Saturday, September 3, 2011

Ojos que caminan y pies que miran

Qué rico es ser turista de tu propia ciudad. Caminarla con otros ojos dejando que una buena conversación o una buena secuencia de canciones en el playlist la hagan más chiquita. La pena es que esperamos que alguien de afuera venga de visita para hacerlo. Siempre que me pongo la camiseta de guía turística recuerdo lo delicioso de esta ciudad caótica y llena de sorpresas. Me dejo llevar por los pasos sin rumbo y aparecen sorpresas por el camino: un nuevo café, una muestra de arte, un amigo que no veías hace tiempo, la Costa Verde más verde. La rutina nos amarra a nuestras sillas y olvidamos que los televisores son objetos sin vida. Empoderamos a las famosas sobre mesas y olvidamos que esas conversaciones pueden hacerse en el camino. Dejamos de respirar aire de afuera. Construímos un cordón umbilical imaginario con el contacto de nuestro carro. Nos acomodamos tanto dentro de nuestra propia ciudad que olvidamos su presencia. Es ahí cuando es necesario hacerse extranjero. Hay que abrir los ojos y volver a mirar. Porque cuando uno olvida lo que hay en su ciudad, olvida una parte importante de uno mismo. Podría sonar dramático, pero caminar dos días de arriba para abajo tan sólo por el Centro de la Ciudad y Miraflores me ha dejado los pies cansados pero el corazón contento. La ciudad siempre respira. Siempre crece. Siempre muta. Debemos mantener su ritmo y nuestros pasos nómades que buscan nuevas rutas todo el tiempo. Cada uno de nosotros es una ciudad en sí misma que también debe caminarse y recaminarse y recaminarse. Cada uno tiene sus propias esquinas, calles y atajos que al dejar de ser recorridos, desaparecen. De repente empezamos a creer que somos aburridos. Nada de eso señores, a caminar!

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