Sunday, May 5, 2013

Sin zapatos dentro de mí misma

Nos ha tocado hoy vivir un delicioso domingo gris. No hay ironía detrás de la palabra -delicioso-. El gris de domingo despierta las ganas de quedarse en casa, ponerse ropa cómoda, hacer sin-sentidos como ordenar la casa o desempolvar las palabras para ponerlas en un blog.

El gris se acerca a lo sutil. Lo sutil a lo despacio. Lo despacio, a lo real. Y lo real, al presente. En la simpleza de un domingo presente, aparecen las ganas de pensar un poquito en la comodidad. No hablo de conformismo. Hoy no voy a hablar de alcanzar cosas externas. Como arquitecta, me gustaría hablar sobre los espacios que habitamos dentro de nosotros mismos.

Se acerca mi cumpleaños.
Cuenta regresiva: dos días.
Mentiría si dijera que me agarra de sorpresa. Vengo viendo cómo se me acerca desde que comenzó Mayo. Veo hacia otros mayos, proyecto hacia adelante. Un juego rutinario que cada vez se hace más chiquito porque cada día toma más valor la simpleza de estar aquí conmigo, en el mundo que es mi mundo con sus espacios... Ahí habito yo hoy SIN ZAPATOS.

Hablo de espacios dentro de mí donde todo es perfecto. No siempre se siente perfecto. Pero todo senti-miento tiene poco de verdad y mucho de ilusión. Trasciendo esa nube, y estoy convencida que cada espacio dentro de mí es perfecto. Siempre lo fue. Siempre lo será.

Espacios incongruentes, con marcos sobre la pared chuecos, con alguna silla de pata floja, tal vez demasiado color o pasadizos muy largos. Mesas donde cada plato es diferente y donde las tazas no van sobre platos. Espacios desproporcionados, altos y bajos, esquinas muchas y salones vacíos. Jardines y túneles, terrazas y una hamaca para las 5 de la tarde. Espacios incompletos, sobrecargados, algún columpio por ahí colgando y algún foco azul. Todos son espacios míos. Posiblemente tuyos también. Y cumplir 28 para mí, es reconocerlos y anhelar que cada año, cada día, yo pueda habitar esos espacios con más comodidad. Con más aceptación. Mirar con más amor dentro de mí casa para que así, yo pueda mirar con más amor los salones y recovecos de las personas-planetas que cruzan mi órbita y Angieland.

Las cosas son solamente imperfectas porque hay un marco de referencia mejor en algún otro lugar. Un marco de referencia idealizado, inalcanzable, distinto. Y ese otro lugar no es nada más que un modelo importado por una mente constantemente insatisfecha. Una mente que no sabe lo que es el presente. Que salta de atrás para adelante. Que se maneja entre el miedo y el deseo. Que busca turbulencia. Montañas rusas. Telenovelas. Que anda siempre con zapatos. Una mente que le tiene pavor a la comodidad porque no conoce el silencio.



Si pinchamos esa creación mental como un globo, uno regresa al hoy y se siente bien en casa. Uno comienza a sentirse cómodo, inclusive, dentro de la incomodidad y la disfuncionalidad de su propia casa. Por que? Porque las cosas se dan tan sólo de una manera: y esa manera es la manera en que se están dando en este mismísimo instante.

No existe ninguna otra fórmula válida. Sólo de la que eres parte en la realidad. Un instante que te contiene y que tú contienes dentro de ti siempre. El presente siempre está con nosotros. No nos suelta nunca. Somos nosotros los que lo abandonamos a él para buscar recuerdos y sueños.

En este domingo gris habito mi casa, sus espacios, sus llenos y sus vacíos, sus silencios que no son solitarios porque los habito yo misma y todas esas personas que en 28 años aprendieron a quererme como soy. Y a ellas, les doy gracias por ser mi mejor regalo al cumplir 28. Espejos de libertad en los que aprendí a mirarme y aceptarme con mi ombligo chueco, mi nariz de payaso y los arbolitos de origami de papel periódico que crecen en el patio de Angieland. Al fondo, hay un árbol. Y ese árbol, da todas las frutas del mundo y tiene sus raíces como ramas porque ya no tiene que tapar con tierra lo que es.



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