Sunday, December 19, 2010

derrotas victoriosas y victorias derrotadas

¿Y con quién se comparten las victorias del mundo interno?

Las victorias que tan sólo para nosotros significan algo, cuando corren el riesgo de caer en la escala de valores sobre la que todo lo demás se codifica como éxito o fracaso, pierden valor, y su huella desaparece. Por eso tenemos que protegerlas como quien pone sus manos alrededor de una vela. A veces cambiar un patrón, dejar ir una emoción, o formar un hábito son logros llenos de luz que pueden opacarse fácilmente al costado de cualquier cartón de maestría. Es una pena, pero pasa. Por eso es bueno estar atentos y llenarnos la frente de nuestras propias estrellas. Es bueno recordar que nuestro valor nace de nuestro amor por nosotros mismos y nada más. Cualquier etiqueta, opinión o palmadita en la espalda que nos den otros, es eco, puro eco y un masaje al ego de ellos y de nosotros mismos.

Muchos de estos nosotros -creo no ser la única- crecimos dentro de un sistema con ecuaciones de logro-premio-amor que quedó grabado a nivel celular, genético, como parte de nuestro piloto emocional automático. Por eso, cuando algo no nos sale como esperábamos, regañamos, lloramos y miramos al suelo.

En algún momento de nuestras vidas, empezaron a premiarnos por hacer las cosas bien, y sancionarnos -con algún castigo, una buena dosis de indiferencia o sin postre- o tan sólo no premiarnos, cuando nuestras acciones no eran dignas de una buena felicitación. Es muy probable que en nuestra cabecita de niño, asumimos que esa estrella sobre la frente era amor, y esa indiferencia, no-amor. Y así intuitivamente nos fuimos acostumbrando a hacer las cosas bien para que el colegio, la familia o los amigos ¨nos quisieran más¨. Un hilo delgado de plata se tejía entre nuestra necesidad de éxito y nuestra necesidad de amor. Probablemente ése fue el día en que nació en nosotros el horrible sabor de la derrota.

La palabra derrota en sí, es una anulación a la riqueza de los procesos de aprendizaje. Cuando se aprende, nunca se pierde. Tan sólo se gana en silencio. Tal vez, el proceso de madurar no está en comprender que todo lo que hacemos tiene una razón de ser y por lo tanto, un significado. Es más, todas aquellas ¨derrotas¨ tienen un valor agregado, ya que por falta de ecos de otros, nos dan la oportunidad para construir una escala de valores propia en donde nosotros mismos ponemos nuestros estándares.

Yo creo que los estándares propios y completamete ajenos a los externos siempre existieron dentro de nosotros mismos. ¿O acaso alguna vez alguien ha visto que un niño no considere que sus dibujos son los mejores? Luego de haber trabajado con niños por casi un año me acabo de dar cuenta de que nunca ninguno comparó su trabajo con el del otro. ¿por qué? dejo la respuesta en el aire...

No es fácil guardar las pequeñas victorias en silencio y con orgullo. Sin embargo, son ésas las que más significado tienen en nuestras vidas, porque alcanzar una meta personal y secreta no sólo requiere disciplina y sobre todo, mucha humildad.

Hoy, mientras mi laptop se prendía y mi cabeza ya iba tejiendo las líneas de este texto, descubrí que desde ese mismo lado derecho de la cama en donde duermo hace casi un año, a través de uno de los cuadrados metálicos blancos de mi ventana, se ve la luna.

Hoy descubrí que la luna me había estado mirando por la ventana todo este tiempo. Una nueva victoria que saboreo en silencio.

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