajan contigo. Varios que viven lo mismo. Muchos espectadores que te observan desde afuera como una cabecita que sigue un recorrido de velocidad, altura y juego. Al final, TODO es un juego.

La decisión que te lleva a subir va de la mano con la decisión de llegar al final. EL boleto es de ida y de regreso incorporado. Es cuestión de aprender a dejarte llevar y saber que no puedes controlarlo todo. En realidad, no puedes controlar casi nada. Tal vez el lugar donde pones las manos o cuánto gritas. Pero nada mas. Una decisiòn inicial tuya es la que te da el momento y la que te lleva a lo largo del recorrido.

Hay procesos que son así. Parten con una decisión. Son montañas rusas de ideas, promesas y sueños. Por supuesto que hay procesos que es necesario interrumpir. No hablo hoy de esos.

Hablo de los procesos que sabes que quieres atravesar. De esa meta a la que quieres llegar porque es lo que corresponde y porque es lo que tu corazón realmente quiere. El problema es en querer cuestionar el camino todo el tiempo. En contemplar la idea de tirarte de la montaña rusa. Es no ceder a la fuerza de la adrenalina y de los momentos rápidos y lentos. La montaña rusa lo tiene todo. Lo fácil y lo difícil, los llenos y los vacíos, las subidas y las bajadas, los momentos de grupo y los solitarios. Pero sobre todo, tiene un final. Un final que conoces desde el principio. Son esos procesos tipo montaña rusa que debemos aprender a valorar. Son puro aprendizaje y antes de lo que uno se da cuenta, ya vas camino a la puerta de salida para ver desde abajo otra persona que ocupó tu lugar. Cuando la vez, te das cuenta es es un punto dentro de un sistema. Un punto que experimenta un proceso que ya está ahí. Que ya existe. Un proceso que te alberga y te acoge para enseñarte que eres mucho más fuerte de lo que crees.

Tuesday, June 14, 2011

caminos

Hace tiempo que no escribía... (no en el teclado, siempre con la mente y hasta incluso a veces con los dedos sobre el aire). Hoy una amiga llegó con una libreta en blanco como quien le tira un flotador a alguien que está en el agua. Felizmente, no me estoy ahogando, pero llevo flotando semanas de semanas entre ideas y pensamientos que me gustaría compartir hoy en nombre de esa amiga salvavidas.

Por mucho tiempo he dicho que en el yoga -y por lo tanto, en la vida, porque al final lo que uno practica en una secuencia de posturas no es otra cosa que aprender a fluir con gracia de situación en situación, de incomodidad en incomodidad, de reto en reto, hasta el punto que realmente se disfruta el viaje con sus complicaciones y bajadas de llanta- ... decía que por mucho tiemo he dicho que en el yoga, uno avanza dando dos pasos para atrás y tres para adelante. Cuando hay algo que corregir, es necesario retroceder, y comenzar de nuevo.

Retiro lo dicho. Creo que me equivoqué. En el yoga -y por lo tanto, en la vida- uno nunca retrocede. ¿Si el tiempo no retrocede, cómo podríamos hacerlo nosotros?

Siempre vamos para adelante porque nuestros ojos siempre van para adelante, incluso cuando caminamos hacia atrás. Todos los caminos son movimiento y por lo tanto, avanzan. Regresar por un camino antiguo no es más que volver a caminar. Al final, ¿no son eso nuestros días? Salimos de casa, vamos al trabajo, o a la bodega, o a la clase de no se qué, a la lavandería, a visitar a algún amigo, y siempre regresamos a ese espacio debajo de nuestras sábanas. Nuestra oreja regresa a su almohada, nuestros párpados vuelven a cubrir las pupilas y nuestros pies descansan. Suena la alarma, o nos grita la luz del día por la ventana, y volvemos a recorrer el mismo camino. Siempre con variaciones, pero somos seres de rutinas, de patrones, de caminos en forma de espiral.

Siempre hay impulsos que nos toman a salir de nuestras propias convenciones. SAS¡ damos un salto y PLOP caemos en otro lado. El péndulo se mueve de un extremo a otro. Crece nuestra conciencia. Abrimos los ojos. Los pulmones se ensanchan. Rompemos la rutina. Gritamos cambio.

Pero el proceso no termina ahí. Ese es sólo el inicio. Luego de un tiempo, el péndulo intenta regresar a su inicio, por cuestiones de gravedad, pasa por el centro, llega, y cuando está ahí, nuevamente pide cambio. Y desde el cambio, pide regresar, y pasa de nuevo por el centro. Al comienzo, la estadía en los extremos es más larga, y el paso por el centro, más corto. Pero poco a poco las velocidades van cambiando.

Al final, el péndulo nunca llega a estar exactamente ni en el mismo lugar desde donde comenzó ni hacia dónde salto. Sin embargo, SIEMPRE PASA POR EL CENTRO y por cuestiones de física, eventualmente termina en el centro, estático, tranquilo, en paz.

Nuestras vidas y los caminos que recorremos son péndulos. Los cambios demoran más de lo que creemos, pero si le ponemos fe y paciencia, nuestro impulso inicial nos lleva de vuelta a nosotros mismos cargados de más energía. El péndulo aprende de cada ir y venir como nosotros aprendemos algo cada vez que salimos y regresamos a casa. Es ese polvo que se nos pega a los ojos que nos nos deja ver cómo vamos madurando y aprendiendo que sabemos poco, y que podemos vivir sabiendo poco y sabemos que contamos con nosotros mismos.

(EL toque arquitectónico). Se me viene la imagen de las escaleras amarillas de Castañeda. Van directo a la punta del cerro. 100% efectividad. 100% lineales. No creo que eso sea la vida. No quiero creer que sea así de fácil. Así de aburrida.El cuerpo humano se acomoda a las pendientes recorriendolas en zig zag. En cualquier lugar del mundo, y en cualquier cultura de la historia, la mayoría de los caminos que suben cumbres van de diagonal en diagonal, formando figuras como las de un péndulo.


Siempre estamos caminando. De un lado al otro, de arriba para abajo, de derecha a izquierda. A veces hay caminos que debemos repetir una y otra y otra vez hasta que aprendamos a caminarlos bien. Creo que lo importante de los caminos, es saber que son caminos, que nos llevan a algo, que tienen un destino, una dirección, y esa dirección somos nosotros mismos. Nuestro hogar no está detrás de esa cerradura en la que metemos la llave que llevamos dentro de la cartera o el bolsillo. Está más adentro, y más cerca. La acción de caminar, valorar, aprender y disfrutar nos lleva de vuelta a nosotros mismos o nos aleja de nosotros mismos.

No me gusta la palabra meta porque generalmente le quita protagonismo al camino. Y durante el camino, me he dado cuenta que el gran ayudante es la disciplina. Ahora pienso en la disciplina no como el chocolate que no te vas a comer, o el cigarro que no te vas a fumar. Lo veo como darle a cada cosa su momento. Hay momentos para descansar, momentos para trabajar, momentos para dormir, momentos para despertar. Cuando caminamos, la disciplina nos recuerda el motivo por el que caminamos. Nos permite desviarnos a recoger una flor, o parar a amarrarnos el zapato, pero nos mantiene con los ojos alfrente. Cuando comenzamos a mirar para atrás, es ahí cuando retrocedemos. No es necesario hacerlo. Si confiamos en el peso de las cosas el camino nos llevará de vuelta a casa. Todo es cuestión de darle a cada cosa su propio tiempo.

