Wednesday, January 26, 2011

rastros de jardín sobre el mat

No quiero entrar en discursos pro-yogis porque creo que los míos han perdido toda objetividad. No hace falta saber mucho de mí para saber que soluciono todo con el yoga, corrijo posturas, huesos, neuronas y corazones. Es indescirptible lo mucho que uno puede aprender sobre ese rectángulo de menos de dos metros cuadrados. Por 90 minutos, si realmente prestas atención, tu mundo se hace rectangular y por momentos puedes llegar a entenderlo... por segundos, tras ensayo y error, ensayo y error, tal vez puedas llegar a ajustar algunas tuercas.

Hoy fue un hecho simple lo que me dejó pensando. Y luego, la batalla fue dejar ir ese pensamiento para mantenerme conectada. Me alegra darme cuenta que no se me olvidó. Probablemente, era una buena idea y por lo tanto, es válida compartirla.

Estaba en una dandayanama bibaktapada paschimotanasada... en términos simples, piernas semi abiertas con la cabeza hacia el piso cogiendo los talones. El enfoque: un punto fijo en el suelo. Sólo un punto. Hacer la meta chiquita, enfocarte en el camino, no en el destino, respirar, y acercarte milímetro por milímetro. Sólo un punto fijo.

Pero apareció un pedacito de jardín. Lo miré, y regresé al punto fijo. Lo volví a mirar, y regresé al punto fijo. Como quien no hace nada significativo, lo cogí y lo tiré para el costado. Quien practica yoga seguido, es consciente de que esa es una distracción a la que le concediste tu meditación. Una mosca que no aguantaste sobre la nariz. Y seguí conversando con mi punto fijo.

Un par de posturas después, creí haber olvidado el pedacito de jardín sin destino claro. Al parecer, él, no me había olvidado a mí. En la postura del triángulo, cuando los ojos van hacia el cielo, noté un punto verde en la punda de mi dedo índice. Ahí estaba, interrumpiendo una vez más, mi punto fijo.

¿Hace sentido o soy yo la pastrula?
A veces, cuando le damos una concesión a una distracción, ésta, sin darnos cuenta, empieza a ocupar un lugar en nosotros, se nos pega, nos persigue, y se convierte en nuestra sombra. Es por eso importante tener los ojos bien abiertos, sobre todo a las cosas que te quitan tu paz. No importa si te la quitan, lo importante es aprender a verlas. Ese es el primer paso para intimidarlas.

Bendita la mosca que se te para en la nariz porque es una oportunidad para aprender a no distraerte o una excusa para hacerlo... el sí o no es secundario... lo importante es estar consciente que existen opciones.

Thursday, January 20, 2011

dos pies en una licuadora

Tantos mensajes, tanta sabiduría, tantas opiniones, tantas teorías....
tanta información que uno absorbe y suelta como esponja...
llegan momentos en los que no sabes bien qué es lo que te define. Pero me imagino que esos momentos son buenos por un tiempo. Hay etapas en las que simplemente es bueno escuchar, dejar que el viento sople, que te analicen y te aconsejen... como me dijo una amiga, cuando todo se pone muy turbulento tan sólo se trata de aferrarse a un buen árbol. Pero una sobre dosis de conocimientos no es una tragedia, ni mucho menos algo de lo que uno debe correr.... sin embargo, como todo, es bueno saber que al final, uno es su propio tronco. Hay que escuchar lo que tiene eco en el corazón, y lo demás, respetarlo y dejarlo ir... tal vez simplemente hasta otro momento. Hay que aceptar que todos tenemos ritmos diferentes de transformación y crecimiento. Si uno mira la naturaleza, vive en nuestro tiempo pero a su velocidad. Una velocidad tan sútil que parece estática... pero el mar se mueve, las plantas crecen cada segundo, las piedras respiran tan tranquilas sobre el suelo que parecen inertes... y así, ellas también a su ritmo evolucionan. A veces, sin darnos cuenta, entramos a una licuadora que nos envuelve, y nos lleva de arriba para abajo, oscilando desde lo más elemental hasta lo más complejo, desde lo más amarillo hasta lo más negro, desde lo más tangible a lo más intangible... en esos momentos, es bueno recordar que debajo nuestro hay dos pies y un ombligo que lo concentra todo. Cuando uno recuerda que uno mismo es su mejor referencia, no hay conocimiento ni discurso que te desvíe, porque todos te llevan hacia un mismo camino de libertad y paz.

Wednesday, January 12, 2011

deseos y ceguera

Escuché una frase en un video de Sri Sri Ravi Shankar, fundador del movimiento The Art Of Living, organización que expande la meditación por todo el mundo...

Sri Sri hablaba de los deseos, y usó una analogía que me pareció muy cierta. Siempre las palabras simples son las más sabias...

Los deseos, como arenillas en el ojo, que molestan cuando los ojos están cerrados y también abiertos. Están ahí todo el tiempo, perturbando la claridad de la mirada.

Los deseos y las expectativas son arenillas. Nos siguen cuando estamos despiertos y también cuando dormimos. Por eso es que a veces uno siente que nunca descansa, porque la mente, siempre está deseando lo que no tiene, está viendo lo que perdió, lo que todavía no consigue. Constituye un verdadero esfuerzo quedarte con los pies en el hoy y desear tan sólo poder disfrutarlo al máximo, con lo que viene, tomando todo como una oportunidad para dar gracias. Sobre todo las dificultades son oportunidades para crecer, y cuando dejamos de desear que las personas nos quieran o escuchen de la manera que nos gustaría, recién ahí, empezamos a quererlas tal y como son, y aprendemos a querernos tal y como somos.

