Tuesday, June 14, 2011

caminos

Hace tiempo que no escribía... (no en el teclado, siempre con la mente y hasta incluso a veces con los dedos sobre el aire). Hoy una amiga llegó con una libreta en blanco como quien le tira un flotador a alguien que está en el agua. Felizmente, no me estoy ahogando, pero llevo flotando semanas de semanas entre ideas y pensamientos que me gustaría compartir hoy en nombre de esa amiga salvavidas.

Por mucho tiempo he dicho que en el yoga -y por lo tanto, en la vida, porque al final lo que uno practica en una secuencia de posturas no es otra cosa que aprender a fluir con gracia de situación en situación, de incomodidad en incomodidad, de reto en reto, hasta el punto que realmente se disfruta el viaje con sus complicaciones y bajadas de llanta- ... decía que por mucho tiemo he dicho que en el yoga, uno avanza dando dos pasos para atrás y tres para adelante. Cuando hay algo que corregir, es necesario retroceder, y comenzar de nuevo.

Retiro lo dicho. Creo que me equivoqué. En el yoga -y por lo tanto, en la vida- uno nunca retrocede. ¿Si el tiempo no retrocede, cómo podríamos hacerlo nosotros?

Siempre vamos para adelante porque nuestros ojos siempre van para adelante, incluso cuando caminamos hacia atrás. Todos los caminos son movimiento y por lo tanto, avanzan. Regresar por un camino antiguo no es más que volver a caminar. Al final, ¿no son eso nuestros días? Salimos de casa, vamos al trabajo, o a la bodega, o a la clase de no se qué, a la lavandería, a visitar a algún amigo, y siempre regresamos a ese espacio debajo de nuestras sábanas. Nuestra oreja regresa a su almohada, nuestros párpados vuelven a cubrir las pupilas y nuestros pies descansan. Suena la alarma, o nos grita la luz del día por la ventana, y volvemos a recorrer el mismo camino. Siempre con variaciones, pero somos seres de rutinas, de patrones, de caminos en forma de espiral.

Siempre hay impulsos que nos toman a salir de nuestras propias convenciones. SAS¡ damos un salto y PLOP caemos en otro lado. El péndulo se mueve de un extremo a otro. Crece nuestra conciencia. Abrimos los ojos. Los pulmones se ensanchan. Rompemos la rutina. Gritamos cambio.

Pero el proceso no termina ahí. Ese es sólo el inicio. Luego de un tiempo, el péndulo intenta regresar a su inicio, por cuestiones de gravedad, pasa por el centro, llega, y cuando está ahí, nuevamente pide cambio. Y desde el cambio, pide regresar, y pasa de nuevo por el centro. Al comienzo, la estadía en los extremos es más larga, y el paso por el centro, más corto. Pero poco a poco las velocidades van cambiando.

Al final, el péndulo nunca llega a estar exactamente ni en el mismo lugar desde donde comenzó ni hacia dónde salto. Sin embargo, SIEMPRE PASA POR EL CENTRO y por cuestiones de física, eventualmente termina en el centro, estático, tranquilo, en paz.

Nuestras vidas y los caminos que recorremos son péndulos. Los cambios demoran más de lo que creemos, pero si le ponemos fe y paciencia, nuestro impulso inicial nos lleva de vuelta a nosotros mismos cargados de más energía. El péndulo aprende de cada ir y venir como nosotros aprendemos algo cada vez que salimos y regresamos a casa. Es ese polvo que se nos pega a los ojos que nos nos deja ver cómo vamos madurando y aprendiendo que sabemos poco, y que podemos vivir sabiendo poco y sabemos que contamos con nosotros mismos.

(EL toque arquitectónico). Se me viene la imagen de las escaleras amarillas de Castañeda. Van directo a la punta del cerro. 100% efectividad. 100% lineales. No creo que eso sea la vida. No quiero creer que sea así de fácil. Así de aburrida.El cuerpo humano se acomoda a las pendientes recorriendolas en zig zag. En cualquier lugar del mundo, y en cualquier cultura de la historia, la mayoría de los caminos que suben cumbres van de diagonal en diagonal, formando figuras como las de un péndulo.


Siempre estamos caminando. De un lado al otro, de arriba para abajo, de derecha a izquierda. A veces hay caminos que debemos repetir una y otra y otra vez hasta que aprendamos a caminarlos bien. Creo que lo importante de los caminos, es saber que son caminos, que nos llevan a algo, que tienen un destino, una dirección, y esa dirección somos nosotros mismos. Nuestro hogar no está detrás de esa cerradura en la que metemos la llave que llevamos dentro de la cartera o el bolsillo. Está más adentro, y más cerca. La acción de caminar, valorar, aprender y disfrutar nos lleva de vuelta a nosotros mismos o nos aleja de nosotros mismos.

No me gusta la palabra meta porque generalmente le quita protagonismo al camino. Y durante el camino, me he dado cuenta que el gran ayudante es la disciplina. Ahora pienso en la disciplina no como el chocolate que no te vas a comer, o el cigarro que no te vas a fumar. Lo veo como darle a cada cosa su momento. Hay momentos para descansar, momentos para trabajar, momentos para dormir, momentos para despertar. Cuando caminamos, la disciplina nos recuerda el motivo por el que caminamos. Nos permite desviarnos a recoger una flor, o parar a amarrarnos el zapato, pero nos mantiene con los ojos alfrente. Cuando comenzamos a mirar para atrás, es ahí cuando retrocedemos. No es necesario hacerlo. Si confiamos en el peso de las cosas el camino nos llevará de vuelta a casa. Todo es cuestión de darle a cada cosa su propio tiempo.

No comments: