Wednesday, August 24, 2011

Ojos de perejil


Subestimamos el poder de nuestra mirada. Hablo de la mirada que realmente observa. No de esa que no ve realmente nada y no escucha realmente nada. Ese es el piloto automático y un tema que podría ocupar más líneas que pestañas de los ojos.

Hablo de la mirada que se observa a sí misma. Esa que mira a los ojos. La que escoge un punto, lo observa, lo vuelve a mirar, tanto que ya nada más importa. Esa es una mirada que se conecta con la mente.

Alerta. Una mirada doble filo.

Tenemos una herramienta disponible. La posiblidad de enfocarnos. De traernos de vuelta a este planeta y a este tiempo real. Una lupa para ver lo bonito de la vida y lo bueno de las personas. Un boleto directo a ser más felices. Una puerta abierta a un minuto de descanso.

Pero la señora mirada generalmente opta por ver lo que no está ahí: lo ausente, lo incompleto, lo chueco, el tráfico. Y de repente, todas esas imperfecciones se hacen cada vez más y más grandes. De repente, sólo eso es lo que miramos. Los colores se fueron al fondo. Salta a la vista el perejil del diente y dejamos de ver la sonrisa.

En todo caso, es bueno estar conscientes del poder que tiene nuestra mirada. Cuando elegimos mirar algo, le damos poder. No sólo hablo de cosas físicas. Elegimos observar algo dentro nuestro. Tanto, tanto que se hace grande grande. Tenemos que entrenarnos una y otra vez para ser nosotros mismos los que nos empoderamos, y ya no, los que nos debilitamos con autocríticas. ¿Hasta cuándo vamos a amarrarnos los pasadores de un zapato con los pasadores del otro y quejarnos porque el camino tiene huecos?

Has un experimento: hoy, cuando camines por la calle, mira los árboles. Mira todo lo verde que sea una planta. El jardín, alguna maceta, la lechuga del almuerzo, por qué no, el perejil en el diente de alguien.

En cuestión de minutos, te aseguro que Lima la gris se hará verde.
Que hoy sea un bonito día verde.

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