Sunday, January 2, 2011

receta para la resaca de año nuevo

No suelo tomar mucho, en parte porque estoy conciente de lo que hace con mi cuerpo, con mi cabeza, y con mi propia conciencia. Sin embargo, creo que -con ciertas moderaciones- es bueno vivirlo todo, y desequilibrar las ondas de vez en cuando para valorar aún más el balance. Otra de las razones por las que no me gusta tomar, es porque le tengo pavor a la resaca, y la poca costumbre de tomar es una puerta abierta a una terrible resaca. Lo que me disgusta y asusta no es tanto la física -el dolor de cabeza te lo quita un panadol- sino la emocional. Lo he conversado con otros, y no creo ser la única que en la tarde -la hora es crucial- del día post-juerga, hay una ola de melancolía que a uno le recorre los huesos. Es como si el cajón de soledad que todos llevamos dentro se abriera para soltar una música un tanto gris y desolada. Es un sentimiento que no sé si me gusta o no, que hasta cierto punto me acompaña y me tortura.

Ayer fue lindo descubrir la cura para la rescaca: estar acompañado. Tuve la suerte de recibir el año rodeada de gente muy linda, de personalidades muy diferentes que se mezclan y calibran como notas que forman una canción perfectamente disonante y divertida. Entre champagne, olas de mar, música no-tonerita, arena en los pies y un tabladillo de esteras, bailamos, bailamos y bailamos. Fue un año nuevo simple, sin rituales, grandes promesas y ni siquiera mucho amarillo. Creo que la mejor cábala de este año nuevo, para mí, fue redescubrir el valor de los nuevos amigos.

Hay muchas cosas que nos generan resaca. Hay momentos, sueños, fracasos, alegrías o simplemente esos días en los que los ánimos no están en su sitio. Como lo diriía un amigo publicista que habla con imágenes, hay días en los que al hamster le cuesta subirse a su ruedita, y que cuando lo hace, avanza lento y con pies pesados. El problema de esos días no es el sentimiento, sino lo que hacemos con él. Por lo menos yo tengo que aceptar que tiendo a aislarme. Es una mezcla entre el gusto por los momentos grises, las pocas ganas de molestar a otros y la flojera misma que viene incorporada a días como esos. Sin embargo, ayer fue bueno recordar que siempre habrá algún grupo de gente productora de conversaciones pop corn, silencios interrumpidos por algún comentario gracioso, o silencios en los que el eco de los pensmaientos propios no rebota tanto como cuando uno está solo.

Mi descubrimiento de año nuevo se convirtió en resolución amarilla. Si el anterior fue un año muy centrado en mi proceso personal, éste, buscará aprender de los demás, de trascender lo que hacen, para ver lo que son. Estamos rodeados de libros de autoayuda, novelas y cuentos fantásticos todos los días, pero pareciera que los dos ojos los tenemos hacia adentro la mayor parte del tiempo. Si tenemos dos ojos, y en realidad siempre miramos sólo por uno (intenten realmente ver con los dos ojos y van a ver qué es lo que digo) ¿por qué no mirar con un ojo la naturaleza humana que nos rodea, y por otro, el eco de sus vidas dentro de nosotros? Al final, lo que vemos es la proyección de lo que somos, y ver a otros, es vernos a nosotros mismos.

Este post va en nombre de todos aquellos amigos que dejé en la lista de mi inbox, que olvidé llamar en el día de su santo, a quienes he escrito cartas virtuales mientras manejo o simplemente a ellos que de repente aparecen en mi cabeza como una chispa y se esfuman sin saber que ahí estaban.

Bonitas las coincidencias del destino que justo llegó este fragmento a mi inbox enviado por un buen compinche:

" ..es la primera vez que conozco a alguien que busca a la gente y ve más allá de las apariencias. Puede parecer trivial, pero yo creo que sin embargo que es profundo. Nunca vemos más allá de nuestras certezas y, lo que es más grave todavía, hemos renunciado a conocer a la gente, nos limitamos a conocernos a nosotros mismos sin reconocernos en esos espejos permanentes¨.

Tal vez, este año, en vez de hacer una lista de las cosas que me gustaría cumplir o hacer, debería una lista de personas a las que quiero recuperar en mi vida. Es cierto que las personas aparecen en nuestras vidas por un motivo, y por otro, también se van. Sin embargo, eso no se opone a buscar y buscar y encontrar y recuperar a quienes queremos tener cerca. A veces, dejar las cosas en manos del destino, no es suficiente. Es como si el camino nos los pusieran alfrente, pero nosotros somos los que manejamos el carro y decidimos cuándo acelerar y bajar la velocidad, cuándo voltear a la derecha o la izquierda, cuándo parar a recoger a algún nuevo pasajero, o cuándo alterar la ruta para tocar el timbre de un buen amigo.

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