Sunday, January 29, 2012

Los Cimientos del Conocimiento

Por cosas de la vida, me vi embaucada con una clase de filosofía antigua y medieval todas las mañanas por cinco semanas del verano. A puertas de la primera semana de clases, cambio mis quejas anticipadas -quejas de alguien que pronosticaba una larga y tediosa caminata- por un gran gracias.

He podido leer un poquito de Sócrates (lo que escribieron de él porque él sólo creía en la oralidad y el aprendizaje a través del diálogo), o escuchar las explicaciones del origen de las cosas de Anaximandro, Anaxímenes, Pitágoras, Hesiodo y todo ese club que imaginamos los no-filosofos como una suerte de papa noeles flacos -barbudos empolvados que hablan de cosas sabias mientran ponen un puño debajo del menton. Uno siempre cree que dicen cosas demasiado abstractas como para aplicarlas a nuestro día. En realidad, me sorprende lo mucho que dijeron y que siguen diciendo detrás de las líneas polvorientas de sus libros que van perdiendo eco mientras muchos de nosotros seguimos leyendo a otros y preguntándonos cómo reinventar la rueda.

A veces, mucho de aprender esta en regresar a los que ya pensaron las cosas. Y es de eso que me provoco hablar hoy. De la importancia del conocimiento teórico. De leer cosas que parecen inútiles. De nunca dejar de perder el tiempo leyendo algo por el placer de leerlo, sin buscar un fin práctico, una solución. Nutrirnos siempre de conocmiento que va más allá de cuarto poder.

Es cierto que la mayoría de las cosas que aprendemos son un resultado de la vida. Desde que despertamos hasta que nos vamos a dormir, tenemos infinitas posibilidades de aprender y escribir nuestro propio libro de teorías y reflexiones. Las vidas de todos son igualmente ricas y ofrecen el mismo menú de opciones para crecer, sólo que unos nos ponemos lentes mas grandes que otros. Me opongo totalmente a quienes creen que sólo se aprende de los libros, pues quien no vive lo que lee, no lo aprende. El cuerpo no TIENE memoria: ES memoria. Por lo tanto, sólo aprendemos algo cuando esto llega al nivel de nuestras neuronas. El conocimiento sólo existe realmente cuando es sentimiento, cuando se respira, cuando se entiende. Sino, podemos caer en el peligro de hacernos loros que repetimos lo que escuchamos sin saber de que estamos hablando.

Hay tanto conocimiento flotando por internet, libros y personas, que hasta cierto punto lo que llega a nosotros es arbitrario y aleatorio. Nunca por casualidad. Pero pocas veces somos nosotros los que escogemos lo que leemos, y son más los libros y las frases que nos buscan a nosotros porque es el momento de prestarles atención. A veces llegan en papel. A veces, en persona.

Por eso necesitamos ser nuestro propio filtro. Tenemos que ordenar la información y construir fotomontajes de lo que dice Platón, Mafalda, nuestros padres, el taxista, una mosca y el mar. Y así, de esa mezcla de informaciones cuidadosamente seleccionadas nos convertimos en personas de tres dimensiones que piensan y viven a su manera. Somos todo: lo que leemos, lo que escribimos, lo que decimos, lo que callamos, lo que vivimos y dejamos de vivir, lo que recordamos y olvidamos.

No creo que dentro de la palabra conocimiento se encuentre la palabra cimiento por casualidad. Cimiento como base, fundamento, el suelo que sobre el que me paro. Mis dos pies. Vivir y leer al mismo tiempo. Salir a caminar y escuchar a alguien hablar sin querer argumentar. Teoría y práctica como parte de un mismo aprendizaje. Reconocer nuestra ignorancia para hacernos un poquito mas sabios, como diria Sócrates.

Y dentro de esa búsqueda de conocimiento, regresar a esas líneas polvorientas que a veces uno tiene que leer una, dos o tres veces, uno puede encontrar buenas sorpresas.

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