Sunday, May 1, 2011

ecuación de balance

Creo que el gran problema es que siempre queremos controlarlo todo. Queremos controlar lo que sentimos, lo que hacemos, lo que otros hacen. Queremos que todo esté en su sitio en la casa, en el carro, en la oficina y en nuestra cabeza. Balance = control. Respuesta incorrecta.

En el yoga, el balance tiene 50% de fuerza y 50% de flexibilidad.

La fuerza es tal vez ese deseo del control. Es el impulso por hacer las cosas bien, por alcanzar algo, por llegar a la meta, por ponerle punche, por ordenar el closet una y otra vez, por escribir derecho. La fuerza como el punto fijo al que queremos ir. Pero el equilibrio no es sólo fuerza.

Flexibilidad: capacidad de estirarse... Una de las frases más típicas: yo no podría hacer yoga porque no soy nada flexible, no llego a tocarme ni los pies. Efectivamente, no eres flexible, pero no por tus pies, sino por el temor a enfrentarte a una situación desconocida.

La flexibilidad no se mide sólo a nivel muscular. No hablo de analogías o metáforas cuando comparo el comportamiento del cuerpo con el de la mente. Van de la mano. Los dos se mueven bajo el tic tac de la costumbre y bajo la sombra de hacer el ridículo.

Flexibilidad es no hacer para que alguna otra fuerza te jale. Es el dejarse llevar, el acomodarse al punto de entrar en una caja de fósforos. Es una reacción que no reconoce la incomodidad, sino tan sólo, las ocurrencias del destino. Es un enfoque positivo e inocente a lo que se te pasa por el frente. Es entrega pura.

Pero por alguna razón, cuando nos enseñan a nadar, nos enseñan a patalear antes de flotar. Estilo perrito antes de comprender que si te quedas quieto, el agua te levante y te deja a flote. Nos dieron flotadores para que no aprendiéramos la lección nunca.

El otro día, una chica en mi clase me dijo que le costaban mucho las posturas de balance. Ahí empecé a pensar en el tema. La observé y me di cuenta que le costaba mucho relajar los pies. Lo ví porque me cuesta relajar los pies, y mientras más trato de relajarlos, es peor. La mejor solución para relajar una parte del cuerpo es pensar en la existencialidad del mosquito.

El otro día hice yoga en la playa, sobre la arena. Ahí sí no te queda otra que no aprender a relajar los pies. Cuando se hace fuerza con los dedos de los pies, el equilibrio se hace imposible. La superficie se hace más chica. Tal vez el equilibrio tiene mucho que ver como acomodarte al suelo que pisas.

Balance como hacer y no hacer.
Como esfuerzo y abandono.
Como intención. Como no tomártela tan en serio.
Buscar balance es, en parte, pensar en otra cosa.

Thursday, April 21, 2011

somos agua - pero cuál?

El 90% del cuerpo humano es agua.

La pregunta está en observar qué tipo de agua somos...

Hay agua en charcos que salpican por todo, que ante cualquier pisotón dejan ver su fondo.

Hay agua en piletas decorativas que mantienen un mismo tipo de agua circulando de arriba para abajo, con una bella monotonía que no respira vida.

Hay ríos que todo el tiempo fluyen, que chocan con troncos y botes y siguen fluyendo, con mayor o menor fuerza siguen fluyendo. Persistencia admirable, pero me pregunto si saben lo que significa parar, o si sólo esperan que algo muy grande los frene?

Hay piletas con superficies que cualquier pescado o piedrita puede alterar.

También hay agua que nos cae por los ojos. Agua de ríos, lagos, piletas, riachuelos...

Tal vez no haya contenedor más grande de agua que el océano. Es ahí donde desembocan todos los ríos, las lágrimas, los pescados, los barcos, los vientos... una gran masa de agua que lo carga todo, que lo aguanta todo, pero que siempre mantiene cierta estabilidad, siempre va y viene, siempre tiene fondo, siempre llega a una orilla y regresa a su centro... Es un tipo de agua que cuando realmente lo necesita explota, pero incluso esa explosión es lo que le permite mantenerse en paz la mayor parte del tiempo.

Hace semanas que me gusta mucho la idea del océano como un estado mental. En Autobiografía de un Yogi Paramahansa Yogananda llama al camino de la meditación como la búsqueda de una mente océanica. La respiración del que medita suena a mar.

La mente del que medita se convierte, aunque sea por un instante, en una mente océanica.

Si comprendemos que en realida esto no es sólo una metáfora (es una realidad que somos agua) podría tener aún más sentido el yoga, la conexiòn entre el cuerpo y la mente. En cuerpo tranquilo, mente tranquila, y en mente tranquila, uno se mantiene a flote y disfruta del paseo...

Ya me dio sed.

Saturday, April 16, 2011

Lamentablemente la creatividad no nos viene programada con alarma. No tiene horas, es engreída, no le gusta la presión ni los momentos ideales para aparecer. Le encantan las servilletas, las bocinas de los carros, los retazos de tiempos y las noches largas. Viene por la puerta trasera, y tal vez decida irse en medio del brindis de honor. No le gustan los lápices recién tajados, la luz perfecta, la música tranquila ni el sonido de pájaros entrando por la ventana. Por lo menos, la mía, es tan incierta, pero a la vez tan tangible. Cuando entra por esa puerta, su presencia llena el cuarto y todo lo demás desaparece.

Frustra cuando uno espera una idea que nunca viene. Me imagino que es algo parecido al enamoramiento y la famosísima frase que dice que llega cuando uno menos lo espera. Sí, sí, como la mariposa que se posa sobre nuestros hombros, como lo que sucede cuando menos lo imaginas... Sin embargo, todos esperamos, amor, cretividad, y todo eso que aparece de manera sorpresiva. Resulta hasta gracioso sentarse a esperar lo inesperado. Pero lo hacemos... una y otra vez me sorprendo estática esperando que las cosas me sorprendan. Probablemente, mientras lo hago, hay todo un mundo de sorpresas afuera de mi ventana esperando a que salga.

Por eso, a veces, la mejor solución, es salir a caminar... sin rumbo, sin reloj, sin celular y tal vez con un lapicero en la mano. Las ideas las lleva uno en la cabeza. Es mejor mantener la bolsa ligera y con poca plata. Tal vez se puede llevar un cuadernito como cinturón de seguridad y las llaves de la casa por si es necesario regresar corriendo. Es esencial dejar las expectativas bajo la alfombra si es que no pueden barrerse de verdad.

Hora de una caminata. Y gracias al amigo que me hizo recordar que ésa es siempre una buena alternativa cuando la piel se encoge y sentimos que no podemos estirarnos de aquí hasta la luna.

Monday, April 11, 2011

trabajo de hormiga

Acaso cuando nuestra casa está sucia, sacamos un trapito y limpiamos la casa del vecino? Podría funcionar si las acciones siempre fueran recíprocas. El famosísimo hoy por ti mañana por mí es llamado a la corte para someterlo a un serio interrogatorio. Posiblemente si alguna monja del villa leyera este post, me sugeriría alistar un sleeping bag para el purgatorio.

Yo recibo lo que le doy al otro. Yo lavo tu carro porque sé que lavarás el mío. Una idea importada a la que no le damos la vuelta.

Pero no sería más práctico que cada uno camine dentro de sus propios zapatos?

