Sunday, November 7, 2010

Ha aparecido alguien en mi vida que me está enseñando a cuestionar todos esos paradigmas que rigen la manera en que veo el mundo que me rodea. Nunca pensé que estaba tan equivocada sobre tantas cosas. Realmente nos condicionamos a pensar como maquinitas. Felizmente creo haber encontrado un buen des-programador y llevo aquí conmigo el control remoto de mis emociones. Sólo falta aprender a usarlo.


A D M I R A C I O N.

¿Quién cuestionaría la admiración? Que te admiren es algo lindo. Admirar, también...
Lo curioso es que la raíz de la palabra, mirar, es lo que se pierde cuando uno admira.

La admiración es justamente la razón por la que dejamos de conocer a las personas. Cuando vemos eso que nos llama la atención, dejamos de ver muchas otras cosas. Si nos creemos en la capacidad de poder calificar algo como bueno, entonces también nos concedemos de calificar otras cosas como no tan buenas. ¿Quién soy yo para calificar a alguien que está en mi mismo plano, en mi mismo nivel, con los pies en el mismo suelo en el que yo estoy?


Al final, la admiración es un juego del ego. Ego que alimentamos en el otro y en nosotros mismos. ¿Cómo nos sentimos cuando alguien a quien admiramos nos admira? ¿Por qué admiramos ciertas cosas en las personas y otras no? Yo nunca me lo había preguntado de manera crítica. Asumimos que admirar es algo que vemos afuera de nosotros. En realidad, la admiración tiene mucho más que ver con nosotros mismos que con los demás.


(Nota entre paréntesis) Casi no he hablado de ego en este espacio porque no me gusta hablar de cosas que no entiendo. Por ahora, lo único que sé es que el ego estorba por donde se le mire. Se mete por todos los rincones de nuestro cuerpo y nuestras acciones. Es un creador de imaginarios que nos hace daño y nos lleva a hacer daño a otros. Lo único ¨admirable¨del señor ego, es que hace bien su chamba porque trabaja sin que nadie pueda verlo.


La pregunta era, ¿por qué admiramos cosas en otras personas?
¿Por qué calificamos cosas en otros como buenas, y otras, como no-tan-buenas?

Ayer finalmente entendí a lo que se refieren los libros cuando dicen que uno ¨sólo ve las proyecciones de uno mismo¨.

Un ejemplo que me hizo verla clarísima. Va a sonar tonto, se los advierto. Pero es que a veces las cosas son simples. No se necesitan ecuaciones matemáticas para entendernos.

En el colegio tenía una amiga que creo que tenía un pequeño trauma con sus orejas (todos tenemos algún tipo de insatisfacción con el cuerpo - ¡no la juzguen!) Lo gracioso es que si le preguntabas, ella podía describirte las orejas de cualquiera de las personas que conocía. Es más, ni yo sé como son mis orejas. Un día le pregunté, y ella sí lo sabía...

Está clarísimo. Uno ve en otros lo que ve en uno mismo.

Un artista puede ver en un cuadro detalles que un abogado jamás podrá entender. Un abogado tiene la habilidad para construir argumentos pero jamás podrá construir una silla como lo haría un carpintero. ¿Alguna vez han visto el interior de una computadora? ¿No se ven todas esas rayitas iguales? No para un programador...

Sucede de una manera muy parecida con la admiración o incluso el enamoramiento. Reconocemos algo que nos gusta en otra persona porque es algo que reconocemos en nosotros mismos. Si alguna vez han ido a la selva y han puesto atención a la habilidad de los guías de reconocer animales, plantas y sonidos dentro de un mundo que para uno es completamente verde, entienden a lo que me refiero. Uno no ve detalles en mundos que no conoce. Sólo ve generalidades, totalidades, ¨el big picture¨.

Cuando ves detalles, es porque ya los has visto antes en ti. Sino, no podrías entenderlos. Es bien jodido aceptar que esa persona que te pasa de vueltas se parece mucho a ti. Pero así es. Por ESO es que te pasa de vueltas. Cuando uno se perdona ciertas cosas, de repente, esa persona que te altera deja de alterarte. Hagan el experimento. También funciona de manera inversa.

Al calificar y descalificar a las personas o las situaciones, dejamos de ver el big picture, la condición humana, lo real y aquella razón por la que verdaderamente deberíamos llegar a querer y valorar. Asusta descubrir que todas las personas a las que quiero son en parte una construcción de mi cabeza. Son mitad ellos y mitad yo misma. Felizmente, siempre hay tiempo para tomarse un buen café y empezar a escuchar sin dar consejos que sólo nos sirven a nosotros mismos.

¿De qué nos sirve decirle a alguien que lo admiramos? (ojo, es algo que he dicho durante toda mi vida) ¿No será mejor decirles simplemente que los queremos como son, y dejar que ellos sean los que se admiren por lo que son? Todo esto se resume a encargarse de uno mismo como la mejor manera de liberar a otros. Ya lo dije, todos nacemos con la habilidad de cambiar el mundo porque todos tenemos la capacidad de evolucionar como personas.

Todavía el discurso no tiene muchos pies ni cabeza. Es que todavía no aprendo a usar el control remoto...

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