Sunday, August 14, 2011

reflexión dominguera


Siempre que digo que dicto clases de yoga los domingos a las 11am me creen chiflada. En realidad, me sorprendo cada día más de lo mucho que disfruto dar una clase de domingo. Hoy fue una bonita clase. 22 personas. De todas las edades. Alumnos nuevos, otros ya con más experiencia, un par de profesores... todos apretados y sonrientes. Yo sonreía con ellos.

Al salir de la clase, subí a mi carro imaginé a cada uno llegando a su casa. Los imaginé comprando algo de comer en la calle. Los imaginé con sus familias y en sus trabajos a primera hora del lunes. Imaginé 22 cuerpos bien estirados, 22 corazones más contentos. Imaginé 22 cabezas descansando tranquilamente sobre almohadas un domingo en la noche. Los imaginé, por un sagundo, interactuando con ellos mismos y con otros. Imaginé que de sus bocas saldrían palabras más amables, o tal vez saldrían menos palabras y más silencios pacientes.

Y no voy a mentir, me sentí bien. Porque sentí que lo hago, tiene sentido. Di gracias por poder hacerlo. Y poder hacerlo en un día domingo. Poder cambiar el mundo de varias personas un domingo. Su mundo interno y el mundo que los rodea. No aspiro a grandes cambios. Sólo un mejor humor y unos hombros más relajados... Hoy recordé por qué me gusta tanto dictar yoga. Aprendo mucho al dar. Y en agradecimiento, quería compartirlo.






Siempre fui de las que quería cambiar el mundo con cosas grandes. Creo que todos los soñadores anhelamos con un gran proyecto que ayude a miles, o diseñar un colegio para muchos niños, por qué no, encontrar la cura para una gran enfermedad. Pero por ver tan lejos, dejamos de ver el impacto de nuestras acciones chiquitas. Sigo convenciendome una y otra vez que uno contribuye con ayudar al mundo un corazón a la vez. Sólo basta alegrarle el día a una persona. Porque esa persona tendrá la posiblidad de contagiar la energía a otra. El efecto dominó sigue y todos seríamos un poquito más felices.

Y el punto de partida está en uno. Eso ya es un hecho científico comprobado. Sólo me falta encontrar números y de esos dato que llenan las expectativas del ego.

El otro día alguien me la puso clarísima cuando me dijo...

Si tienes un polo blanco y te salpicas algo sobre la tela blanca. Hay una mancha. La vez en el espejo. ¿Acaso la mancha se va si limpias el espejo? Creo que nos pasamos la vida tratando de limpiar nuestro polo en otros espejos. La solución es más simple. Es cuestión de sacarte el polo, lavarlo hasta borrar la mancha y ponértelo de nuevo.

Vivimos criticando a otros sin darnos cuenta que lo que estamos criticando son nuestras propias manchas no resueltas. Si no las reconociéramos, no las veríamos. Vivimos rodeados de espejos con pies, brazos, ojos, orejas y boca. Cada segundo es una posiblidad de cambiar el mundo. Y podemos comenzar con las palabras mágicas que los niños aprenden. Sí. Un gracias. un de nada. un buenas noches. un qué rico café. un te quiero. un abrazo. una sonrisa. un silencio comprensivo. un... un... un... un....un... y así los dominos van avanzando.


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