Varias veces he discutido con otros esta idea de encargarse de uno mismo. Siempre rebotan a la superficie palabras como empatía, solidaridad, autosuficiencia y el famosísimo e infaltable egoísmo. Cómo le gusta al egoísmo estar donde revientan los cuetes para llevarse toda la atención. El sombrero de egoísta sí que cuesta sacártelo de encima. Te hace bajar la cabeza y cargar las mochilas de otras personas mientras arrastras tu propia cartera. Ni qué decir del sentido de culpa.

Para mí, todo esto tiene cada vez más sentido, porque esto de sacar trapitos para limpiar las ventanas de los demás no fucniona del todo. Se me viene a la mente la imagen de esos niños en las esquinas que con una necedad impresionante te limpian la luna del carro a pesar de que les insistes que no tienes una sola moneda contigo. Me pregunto cuántas veces he hecho -y probablemente seguiré haciendo lo mismo. Es una costumbre completamente enraízada que no sé si quiero arrancar del todo. Sin embargo, es bueno reconocer cuándo uno sale corriendo por la puerta falsa en busca de un gracias y reconocimiento.

Un consejo pedido es otra cosa. Ayudar al que viene a buscarte no encaja entre estas líneas. Tampoco hablo de apatía e indiferencia, sino más bien de respeto hacia otros, de confiar en su capacidad de resolver sus vidas y de crecer en orden y con prioridades. Si vemos que otros pueden hacerlo solos, nosotros tambíén. De repente cada uno camina por su propio camino y nos saludamos mientras avanzamos. Desaparecen las metidas de cabe, los rompemuelles, los peajes que nos cobran y cobramos inconscientemente.

Definitivamente, la mejor manera de olvidarse de uno mismo es ayudar a los demás. Repartir consejos no pedidos por todos lados. Es eso caridad o escape? No se hace de manera conciente, pero muchas veces buscamos la buena acción que nos saque de nosotros mismos. La acción desinteresada no siempre tiene ese tono, pero muchas veces, la acción solidaria no es desinteresada, porque nos abre una puerta a dejar lo pendiente para más tarde.

Creo que para ayudar a los demás, uno tiene que comenzar por uno mismo. Si lo lleváramos a un punto extremo, si todos sacaramos nuestra propia basura, nuestro planeta interno estaría limpio. Sólo habría que renunciar a los agradecimientos y trabajar como una hormiga, en silencio.

Mejor dejo de hablar y sigo trabajando.

Thursday, March 31, 2011

burbujas

A falta de opiniones, empezaré a compartir frases que me despiertan algo. En realidad, todo ya está dicho, pero como todo pensamiento, las frases y las canciones regresan a uno en el momento indicado. Le doy gracias a un amigo muy especial por siempre estar mandando flechas de buena vibra.

Una estrofa de Caminante no hay Camino que reconoce el valor de lo chiquito, lo sutil, del silencio y los pasos que damos en complicidad con nosotros mismos.


¨Nunca perseguí la gloria,
ni dejar en la memoria
de los hombres mi canción;
yo amo los mundos sutiles,
ingrávidos y gentiles,
como pompas de jabón.¨


Las burbujas de jabón son efectivamente lindas. Las pobres pasan desapercibidas. Su redonda perfección no puede competir con la luminosidad de los espejos que oscurecen y simplifican la visión que tenemos de nosotros mismos. Probablemente, si miramos con atención, nuestro reflejo en una burbuja de jabón, esférico y con profundidad, con superficie e interior, nos da una visión mucho más clara de lo que realmente somos. Justamente por eso también flotan... como las ventanitas que de vez en cuando de abren para dejar que nos veamos, aunque sea por un instante.

Monday, March 28, 2011

final feliz... finalmente

(este post viene con soundtrack...
http://www.youtube.com/watch?v=RD3WwM6l1J0&feature=related)

Hoy fui a una clase de yoga que dictaba una buena amiga. Es de esas clases que siempre caen en el momento indicado. Al comenzar, habló del yo interior, de la vocecita, pero la del lado bueno. De hecho, los dibujos animados con el angelito y el diablo flotando al costado de la cabeza no están para nada lejos de la realidad.

Hoy, de repente, apoyada sobre dos brazos que se cansaban, sudando, en una postura no del todo fácil, me vi sonriendo. No riendo, sino sonriendo. Cada célula de mi cuerpo sonriendo.

Sigo sonriendo. No con la cara estirada. Esta vez la sonrisa viene de un poquito más adentro, de algun rincón escondido entre las costillas que merece un espacio entre estas líneas. Hoy sentí que se abrió algo, algo que no veía venir hace tiempo.

A veces me preguntan por qué tanto esfuerzo con el yoga, la meditación. Incluso yo cuestiono si paso demasiado tiempo tratando de entender mi cabeza. El proceso de entenderse a veces llega a convertirse en una chamba a tiempo completo. Es casi casi como la luz de un blackberry que no deja de sonar. Una radio que no se apaga. Una conversación interior, que observas, que controlas y te controla, que dejas ir y que te lleva, un ping pong entre presente, pasado y futuro constante, un columpio en el que te ves columpiarte desde afuera... creo que muchos deben saber a qué me refiero.

A veces tiras la toalla y sueltas un gran ya fue ya. Te preguntas, para qué me metí aquí? Confieso que a veces me gustaría andar como los personajes de Ensayo de la Ceguera de Saramago, a tropezones sin ver nada. Pero luego de un par de tropezones, te das cuenta que ésa no es la salida. A veces, es mejor tener una buena ventana por dónde mirar, que una puerta que no te lleva más lejos que al jardín de atrás, ése con olor a recuerdos de infancia y flores de plástico.

Hay momentos en los que el esfuerzo hace sentido. Pueden ser segundos, minutos, con suerte un día, y con años de chamba, o incluso vidas de chamba, me imagino que puede ser un estado de ser y vivir en paz.

Hoy se abrió esa ventanita que me hace recordar por qué el yoga, por qué la meditación, por qué el viaje interno. Era una ventana muy chiquita, cuadrada con un marco simple y en una pared blanca. Una ventanita que me hizo recordar que en esencia somos felicidad, somos amor, somos energía viva. Está ahí, y cuando sale, no depende de ninguna buena noticia ni un buen día. Va más allá de los hechos. Viene de adentro. Plenitud pura que no tiene ningún otro motivo que estar vivo.

Saber que esa esencia existe justifica la búsqueda en un 500%. Es como si en un segundo, la acción de estar tomara protagonismo: uno deja de estar contento, estar triste, estar arriba, estar abajo, estar flaco, estar gordo....

Uno simplemente disfruta el estar. Y no hablo del que tiene muebles.

De repente, a uno le llega la certeza que simplemente se puede estar y que eso es más que suficiente para ser feliz.

Se me viene a la cabeza una frase que siempre repetía Bikram:
¨Hay muchas ranas que nacen, crecen y mueren dentro de su charco, sin haberse dado cuenta que existía un océano.

Tuesday, March 22, 2011

efecto tornado

Estuve el fin de semana en un seminario lindísimo sobre meditación. Sería demasiado ambicioso querer explicar lo vivido y compartido durante un fin de semana con otras 33 personas en líneas. Sólo puedo decir que fue especial, muy especial.

Me propuse la meta de ser más feliz, de meditar todos los días, de seguir haciendo el esfuerzo por dar mi 100% en todo y mantenerme presente. Pero la mente no se queda quieta cuando ve que corre el peligro de perder poder. Por lo menos la mía, se ha puesto zapatillas y ha salido a correr al costado de todas mis buenas intenciones.

