Sunday, August 21, 2011

Incoherencias de domingo en la noche

La vida es de locos. Siempre ha sido de locos. Siempre va a ser de locos. Y sólo para los locos es que la vida funciona y en abundancia.

El tiempo se nos pasa mientras buscamos caminos en líneas rectas. Con suerte podremos convertirnos en buenos tiradores de flechas y confiar en nuestra puntería. Aún así, siempre hay viento y pájaros que aparecen en el camino para robarse una flecha. Nuestros anhelos son sólo un punto dentro de millones de puntos que nos anhelan a nosotros.


Todo es cambiante, incoherente, tan perfectamente impredescible. Nosotros cambiamos todo el tiempo, somos incoherentes, somos perfectamente impredescibles. Grave error olvidar que el espejo no tiene memoria y que cada día nos viene con un pasaporte nuevo. Podemos decidir ser o dejar de ser cada día. Y en ese momento en que despertamos y nos miramos al espejo, está la vida, detrás de la cortina del baño, esperando nuestro decreto de lunes.

Cada día es un lunes disfrazado de martes, viernes o domingo. Me lo susurró la vida al oído el otro día mientras me tomaba un café que olía a VIVE. Lo encontré en un sobrecito al costado del sobrecito de splenda. Realmente creo que allá arriba, montada sobre una nube, la vida se ríe de nosotros y se pregunta con cierta melancolía en qué momento empezamos a confundir la risa y la sonrisa. Le frustra no comprender por qué nos gustan las corbatas y los tacos.

La vida podría ser algo así como un científico loco jugando con hilos de los que mueven marionetas. Ahí hay alguien tratando de enseñarnos a caminar sueltos de huesos mientras nosotros insistimos en querer marchar como soldados. Y en la marcha aparecen huecos, caminos sin salida, llaves amarillas que caen del cielo, lluvia para calmar la sed, se nos hace un nudo entre los pasadores, cruza un nómade que te regala un plátano, el reloj marca el mismo número varias veces, la radio nos canta una canción que resuena. La vida nos sorprende todo el tiempo y sigue echando raíces sobre su sillón esperando que la sorprendamos. Pero los días pasan y no dejamos de clavar los ojos en el tic tac del reloj.

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