Wednesday, November 3, 2010

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No sé cuándo aprendimos a leer entre líneas, y lo que es más preocupante, cuándo empezamos a creer que nuestra lectura era cierta. Es algo que hacemos de manera automática. Un hola cómo estás, de repente resuena en nuestra cabeza, en un me gustas, un no quiero hablar contigo, o un no me gusta cómo estás vestido hoy. ¿O me equivoco? Es como si le pusiéramos una segunda voz a las personas. Lo gracioso es que esa voz no sabe de ellas, sino de nosotros, de nuestra cabeza, de nuestro afán por escribir novelas.

Mientras más creemos que conocemos a alguien, más interpretaciones le damos a lo que dice. Caer en ese hábito es un peligro porque de repente, le quitas a la otra persona la oportunidad de sorprenderte, de hacer algo diferente, de romper sus propios esquemas y los tuyos. Es bueno dar el beneficio de la duda. Por lo menos, soy de las que quiero creer que en el fondo, todas las personas son buenas, o por lo menos, que todas las personas pueden llegar a cambiar (¿sino para qué enseño yoga?) Muchos dirán que vivo una mentira. Puede ser cierto, pero si al final voy a asumir cosas y poner letras entre los paréntesis de las cosas no dichas, ¿por qué no poner algo que me dé más tranquilidad? Si existen mentiras blancas, dar el beneficio de la duda a otros, podría calificarse como una mentirita blanca que acepto mucho más que la de ¨tengo fiebre¨ o ¨mi perro se comió mi maqueta¨.

Hablo de los espacios entre líneas porque cuando, de repente, te conviertes testigo de una discusión entre dos personas a las que quieres y conoces, se hace evidente cómo cada lado construye una realidad propia que lo único que genera es tensión entre dos puntos. Es como si hubiera un hilo entre dos personas, y cada uno lo quisiera jalar para su lado. Eventualmente, ambos se caerán de espalda, el hilo se romperá, y habrá que amarrarlo de nuevo con un nudo. La relación se debilita, el dolor no se olvida tan fácil, y lo que es más triste, se perdió tiempo. Todo eso, por un espacio entre líneas que no existía. La verdad siempre está en un punto medio. Eso requiere ceder. Conciliar es dejar de ir una parte de nuestro ego y llenar ese espacio con amor. Al final el amor es la goma que une todo.

Poder ver estas cosas desde afuera da pena e impotencia. La empatía no es algo que se pueda enseñar o explicar con un diagrama de flujos. Sólo se puede observar y usar la teoría del espejo, en donde te ves reflejado en otras situaciones para luego, cuando aparezca ese espacio entre tus líneas, lo observes con un poquito más de cuidado.

Creo que prefiero el espacio entre líneas que elige la complicidad.

Hay una canción de Juno, una línea de la canción, que me dejó esta imagen en la caabeza desde la primera vez que la escuché:

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Es un bonito símbolo de complicidad entre dos extremos. Quién hubiera pensado que un par de paréntesis podrían decir tanto.

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