Tengo un par de pensamientos que por más que trato, no puedo soltar. Los veo, los soplo, y regresan. Medito, los observo, y cuando creo que están en silencio, regresan y se me cuelgan de las orejas. Son pensamientos que se me agarran de la pierna, de la misma manera que los niños tienen la costumbre de agarrarse de tu pantalón para que no dejes de jugar con ellos. Son pensamientos chicle, pensamientos pelota de ping pong, pensamientos como esa arena que se mete en la cama y no te deja dormir. Bueno, por lo menos ya lo estoy tomando con mejor humor.. a ver si estos benditos pensamientos se pican un poco y se esconden debajo de la cortina.

Hoy cuando practicaba yoga la batalla era campal. Yo a un lado del ring, ese pensamiento hostigante al otro. Nos esquivábamos, nos veíamos a los ojos, nos tirábamos al piso, nos levantábamos, tomábamos agua y así seguíamos. Pasaban los minutos, y ni la victoria ni la derrota me generaban ningún tipo de tranquilidad. El resultado de cualquiera de las dos acciones era cansancio, mucho cansancio y ganas de salir corriendo a algún lugar donde el pensamiento no pudiera alcanzarme. Qué pena que los pensamientos no tienen cuerpo. Ahí sería más fácil escabuirse o verlos cuando están detrás de la cortina para no levantarla.

Pero en realidad, los pensamientos te siguen a todos lados. Hay muchas técnicas para dejarlos ir, para renunciar a ellos... La meditación es probablemente la más efectiva. También ayuda bailar o reventar burbujitas de bubble wrap. Alguna vez alguien me dijo que romper periódicos era bastante saludable. Yo opto por ordenar mi closet y doblar ropa.

Pero hablaba de la batalla de hoy.

De la batalla que se convirtió en baile cuando por un segundo de lucidez pensé en la imagen de un tornado. Un tornado que se lo lleva todo, que lo absorbe todo, que te levanta del piso a ti con tu casa y tu perro sin que puedas tener ningún control sobre su poder. No creo haber escuchado de nadie que haya intentado salir de un tornado. Incluso si uno cae en el medio de un remolino, recomiendan que te dejes llevar.

La resistencia frente a algo le da poder a ese algo. Te pone en posición de defensa, por lo tanto, de peligro, y por lo tanto, aparece la posiblidad de perder. EL baile, en cambio, es juego. Y un tornado o un remolino, una fuerza que te levanta, te samaquea y cuando se aburre, te bota.

Hoy le declaré la victoria a mi pensamiento. Le dije, ok, tú ganas, me rindo. Me dejé llevar por sus brazos, me hizo dar vueltas, subir, bajar, cerrar y abrir los ojos. Yo sólo observaba. Ya no había resistencia.

Es aburrido jugar solo.

Creo que pasó el tornado. Y nunca le pregunté su nombre.

Thursday, March 17, 2011

prefiero creer

Declaro que en Angieland, la confianza es el piso sobre el que se mueven las cosas. Podrá sonar arbitrario, pero aquí, no entra la desconfianza.

No entiendo por qué a otros les cuesta tanto creer en otras personas. No es siempre. Siempre hay gente en la que sí hay que confiar. Es como si el engaño de una persona se convirtiera en engaño de todos. El daño que alguien nos hizo una vez se multiplica y lo vemos proyectado una y otra y otra vez en las caras de otras personas.

Existen aquellas personas que vienen con una carga gris, tal vez un pasado de errores, tal vez una mochila de mentiras, tal vez, con una tonta y mala fama. Lo cierto es que es difícil conocer a alguien por sí mismo, sin los ecos y opiniones que otras personas tengan del pobre individuo que se quedó marcado con un sello que lo condena a no ser tan íntegro. Vivimos dentro de una fábrica de etiquetas.

A mi, realmente, ese sello me perturba, me molesta, me incomoda, y por eso, hago lo posible por ignorarlo. Apenas lo huelo, salgo corriendo. Estas últimas semanas he caído en opiniones de personas que quieren poner tachones en el cv personal de personas que existen en mi vida. Personas que existen hace tiempo... otras que recién aparecen. Qué tal si dejan que yo arme mi propio documento ne base a mis conversaciones, mis impresiones, mis recuerdos y mi mirada? Creo que confiar es un pasaporte directo a la libertad. La desconfianza te amarra, es miedo hipotético, es duda, te impide ver lo real. La desconfianza te impide creer que la gente cambia cada día, que las personas aprenden de sus errores, que los demás son quienes son cuando están contigo.

En palabras más simples, los desconfiados dirían que eso es infantil, o incluso, un suicidio voluntario por querer que se aprovechen de uno. Totalmente de acuerdo. No me molesta hacerme la tonta. Es mejor dar el beneficio de la duda a favor. Los abogados dirían que una persona es inocente hasta que no se le declare culpable -a pesar de ser ellos seres bastante escépticos-. Quiero creer que en esencia el ser humano es bueno y que en todos hay una capacidad grande de perdonar. Cuando alguien miente, el único que se hace daño es el que miente. Si uno no vive sujeto al miedo a la mentira, la mentira no lo acosa, su sombra se va debajo de otro árbol.

Yo voto por creer... creer... y creer... y si hay que perdonar, se observa y se perdona. Se observa, y se aprende. Se aprende y se olvida. Tal vez el motivo sea egoísta: por mi propia libertad, por mi salud mental, y porque quiero que otros crean en mí por lo que soy en este mismo instante que se construye y se va.

Monday, March 7, 2011

Aquí estoy

Voy a volver a escribir algo que escribí hace unos días. Por algún motivo no se grabó. Si soy fiel a lo que llevo repitiendo en mi cabeza últimamente, no se grabó porque no debía estar ahí.

Todo es perfecto como está, como viene.
Yo estoy donde tengo que estar.

Bonitas palabras para llevar en el bolsillo. Ultimamente, ésa es la frase que me calma mucho... mientras practico yoga, mientras me quedo estancada en el tráfico, mientras algo no sale como me gustaría.

El universo está regido por reglas perfectas pero demasiado amplias para nuestra visión de hormigas, que desde un puntito en el círculo infinito del planeta creemos ilusamente que podemos explicar las cosas. Es imposible comprender lo que nos pasa, o lo que pasa a nuestro alrededor, porque es una tuerca dentro de una máquina gigante y compleja. La máquina puede ser compleja, pero si confiamos en que ella funciona, nuestra realidad se simplifica, ya que comenzamos a comprender lo que nos pasa en función a un sistema más grande que siempre tiende al equilibrio.

Llegué a esta respuesta hace menos de una semana cuando estaba regresando de un lugar completamente ajeno a mi realidad, y trataba de responder un par de preguntas existenciales y un tanto adolescentes sobre mi lugar en el mundo.

El lugar donde había pasado los últimos días era un lugar que muchos categorizarían como ¨pobre¨, una categoría relativa, porque es la misma que los de este lugar usarían para nosotros los que vivimos en la ciudad con pobreza de árboles y aire limpio. No me parece relevante discutir las etiquetas de pobreza, riqueza, y mucho menos de caridad, una palabra que tiene entre sus letras olor a soberbia. Mis preguntas no estaban cargadas de pena, sino simplemente, de una gran incógnita. Qué pasaría si me quedo. Por qué aparecí en la ciudad. Preguntas que uno se hace sabiendo que no hay respuesta.