Si contáramos los momentos en el día en los que no estamos deseando algo, ya sea un café, un par de zapatos, un viaje, otro trabajo, irnos a dormir, un amor, otra casa, otra cara, otra silla, otros amigos, otra familia, otro día, que sea el fin de semana.... cuántos minutos perdidos de días que se nos escurren por las manos sin ver ni la sombra de su cielo, su mar, sus sonidos y la gente que nos cruza por el frente.

Por otro lado, Sri Sri también habló de piedras grandes, de rocas que no entran en el ojo. Me imagino que se refirió a que nunca deberíamos dejar de pensar en grande siempre y cuando no quitemos los ojos del camino.

Si leiste esto hoy, o mañana, o cuando sea...
que tengas un bonito día.

Sunday, January 2, 2011

receta para la resaca de año nuevo

No suelo tomar mucho, en parte porque estoy conciente de lo que hace con mi cuerpo, con mi cabeza, y con mi propia conciencia. Sin embargo, creo que -con ciertas moderaciones- es bueno vivirlo todo, y desequilibrar las ondas de vez en cuando para valorar aún más el balance. Otra de las razones por las que no me gusta tomar, es porque le tengo pavor a la resaca, y la poca costumbre de tomar es una puerta abierta a una terrible resaca. Lo que me disgusta y asusta no es tanto la física -el dolor de cabeza te lo quita un panadol- sino la emocional. Lo he conversado con otros, y no creo ser la única que en la tarde -la hora es crucial- del día post-juerga, hay una ola de melancolía que a uno le recorre los huesos. Es como si el cajón de soledad que todos llevamos dentro se abriera para soltar una música un tanto gris y desolada. Es un sentimiento que no sé si me gusta o no, que hasta cierto punto me acompaña y me tortura.

Ayer fue lindo descubrir la cura para la rescaca: estar acompañado. Tuve la suerte de recibir el año rodeada de gente muy linda, de personalidades muy diferentes que se mezclan y calibran como notas que forman una canción perfectamente disonante y divertida. Entre champagne, olas de mar, música no-tonerita, arena en los pies y un tabladillo de esteras, bailamos, bailamos y bailamos. Fue un año nuevo simple, sin rituales, grandes promesas y ni siquiera mucho amarillo. Creo que la mejor cábala de este año nuevo, para mí, fue redescubrir el valor de los nuevos amigos.

Hay muchas cosas que nos generan resaca. Hay momentos, sueños, fracasos, alegrías o simplemente esos días en los que los ánimos no están en su sitio. Como lo diriía un amigo publicista que habla con imágenes, hay días en los que al hamster le cuesta subirse a su ruedita, y que cuando lo hace, avanza lento y con pies pesados. El problema de esos días no es el sentimiento, sino lo que hacemos con él. Por lo menos yo tengo que aceptar que tiendo a aislarme. Es una mezcla entre el gusto por los momentos grises, las pocas ganas de molestar a otros y la flojera misma que viene incorporada a días como esos. Sin embargo, ayer fue bueno recordar que siempre habrá algún grupo de gente productora de conversaciones pop corn, silencios interrumpidos por algún comentario gracioso, o silencios en los que el eco de los pensmaientos propios no rebota tanto como cuando uno está solo.

Mi descubrimiento de año nuevo se convirtió en resolución amarilla. Si el anterior fue un año muy centrado en mi proceso personal, éste, buscará aprender de los demás, de trascender lo que hacen, para ver lo que son. Estamos rodeados de libros de autoayuda, novelas y cuentos fantásticos todos los días, pero pareciera que los dos ojos los tenemos hacia adentro la mayor parte del tiempo. Si tenemos dos ojos, y en realidad siempre miramos sólo por uno (intenten realmente ver con los dos ojos y van a ver qué es lo que digo) ¿por qué no mirar con un ojo la naturaleza humana que nos rodea, y por otro, el eco de sus vidas dentro de nosotros? Al final, lo que vemos es la proyección de lo que somos, y ver a otros, es vernos a nosotros mismos.

Este post va en nombre de todos aquellos amigos que dejé en la lista de mi inbox, que olvidé llamar en el día de su santo, a quienes he escrito cartas virtuales mientras manejo o simplemente a ellos que de repente aparecen en mi cabeza como una chispa y se esfuman sin saber que ahí estaban.

Bonitas las coincidencias del destino que justo llegó este fragmento a mi inbox enviado por un buen compinche:

" ..es la primera vez que conozco a alguien que busca a la gente y ve más allá de las apariencias. Puede parecer trivial, pero yo creo que sin embargo que es profundo. Nunca vemos más allá de nuestras certezas y, lo que es más grave todavía, hemos renunciado a conocer a la gente, nos limitamos a conocernos a nosotros mismos sin reconocernos en esos espejos permanentes¨.

Tal vez, este año, en vez de hacer una lista de las cosas que me gustaría cumplir o hacer, debería una lista de personas a las que quiero recuperar en mi vida. Es cierto que las personas aparecen en nuestras vidas por un motivo, y por otro, también se van. Sin embargo, eso no se opone a buscar y buscar y encontrar y recuperar a quienes queremos tener cerca. A veces, dejar las cosas en manos del destino, no es suficiente. Es como si el camino nos los pusieran alfrente, pero nosotros somos los que manejamos el carro y decidimos cuándo acelerar y bajar la velocidad, cuándo voltear a la derecha o la izquierda, cuándo parar a recoger a algún nuevo pasajero, o cuándo alterar la ruta para tocar el timbre de un buen amigo.