Monday, March 7, 2011

Aquí estoy

Voy a volver a escribir algo que escribí hace unos días. Por algún motivo no se grabó. Si soy fiel a lo que llevo repitiendo en mi cabeza últimamente, no se grabó porque no debía estar ahí.

Todo es perfecto como está, como viene.
Yo estoy donde tengo que estar.

Bonitas palabras para llevar en el bolsillo. Ultimamente, ésa es la frase que me calma mucho... mientras practico yoga, mientras me quedo estancada en el tráfico, mientras algo no sale como me gustaría.

El universo está regido por reglas perfectas pero demasiado amplias para nuestra visión de hormigas, que desde un puntito en el círculo infinito del planeta creemos ilusamente que podemos explicar las cosas. Es imposible comprender lo que nos pasa, o lo que pasa a nuestro alrededor, porque es una tuerca dentro de una máquina gigante y compleja. La máquina puede ser compleja, pero si confiamos en que ella funciona, nuestra realidad se simplifica, ya que comenzamos a comprender lo que nos pasa en función a un sistema más grande que siempre tiende al equilibrio.

Llegué a esta respuesta hace menos de una semana cuando estaba regresando de un lugar completamente ajeno a mi realidad, y trataba de responder un par de preguntas existenciales y un tanto adolescentes sobre mi lugar en el mundo.

El lugar donde había pasado los últimos días era un lugar que muchos categorizarían como ¨pobre¨, una categoría relativa, porque es la misma que los de este lugar usarían para nosotros los que vivimos en la ciudad con pobreza de árboles y aire limpio. No me parece relevante discutir las etiquetas de pobreza, riqueza, y mucho menos de caridad, una palabra que tiene entre sus letras olor a soberbia. Mis preguntas no estaban cargadas de pena, sino simplemente, de una gran incógnita. Qué pasaría si me quedo. Por qué aparecí en la ciudad. Preguntas que uno se hace sabiendo que no hay respuesta.

Pero esta vez creo haber encontrado una respuesta:
Todo está perfecto como está.

Muchos podrían tirarme un plato en la cabeza por decir esto. No me refiero a que no debería hacerse nada por mejorar el mundo en el que vivimos. Esta reflexión no tiene un sólo rasguño de apatía. Pero, cuando alguien llora en un punto del planeta, cae una gota de lluvia del cielo. Cuando alguien ríe, alguien se entristece. Cuando alguien muere, alguien nace. Cuando sale el sol aquí, sale la luna allá. Así no lo creamos, es así. Es un equilibrio perfecto que no podemos ver. Podríamos decir que es un equilibrio al que vivimos sometidos. Prefiero pensar en un equilibrio del que formamos parte. Al final, es como si fuéramos parte de un equipo gigante.

Confiar en el equilibrio da calma, porque te hace aceptar el lugar en el que estás, y la condición en la que estás viviendo ese lugar. Un mal día es tan perfecto como un buen día y si uno lo toma así, no existen malos días, ya que todo forma parte de un mismo aprendizaje.

Si uno está donde tiene que estar, no desea estar en ningún otro lugar porque no es el momento. Sin embargo, queda la pregunta de los grandes cambios de rumbo. Cuando uno decide girar unos 35 grados y cambiar de sentido? Creo que incluso, adentro nuestro, hay una voz que habla en nombre del Universo y que nos avisa cuándo es el momento. Por eso tenemos que estar conectados con el mundo vivo. Eso le da vida al corazón, le pone orejas, pies, o mejor aún, alas.

1 comment:

Denise said...

Sabias palabras, Angie.
Te veo esta noche en tu clase.