Pero esta vez creo haber encontrado una respuesta:
Todo está perfecto como está.

Muchos podrían tirarme un plato en la cabeza por decir esto. No me refiero a que no debería hacerse nada por mejorar el mundo en el que vivimos. Esta reflexión no tiene un sólo rasguño de apatía. Pero, cuando alguien llora en un punto del planeta, cae una gota de lluvia del cielo. Cuando alguien ríe, alguien se entristece. Cuando alguien muere, alguien nace. Cuando sale el sol aquí, sale la luna allá. Así no lo creamos, es así. Es un equilibrio perfecto que no podemos ver. Podríamos decir que es un equilibrio al que vivimos sometidos. Prefiero pensar en un equilibrio del que formamos parte. Al final, es como si fuéramos parte de un equipo gigante.

Confiar en el equilibrio da calma, porque te hace aceptar el lugar en el que estás, y la condición en la que estás viviendo ese lugar. Un mal día es tan perfecto como un buen día y si uno lo toma así, no existen malos días, ya que todo forma parte de un mismo aprendizaje.

Si uno está donde tiene que estar, no desea estar en ningún otro lugar porque no es el momento. Sin embargo, queda la pregunta de los grandes cambios de rumbo. Cuando uno decide girar unos 35 grados y cambiar de sentido? Creo que incluso, adentro nuestro, hay una voz que habla en nombre del Universo y que nos avisa cuándo es el momento. Por eso tenemos que estar conectados con el mundo vivo. Eso le da vida al corazón, le pone orejas, pies, o mejor aún, alas.

Saturday, February 26, 2011

pensamientos desde las montañas verdes de puno a las 3 de la tarde

Escribo desde un lugar rodeado de verdes y montañas, desde donde nace el Rìo Tambopata y de donde se cultiva uno de los mejores cafès del mundo.... escribo desde un lugar evidentemente lejano a nuestra costa plana con un mar que ahorita no me vendrìa nada mal. Escribo porque provoca compartir, aunque sea con algùn còmplice desconocido que se le ocurra leer este blog un sàbado a mitad del dìa. Viajar solo es fascinante por mil motivos, pero hay ciertas horas en el dìa, sobre todo despuès de almuerzo, en donde es inevitable sentirte un poquito solo. Creo que es un sentimiento que se da muy seguido. Es como si hacer la digestion nos aletargara el alma, solo por unos minutos, luego la energia regresa, el sol se va un poco mas al costado, y la lengua se mueve màs ràpido, los pies se hacen màs ligeros y la pereza desaparece detràs de una mirada nueva. Es como si se pasara un punto de quiebre entre la primera y la segunda mitad del dìa. Son como dos dìas en uno.

Tal vez simplemente estoy cansada de caminar de arriba para abajo y he buscado una excusa que camufle el hecho de estar sentada en una cabina de internet. Tal vez, le tengo miedo al olvido y no quiero que lo que pienso mientras camino se quede en el suelo de esta ciudad alejada para muchos, pero cercana para otros que la ven nacer y crecer cada dìa.

A veces, es increible mirarnos dese afuera en una realidad distinta a la nuestra. Imagino mi nicho, en realidad, mi supuesto nicho (uno no siempre cae en el lugar màs adecuado para su esencia justamente porque siempre existe en la arbitrariedad de nuestras vidas un factor de aprendizaje que necesitamos vivir). Alguna vez has parado a imaginar todo lo que pasa en diferentes lugares del mundo en un mismo momento? Aqui, en San Pedro de Putinapunco, es sàbado, dìa de feria, la gente en las calles y jugando carnavales. El dia se pasa lento para uno de la especie urbana (no siempre tan humana)pero ellos estan en su rutina, por eso no la observan. Imagino donde estarìa si no estuviera aqui... playa, sol, mar... en un paraìso que olvida la existencia de otros paraisos paralelos.

No se que tan interesante sea esta reflexion. Solo es bueno recordar que hay muchos mundos fuera del nuestro. Son como peliculas paralelas que se va construyendo. Asusta, frustra e inquieta saber que podemos quedarnos en una misma funciòn que se repite, y se repite y se repite hasta el punto que la consideramos el eje de nuestra existencia.

Termino con palabras de Ribeyro en Prosas Apàtridas. Muy buen libro para viajes largos en bus. Ribeyro habla de los viajes en tren, de los asientos, aquellos que miran para adelante, y aquellos que miran para atràs. El escritor convierte una posiciòn en una postura, en una visiòn. El que lo lee se pregunta si es de los que viaja mirando lo que dejò o imaginando lo que viene. Creo que prefiero ser de los que mira por la ventana a ver que aparece en el camino. Por eso mismo, dejo de escribir y salgo a la calle. Este post ha sido un buen proceso digestivo. Disculpen las faltas ortogràficas pero no logro decifrar bien este teclado y el segundo dìa del dìa me espera en la puerta.

Wednesday, February 16, 2011

de esos dias...

Esos días...
en los que haces y no haces nada, en los que quieres y no quieres hacer nada, en los que llamas y no te contestan, y te llaman y no contestas, en los que comes por donde sea, y pasas el día bajo la sombra de algún elefante azul...

esos días en los que buscas sin saber qué estás buscando, que no sabes si quieres correr o meterte a la cama, en los que la ropa te incomoda, y hace calor, y tienes sueño, y el teclado de la chamba se hace más grande... esos días que no encajan o que no encajas...

esos días en los que quieres que te digan que la luna está llena para justificar tu incoherencia...

esos días que pasan sobre uno mismo como un remolino que te sacude y se va...

esos días que no son ni tristes, ni alegres, ni rojos ni blancos, esos días que no son días sino años vividos en 24 horas en las que no llegas a tachar de la lista ninguno de los pendientes...

qué hace uno en esos días?

sirve tener un blog que esperas que no muchos lean.
sirve tirar la toalla y dejar que la dispersión entre por las ventanas.
sirve no ofrecer resistencia.
sirve no dar explicaciones ni disculpas.
sirve comerte ese helado que te provoca (se recomienda la combinación sanadora de chocolate con lucuma)

sirve mandar a que el hombrecito rojo con cachos se encarge de las preocupaciones para salir a caminar... y caminar.. y caminar... por tu propio mundo.

¿eso sirve o no sirve?
no importa. es uno de esos días.

Monday, February 14, 2011

un mix para empezar la semana

La semana pasada sumé a mi kit de escobas, pinzas, matamoscas, aspiradores y otros objetos de limpieza y orden mental un par de recursos nuevos. Los he llevado guardados en el llavero de las llaves de mi carro todos estos días, pero conociendo mi mala memoria con las llaves y las páginas de los libros que marco y a los que nunca regreso, prefiero dejarlo por escrito. En realidad, he dejado de subrayar las buenas frases de los libros (todavía lo hago, pero con más mesura y con lápiz) porque me di cuenta que efectivamente el corazón recuerda lo que tiene que recordar, y lo que no recuerda, es porque en ese momento no lo necesita. Los mismos mensajes nos llegan una y otra vez a través de un libro, una persona o una ola de mar y cuando se quedan en nosotros es porque encajan con el vacío o la pregunta que llevamos dentro. En otras palabras, si estás leyendo esto, léelo sólo una vez. Si no se te queda, no importa. En algún cajón de la cabeza va a quedar guardado y ese cajón se abrirá cuando necesites las llaves para salir -o entrar a casa.

Ahí la primera herramienta nueva: la casa, el hogar. Esta me la robé de un libro de Osho que le pone forma a las ansias que tenemos de búsqueda: una casa, con puerta, ventanas, y techo (tal vez no fue tan específico- no tenía ventanas ni techo, pero me es inevitable darle el toque arquitectónico). No importa la casa, cómo es, de qué tamaño... basta decir que uno se siente en casa para entender la sensación de la que estoy hablando. Siempre caminamos en busca de esa sensación de estar en casa. Ese momento en el que llegas, te quitas los zapatos, puedes estar sólo, sin nada en la refri, se te malogró la tele, te quedaste sin batería en el celular y no alcanzas a colgarte de la red de wi-fi del vecino... nada de eso importa, porque te sientes bien donde estás y te bastas tú para sentirte pleno. Hablo de una sensación que todos hemos experimentado porque de lo contrario, no la buscaríamos. Es una sensación que trasciende de las cuatro paredes de la casa. Es el deseo natural de sentirte cómodo, con los demás pero sobre todo contigo mismo. En realidad, si no estás cómodo en tus zapatos, no te tienes en casa ni en tu propia casa. Lo interesante es observar cómo buscamos esa sencación de hogar. En situaciones ajenas, no es raro tener en una mano el trago, y en la otra el pucho... tal vez hablamos mucho por celular para no que no se nos vea solos... en casa, nos metemos al facebook. Siempre estamos buscando sentirnos cómodos con nosotros mismos. A veces, con uno u otro recurso (algunos más sanos que otros) entramos por ratitos a casa, aguaitamos, pero volvemos a salir sin recordar dónde dejamos la llave. Y así, nos pasamos la vida entrando y saliendo, por la ventana, el techo, por el huequito de la puerta...

La pregunta está en cómo lo logramos? Mejor aún, cómo nos quedamos en casa? Cómo la sacamos de la tierra para llevarla con nosotros?

Disculpen mi mala habilidad para explicar esto con palabras, pero es inexplicable con palabras.

Quien ha hecho yoga, meditación (son en realidad lo mismo), o quien para de vez en cuando a ver el mar o una flor en silencio, se ha llegado a conectar, aunque sea por segundos, con su propia casa. Cómo así? Porque siempre la llevamos dentro (si, en serio!). Lo que pasa es que a veces, se nos pierde la llave. Es más, creo que nunca sabemos bien dónde está la llave. Pero bueno, la buena noticia es que la de respuesto está metidita entre una inhalación, una exhalación, una mirada tranquila en un punto y tal vez, un om. Nosotros somos nuestra propia casa. Y la puerta hacia ella está dentro de nosotros mismos.

Hablé de herramientas... la primera es la llave de la casa.
La segunda, un nuevo diccionario.

Se han dado cuenta de todas las etiquetas que nos ponemos? Las serias son las más evidentes, pero en bromas, nosotros mismos nos condenamos, nos etiquetamos y anulamos la posiblidad de cambiar. Toda broma tiene mucho de cierto. Cuando yo digo que soy dispersa, un poco desordenada, o floja, en el fondo, y detrás de las risas, es porque realmente lo creo.

Una buena amiga, tal vez la gestora intelectual de muchas de las cosas que trato de explicar aquí, me hizo darme cuenta que para cambiar tenemos que cambiar de vocabulario. Las palabras resuenan en nosotros más de lo que creemos y su eco llega a otras personas que empiezan a mirar cosas en nosotros porque los hemos entrenado a verlas.

Uno puede ser flojo, o puede estar aprendiendo a manejar mejor su energía.
Uno puede ser disperso, o puede estar aprendiendo a organizarse.
Uno puede ser impaciente, o puede estar aprendiento aprendiendo a arriesgar más.
Ojo, uno nunca es tonto ni es inútil, sólo tal vez un poco ciego como para mirar al espejo.

Ahí los dejo con dos brochitas nuevas para ir sacando la tierrita que nos impide ser más libres.

Y un último dato que podría salvar cualquier momento solitario (perfecto para un domingo a las 5pm)... cuando cierras los ojos puedes escuchar mejor el latido de tu corazón. Si imaginas un poquito más de ese latido, puedes escuchar el latido de las personas que están cerca a ti. Si imaginas más allá de eso, puedes imaginar los latidos de los corazones de todo el mundo. Si vas aún más allá, imaginas los corazones de todos los seres en el universo. Y así, llegar al mar, al cielo, a montañas a Marte... y de repente, te das cuenta que hay algo que te conecta con todo.

Feliz día de la amistad.

Friday, February 4, 2011

ecuación del día


¨Depende... de qué depende... de según cómo se mire, todo depende.¨
-jarabe de palo




balance = flexibilidad + fuerza.


Fuerza para afrontar, para pararte rápido, para desprenderte, para dejar ir... Fuerza como intención, flecha, punto fijo.

Flexibilidad para aceptar que la vida es cambiante, los ánimos son cambiantes, somos energía viva que sube, baja, se convierte y se recicla. Flexibilidad para aceptar y sonreirle al viento.

Para cada acción, hay una reacción, y todo gesto de fuerza debería ir acompañado de mucha flexibilidad.


Para toda intención, atención.
Para toda meta, confianza.
Para todo recorrido, infinito.
Para todo barco, un mar.
Para todo mar, una orilla.
Para todo timón, shuffle.
Para toda relación, empatía.
Para toda certeza, una dosis de duda.
Para toda raíz, incontables hojas.
Para toda luz, oscuridad.

Para todo... om.

... y paciencia... una burbuja de paciencia.

Wednesday, February 2, 2011

tiempos

El reloj. tic tac.
Mi reloj. tictactictactictac.
El reloj de la ciudad. tiiiiquitaaaacaaatataaataaTAAAAA.
Una piedra al río, plach (o algo parecido).

La aguja del reloj de sonidos constantes, que generan eco, que aumentan, que aturden.

Una piedra y agua, sonido seco, que empieza de repente y se hace más y más chiquito.

No sé por qué últimamente me he puesto a pensar en el tiempo, o mejor dicho, en los tiempos -ya estoy convencida que hay más de uno. No busco redescubrir la pólvora ni desarrollar alguna teoría de la relatividad, pero después de un fin de semana fuera de Lima, muy fuera de Lima, estoy convencida que hay tiempos diferentes que se mueven de forma paralela.

Estuve en Calabaza, comunidad a dos horas de Satipo. Un día pareció una semana. Todo se movía más lento. YO, me movía más lento. Apareció mi chiquita preguntona llena de ¿por qué? y ¿por qué? pero, ¿y por qué? que quería entender qué estaba pasando físicamente para que el tiempo se alargara. Qué perdida de tiempo. Pensar, es una pérdida de tiempo. No le quito la utilidad, pero cuando se piensa, se deja de mirar, y en el mirar es en donde el tiempo saca la cabeza tímidamente.

Me di cuenta que lejos de la bulla de la ciudad, uno deja de perder el tiempo. Sí, digo perderlo, porque empieza a aprovecharlo de manera real, natural, tangible y poco ambiciosa. Es como si uno, y el tiempo, finalmente se hicieran cómplices en hacer los días más largos.


Mi día a día se mueve a una velocidad construida por mí misma. No creo ser la única. Somos nosotros los que ponemos el pie en el pedal, los que nos hacemos esclavos de las alarmas, los que llenamos la agenda de reuniones y retamos al reloj con nuestros pasos. Somos nosotros los que soñamos en días de 48 horas, siestas de día, noches en vela, y nos asusta quedarnos pegados mirando a la nada. Esa nada que lo es todo. La luna siempre sale de noche.

Sé que detrás de los 60 segundos, de los 60 minutos, de las 24 horas, de los 12 meses y de los 365 días del año hay una explicación científica, astrológica y completamente lógica. ¿Pero no sería más sencillo guiarnos por la pulsión de la naturaleza? ¿Sólo basta quedarte viento cómo se derrite una vela para entender un poquito del tiempo. Qué pena no haber guardado esa lección de años de apagones.

Todo esto podría sonar a un rollo hippie. A veces me gustaría serlo un poquito más y hacer origami con las hojas de mi agenda. Pero la realidad es que no uso una bata blanca y una cintilla alrededor de la frente. Mi reloj se levanta victorioso alrededor de mi muñeca. Es grande y naranja fosforescente, un pequeño monumento al tiempo tic tac. No suelo caminar sin zapatos y mis manos siempre estàn cargadas de demasiadas cosas como para proclamar un peace and love con los dedos. En realidad, no critico mis tiempos porque tengo que aceptar que muchas veces disfruto de la adrenalina de andar apurada, de hacer mil cosas a la vez y tachar las líneas en las listas de mi agenda. Sin embargo, salir de Lima siempre me hace regresar a la misma pregunta... ¿por cuál de las rajaduras del tiempo se nos va el tiempo?

Tuve mi reloj en la mano durante todo el viaje. Mis ojos lo miraron poco, porque habían árboles, había siempre un río como música de fondo, y muchas caídas de agua. Denominador común: la gravedad. Esa misma velocidad que nos jala a todos hacia el centro de la tierra.

Hemos creado un mundo de gravedad cero paralelo, en donde creemos mover nuestras cosas a nuestro propio ritmo. Tal vez la palabra no es propio, sino concertado. Un contrato que va en contra de nuestra naturaleza de esperar los frutos de una cosehca o la época de lluvia.

Cuando cae un papel de basura sobre el río, éste lo carga hasta que alguna piedra decide pararlo. Nunca he visto una mano gigante salir del agua y tirar ese papel lejos. El agua tiene demasiado ritmo como para romperlo por una insignificante imperfección.

Cuando una flor crece, se toma su tiempo. Cuando un árbol se marchita, lo hace de a pocos, y muy pocas veces hay vuelta atrás. Todos son procesos naturales marcados por una misma pulsión. Y nosotros, tenemos en esencia ese mismo ritmo, ese mismo tiempo que se pierde cada vez que dejamos de ver el poquito de verde que hay a nuestro costado. Sólo basta con quedarte pegado al mar para darte cuenta que en cuanto a tiempos, nos estamos equivocando. La mayoría de nuestro cuerpo es agua.

¿Por qué el apuro por hacer, por dejar de hacer, por crecer, por enamorarnos? En qué parte del cerebro está el tic tac tic tac... en el derecho o en el izquierdo? No importa, porque al final, todo siempre cae por su propio peso. Tendremos la manía de querer abrir el libro por la última página, pero en realidad, el final lo construye la gravedad con poca imaginación y mucha paciencia.

Este post hace honor al tiempo que se mantiene constante en el ir y venir de nuestros propios tiempos y le pide al tiempo que regrese tal y como es: lento, básico, constante, pensativo y sabio. Creo que se perdió entre los pasadores de alguno de los zapatos con los que quise caminar sobre el agua sin darme cuenta que realmente estaba haciendo es flotar y sin cinturón de seguridad. Hay una gran ironía detrás de nuestro afán por aprovechar un tiempo que finalmente perdemosm que se nos escurre por las manos y teclados...

Tal vez no hemos aprendido a mirar el mar lo suficiente. Tal vez, hay que dejar de jufar sapito con piedras que revbotan sobre el agua. l

Wednesday, January 26, 2011

rastros de jardín sobre el mat

No quiero entrar en discursos pro-yogis porque creo que los míos han perdido toda objetividad. No hace falta saber mucho de mí para saber que soluciono todo con el yoga, corrijo posturas, huesos, neuronas y corazones. Es indescirptible lo mucho que uno puede aprender sobre ese rectángulo de menos de dos metros cuadrados. Por 90 minutos, si realmente prestas atención, tu mundo se hace rectangular y por momentos puedes llegar a entenderlo... por segundos, tras ensayo y error, ensayo y error, tal vez puedas llegar a ajustar algunas tuercas.

Hoy fue un hecho simple lo que me dejó pensando. Y luego, la batalla fue dejar ir ese pensamiento para mantenerme conectada. Me alegra darme cuenta que no se me olvidó. Probablemente, era una buena idea y por lo tanto, es válida compartirla.

Estaba en una dandayanama bibaktapada paschimotanasada... en términos simples, piernas semi abiertas con la cabeza hacia el piso cogiendo los talones. El enfoque: un punto fijo en el suelo. Sólo un punto. Hacer la meta chiquita, enfocarte en el camino, no en el destino, respirar, y acercarte milímetro por milímetro. Sólo un punto fijo.

Pero apareció un pedacito de jardín. Lo miré, y regresé al punto fijo. Lo volví a mirar, y regresé al punto fijo. Como quien no hace nada significativo, lo cogí y lo tiré para el costado. Quien practica yoga seguido, es consciente de que esa es una distracción a la que le concediste tu meditación. Una mosca que no aguantaste sobre la nariz. Y seguí conversando con mi punto fijo.

Un par de posturas después, creí haber olvidado el pedacito de jardín sin destino claro. Al parecer, él, no me había olvidado a mí. En la postura del triángulo, cuando los ojos van hacia el cielo, noté un punto verde en la punda de mi dedo índice. Ahí estaba, interrumpiendo una vez más, mi punto fijo.

¿Hace sentido o soy yo la pastrula?
A veces, cuando le damos una concesión a una distracción, ésta, sin darnos cuenta, empieza a ocupar un lugar en nosotros, se nos pega, nos persigue, y se convierte en nuestra sombra. Es por eso importante tener los ojos bien abiertos, sobre todo a las cosas que te quitan tu paz. No importa si te la quitan, lo importante es aprender a verlas. Ese es el primer paso para intimidarlas.

Bendita la mosca que se te para en la nariz porque es una oportunidad para aprender a no distraerte o una excusa para hacerlo... el sí o no es secundario... lo importante es estar consciente que existen opciones.

Thursday, January 20, 2011

dos pies en una licuadora

Tantos mensajes, tanta sabiduría, tantas opiniones, tantas teorías....
tanta información que uno absorbe y suelta como esponja...
llegan momentos en los que no sabes bien qué es lo que te define. Pero me imagino que esos momentos son buenos por un tiempo. Hay etapas en las que simplemente es bueno escuchar, dejar que el viento sople, que te analicen y te aconsejen... como me dijo una amiga, cuando todo se pone muy turbulento tan sólo se trata de aferrarse a un buen árbol. Pero una sobre dosis de conocimientos no es una tragedia, ni mucho menos algo de lo que uno debe correr.... sin embargo, como todo, es bueno saber que al final, uno es su propio tronco. Hay que escuchar lo que tiene eco en el corazón, y lo demás, respetarlo y dejarlo ir... tal vez simplemente hasta otro momento. Hay que aceptar que todos tenemos ritmos diferentes de transformación y crecimiento. Si uno mira la naturaleza, vive en nuestro tiempo pero a su velocidad. Una velocidad tan sútil que parece estática... pero el mar se mueve, las plantas crecen cada segundo, las piedras respiran tan tranquilas sobre el suelo que parecen inertes... y así, ellas también a su ritmo evolucionan. A veces, sin darnos cuenta, entramos a una licuadora que nos envuelve, y nos lleva de arriba para abajo, oscilando desde lo más elemental hasta lo más complejo, desde lo más amarillo hasta lo más negro, desde lo más tangible a lo más intangible... en esos momentos, es bueno recordar que debajo nuestro hay dos pies y un ombligo que lo concentra todo. Cuando uno recuerda que uno mismo es su mejor referencia, no hay conocimiento ni discurso que te desvíe, porque todos te llevan hacia un mismo camino de libertad y paz.

Wednesday, January 12, 2011

deseos y ceguera

Escuché una frase en un video de Sri Sri Ravi Shankar, fundador del movimiento The Art Of Living, organización que expande la meditación por todo el mundo...

Sri Sri hablaba de los deseos, y usó una analogía que me pareció muy cierta. Siempre las palabras simples son las más sabias...

Los deseos, como arenillas en el ojo, que molestan cuando los ojos están cerrados y también abiertos. Están ahí todo el tiempo, perturbando la claridad de la mirada.

Los deseos y las expectativas son arenillas. Nos siguen cuando estamos despiertos y también cuando dormimos. Por eso es que a veces uno siente que nunca descansa, porque la mente, siempre está deseando lo que no tiene, está viendo lo que perdió, lo que todavía no consigue. Constituye un verdadero esfuerzo quedarte con los pies en el hoy y desear tan sólo poder disfrutarlo al máximo, con lo que viene, tomando todo como una oportunidad para dar gracias. Sobre todo las dificultades son oportunidades para crecer, y cuando dejamos de desear que las personas nos quieran o escuchen de la manera que nos gustaría, recién ahí, empezamos a quererlas tal y como son, y aprendemos a querernos tal y como somos.

Si contáramos los momentos en el día en los que no estamos deseando algo, ya sea un café, un par de zapatos, un viaje, otro trabajo, irnos a dormir, un amor, otra casa, otra cara, otra silla, otros amigos, otra familia, otro día, que sea el fin de semana.... cuántos minutos perdidos de días que se nos escurren por las manos sin ver ni la sombra de su cielo, su mar, sus sonidos y la gente que nos cruza por el frente.

Por otro lado, Sri Sri también habló de piedras grandes, de rocas que no entran en el ojo. Me imagino que se refirió a que nunca deberíamos dejar de pensar en grande siempre y cuando no quitemos los ojos del camino.

Si leiste esto hoy, o mañana, o cuando sea...
que tengas un bonito día.

Sunday, January 2, 2011

receta para la resaca de año nuevo

No suelo tomar mucho, en parte porque estoy conciente de lo que hace con mi cuerpo, con mi cabeza, y con mi propia conciencia. Sin embargo, creo que -con ciertas moderaciones- es bueno vivirlo todo, y desequilibrar las ondas de vez en cuando para valorar aún más el balance. Otra de las razones por las que no me gusta tomar, es porque le tengo pavor a la resaca, y la poca costumbre de tomar es una puerta abierta a una terrible resaca. Lo que me disgusta y asusta no es tanto la física -el dolor de cabeza te lo quita un panadol- sino la emocional. Lo he conversado con otros, y no creo ser la única que en la tarde -la hora es crucial- del día post-juerga, hay una ola de melancolía que a uno le recorre los huesos. Es como si el cajón de soledad que todos llevamos dentro se abriera para soltar una música un tanto gris y desolada. Es un sentimiento que no sé si me gusta o no, que hasta cierto punto me acompaña y me tortura.

Ayer fue lindo descubrir la cura para la rescaca: estar acompañado. Tuve la suerte de recibir el año rodeada de gente muy linda, de personalidades muy diferentes que se mezclan y calibran como notas que forman una canción perfectamente disonante y divertida. Entre champagne, olas de mar, música no-tonerita, arena en los pies y un tabladillo de esteras, bailamos, bailamos y bailamos. Fue un año nuevo simple, sin rituales, grandes promesas y ni siquiera mucho amarillo. Creo que la mejor cábala de este año nuevo, para mí, fue redescubrir el valor de los nuevos amigos.

Hay muchas cosas que nos generan resaca. Hay momentos, sueños, fracasos, alegrías o simplemente esos días en los que los ánimos no están en su sitio. Como lo diriía un amigo publicista que habla con imágenes, hay días en los que al hamster le cuesta subirse a su ruedita, y que cuando lo hace, avanza lento y con pies pesados. El problema de esos días no es el sentimiento, sino lo que hacemos con él. Por lo menos yo tengo que aceptar que tiendo a aislarme. Es una mezcla entre el gusto por los momentos grises, las pocas ganas de molestar a otros y la flojera misma que viene incorporada a días como esos. Sin embargo, ayer fue bueno recordar que siempre habrá algún grupo de gente productora de conversaciones pop corn, silencios interrumpidos por algún comentario gracioso, o silencios en los que el eco de los pensmaientos propios no rebota tanto como cuando uno está solo.

Mi descubrimiento de año nuevo se convirtió en resolución amarilla. Si el anterior fue un año muy centrado en mi proceso personal, éste, buscará aprender de los demás, de trascender lo que hacen, para ver lo que son. Estamos rodeados de libros de autoayuda, novelas y cuentos fantásticos todos los días, pero pareciera que los dos ojos los tenemos hacia adentro la mayor parte del tiempo. Si tenemos dos ojos, y en realidad siempre miramos sólo por uno (intenten realmente ver con los dos ojos y van a ver qué es lo que digo) ¿por qué no mirar con un ojo la naturaleza humana que nos rodea, y por otro, el eco de sus vidas dentro de nosotros? Al final, lo que vemos es la proyección de lo que somos, y ver a otros, es vernos a nosotros mismos.

Este post va en nombre de todos aquellos amigos que dejé en la lista de mi inbox, que olvidé llamar en el día de su santo, a quienes he escrito cartas virtuales mientras manejo o simplemente a ellos que de repente aparecen en mi cabeza como una chispa y se esfuman sin saber que ahí estaban.

Bonitas las coincidencias del destino que justo llegó este fragmento a mi inbox enviado por un buen compinche:

" ..es la primera vez que conozco a alguien que busca a la gente y ve más allá de las apariencias. Puede parecer trivial, pero yo creo que sin embargo que es profundo. Nunca vemos más allá de nuestras certezas y, lo que es más grave todavía, hemos renunciado a conocer a la gente, nos limitamos a conocernos a nosotros mismos sin reconocernos en esos espejos permanentes¨.

Tal vez, este año, en vez de hacer una lista de las cosas que me gustaría cumplir o hacer, debería una lista de personas a las que quiero recuperar en mi vida. Es cierto que las personas aparecen en nuestras vidas por un motivo, y por otro, también se van. Sin embargo, eso no se opone a buscar y buscar y encontrar y recuperar a quienes queremos tener cerca. A veces, dejar las cosas en manos del destino, no es suficiente. Es como si el camino nos los pusieran alfrente, pero nosotros somos los que manejamos el carro y decidimos cuándo acelerar y bajar la velocidad, cuándo voltear a la derecha o la izquierda, cuándo parar a recoger a algún nuevo pasajero, o cuándo alterar la ruta para tocar el timbre de un buen amigo.